No puedo creer que esté dejándote ir.

Me esforcé. Muy poco quizás, pero lo hice. Pero todo resultaba muy irónico, cuando te tenía lejos era cuando más te amaba, cuando más pensaba en cosas que nunca me atreví a decir, era cuando me sentía más enamorada. Cuando te tenía cerca, ya no te amaba tanto; cualquier aspecto del romance  me parecía cliché, por más pequeño que fuera.

Me doy cuenta de que siempre preferí imaginarnos juntos a vivirlo realmente.

Tú quizás me amabas a cada segundo, yo lo hacía a ratos, pero con sinceridad. Tú querías besarme todo el tiempo, pero en mi cabeza ya lo habíamos hecho mil veces. Querías escuchar cosas lindas de mi boca, pero en mi mente yo ya te lo había dicho todo.

Comenzaba a valorarte cuando no estabas conmigo, no sé porqué, pero teniéndote a centímetros, creía tenerte asegurado y que no te irías a menos de que yo te lo pidiera.

Y llegó el día en que decidí dejarte ir, aunque no había una razón en absoluto…