¡QUIÉN SOY!

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La noche se presentaba fría, y María se retorcía en la cama de dolor, eran inaguantables aquellas contracciones, pensó... Sola en aquella habitación de la pensión la joven con tan solo la ayuda de una mujer dedicada a aquel menester, pariría al vástago. Las inciertas promesas sobre el lanzamiento de su saber, se habían convertido en una esclavitud moral que tendría ahora que afrontar sí o sí... y sola...   Aquella mañana Irene se levantó sobresaltada, ahora que la jubilación le permitía quedarse en la cama, las pesadillas no la dejaban en paz. Pero ya estaba acostumbrada, y pensaba que a su edad el insomnio era algo lógico, siempre y cuando no achacase aquella falta de sueño al trasnochar por su amor a las letras. Irene era escritora, pronto sería la presentación de su primera novela, siempre le había gustado expresarse a través de aquellos relatos que exponían sus sentimientos al mundo, pero nunca encontró la respuesta para aquel don. En diversas ocasiones la habían entrevistado y su poca cultura la había avergonzado, ella nunca estudio ese arte de la Literatura, ¿cómo podían gustar tanto sus escritos? Sí ni ella misma sabía cómo los componía. Por cierto tendría que darse prisa en arreglarse, un taxi vendría a buscarla, hoy por primera vez hablaba en público, aquellos grandes almacenes serian la plataforma perfecta para dar a conocer su imagen de mujer entrada en años, a la que la vida le había dado una oportunidad, para llegar a realizar su sueño, aquel que desde que tuvo uso de razón la había perseguido...   ¡Nena dónde está el mando a distancia! Gritaba Andres desde el sofá a Marian... ¡Hay qué ver nene! Si no vengo yo no... Sus palabras se detuvieron en seco, sus ojos como platos no apartaban la mirada del televisor, de igual modo que si estuviese viendo un fantasma, no le quitaba ojo a la noticia que estaban dando. Entregó el encontrado utensilio televisivo a su marido y regresó a la cocina, mientras preparaba la cena su mente desmembraba recuerdos, se atormentaba con la historia que le habían contado, además de preguntarse porque le mintieron. Parpadeó un par de veces y visualizo de nuevo la fecha y hora de aquel evento...   Había llegado el día clave e Irene se disponía a firmar los ejemplares de su novela, una historia que sin llegar a tener connotaciones paranormales se ajustaba y mucho a aquel género que daba tanto juego para escribir, aquello y la buena disposición de Irene sin saber de donde le venia la vena literaria, pronosticaban sin ninguna clase de dudas un gran éxito. Sentada allí en aquella mesa alucinaba a sus cincuenta años viendo debajo de aquella tarima un centenar de personas con su libro en las manos y a la espera de que Irene Martiniega estampase su dedicatoria y firma en ellos...   Aquel también era un día importante en la vida de Marian, por lo que dispuesta a acudir a aquel evento, confesó a su marido que para regalo de cumpleaños quería un libro que le había gustado y que su autora estaba firmando en aquel instante en aquel centro comercial. Si descubría la verdad y que todos aquellos años le habían estado contando una mentira, no podría perdonar a su familia el secretismo que guardo la tata Ana al respecto. Cogida del brazo de su marido, Marian no dejaba de pensar mientras las escaleras metálicas la conducían al decorado de literatura donde se encontraba Irene firmando ejemplares...     ¡Venga María, empuja! Decía Ana a la joven que ya exhausta se desvanecía empapada en sudor... ¡Ahora no! ¡Despierta María! Has tenido una niña...   María no llegaría a ver el rostro de su hija, unas horas después moriría en aquella cama, nadie sabría jamás excepto su hija toda la historia sobre su madre. Cuando tuvo los años suficientes para comprender la tata Ana le contaría, que su joven madre por hacer realidad un sueño dejó en manos de un adinerado contribuyente su cuerpo y que él la engaño, dejándola en la estacada después de saber que había quedado embarazada.   Había llegado el turno de Marian, para que le firmasen su ejemplar, subió despacio los dos escalones y mirando fijamente a Irene se posicionó a su lado, esta la miraba sonriente, solo cuando la tuvo cerca una sensación extraña le encogía el corazón, entonces Irene le preguntó: ¿A quién dedico el libro? Sus miradas no dejaban de cruzarse y sus manos al rozarse involuntariamente sintieron una energía extraña... Me llamo Marian y creo que somos hermanas... Sus palabras alarmaron al representante de Irene que aparto a Marian de su lado, pensando que quería aprovecharse de la fama de su clienta. Pero Irene de nuevo sin saber la razón recordó aquellas pesadillas que siempre había tenido, y en las que veía a una niña a la que ella misma abrazaba dándole protección. Paralizó el evento y todavía con la mirada puesta en aquella mujer que parecía tener su misma edad, entabló con ella una conversación llena de coincidencias, y que solo a las dos les incumbía.   Marian le repetía a Irene su suposición, culpando a terceros de haberle dado una versión falsa de la muerte de su madre y de que en lugar de una hija había tenido dos, al ver aquel día en televisión que la escritora firmaría sus libros coincidiendo con la del cumpleaños de ambas.   Fue entonces cuando Irene una mujer poco escéptica que creía en la reencarnación, supo a ciencia cierta de donde le venia su facilidad para la escritura, entonces cuando Marian le contaba la historia de su madre María, a la que su vida no se hubiese truncado al cruzarse en ella un oportunista. Solo entonces Irene comprendió, al cotejar que el día y hora de la muerte de María coincidía con la de su nacimiento, y que la frustrada escritora se había reencarnado en ella.     ©Adelina GN

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