EL CLUB DEL MISTERIO. CORREGIDO.

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       ¡No puede ser! Termine dejándome convencer por ustedes- refunfuña con fastidio Miguel, mientras toca la puerta de una casa en el vecindario donde reside.

         ¡No seas así, además que otra cosa ibas a hacer hoy por la noche! -exclama Camila sonriendo.

         Miguel se encuentra acompañados de sus tres mejores amigos, Camila, Luis y Federico que le han forzado a asistir a una reunión del club de misterio del colegio de donde estudian.

         -No seas tonto- le dice Federico a su amigo -me pareces que tienes miedo de las historias que escucharemos esta noche.

         No es miedo -aclara tajante Miguel- sencillamente me parece una perdida de tiempo asistir a estas tonterías de cerebritos sin oficio, y que ustedes se presten a sus disparates. Ya no somos unos niños.

         Mientras siguen sin ponerse de acuerdo, en ese momento Carlos les abre la puerta dándoles la bienvenida e invitándoles a pasar a su casa, los conduce a un salón donde ya se encuentran otros participantes del club. Los amigos de Miguel no pertenecen oficialmente al club, sin embargo suelen participar de vez en cuando como oyentes; así como también participan en diversos club como de poesía, deporte, de musica de misterio, es decir son navegadores de clubes solo por pasar el rato sin tener que realizar las diversas actividades que requiere su participación formal.

           Ya en el salón, cada uno ha buscado el lugar que ocupará para escuchar los diversos relatos de terror y de muerte que los participantes narrarán. La iluminación se amolda  con el ambiente sobrio, pues la luz es tenue, apoyada con velas en unos candelabros antiguos con decoraciones en las paredes de siluetas de calaveras, murciélagos, calabazas entre otros, además están unos cuadros que son bastante incómodos a la vista del espectador para rematar es el día de los fieles difuntos.

          Miguel y Camila se han sentados juntos en el sofá de la estancia, atrás tienen la biblioteca y la escultura del torso de mujer sin brazos ni rostro. Federico y Luis se han puesto cómodos en unos cojines que se encuentran en el piso de mármol del salón. Los demás miembros conversan entre sí, otros van llegando y tomando asiento en sus lugares. Ya casi están todos. Carlos es el anfitrión. 

         -¡Bienvenidos todos a este nuevo encuentro! -dice en tono solemne- espero que cada historia contada sea más escalofriante que las otras. -emite unas sonoras carcajadas que más que miedo provoca risa entre los amigos de Miguel.

          -Cada participante en esta habitación deberá contar una historia de miedo profundo que hiele la sangre de sus mortales cuerpos. La meta es contar 100 historia antes del amanecer, por cada relato que narren tendrán en sus manos la vela del misterio que se irá pasando al siguiente participante una vez que concluya su relato.-expresa Carlos finalizando así con las normas del encuentro.

        -¿Qué pasa con los que solo vinieron a escuchar nada más? En mi caso. No he venido para contar ninguna historia, solo soy un acompañante. -refuta Miguel, ya malhumorado-.

         -Alguna historia debes conocer, aunque sea breve. Tranquilo amigo deber recordar esas que nos contaban nuestras abuelas. -Le anima Carlos.

          -No soy bueno contando historias -insiste Miguel, en eso recibe un codazo en las costillas de Camila que evita que sigan dando excusas.

           El anfitrión abre el preludio con las presentaciones. -Soy Carlos, presidente del Club de Misterio “Terror en la sangre” es un placer tenerlos aquí esta noche, dando inicio a la sesión anual de nuestro club. ¡Comencemos!.

           Uno a uno van presentándose en la habitación. En total están reunidos veinticinco chicos y chicas cuyas edades oscilan entre los 15 y 18 años, algunos pertenecen al club; otros son curiosos o amigos de los miembros. Cada uno ha venido acorde con el evento pues los colores que predominan en sus atuendos, maquillajes y demás accesorio son el negro, el rojo y el morado.

         Al fin la ronda de historias aterradoras inicia. Los relatos que se van narrando cada uno es mas escalofriante que el otro, por el ventanal de la estancia se cuela una brisa helada que en varias ocasiones ha tratado de cubrir de oscuridad total el salón.

        Camila, Luis y Federico a pesar de solo haber venido como oyentes; se han contagiado con el ambiente y cada uno ha participado con varias historias en la reunión.

        Mientras Miguel ha tenido que sucumbir ante las suplicas de Camila haciendo que participe con algunas historias breves. Aunque aun no logra sentirse cómodo al contrario trata de disimular que el miedo se ha instalado en su ser y no se explica el por qué de su angustia.

         La noche avanza tan lentamente que parece que la fría brisa ha congelado el tiempo en el salón, se siente una extraña fuerza que  logra someter el espíritu arrogante de Miguel.

         -Nadie parece darse cuenta que las horas no avanzan, excepto yo. -Piensa atemorizado Miguel, quien encuentra consuelo tomando la mano de Camila, que lo mira y sonríe.

           Su rostro impasible ante la mirada de los otros se mantiene en silencio, tratando de encender en su interior el modo valentía, lo que a duras penas consigue solo por breves instantes.

         Cada relato lo perturba más y más. Percibe en la estancia  sombras que se posan en los rincones. Nadie más parece notarlo.

          Ya casi se acerca el relato número cien de este encuentro fatal. Miguel escarba desesperadamente en sus pensamientos cualquier recuerdo bonito a que aferrarse y que lo ayude a resistir esta tortura.

           Finalmente ha llegado el turno del último participante, su nombre es Laura, su historia trata de una macabra reunión donde participan un grupos de jóvenes de secundaria que están condenados a repetir cada día de los muertos, un encuentro entre velas y sombras que congelas sus almas y su paso al más allá. Chicos que no parecen darse cuenta que ya no pertenecen al mundo terrenal y sin embargo siguen con sus tétricos relatos de sangre y muerte por toda la eternidad.

          Todo ha quedado en silencio, las velas se han apagado con el último relato, los chicos se han ido desvaneciendo. Solo Miguel se ha  puesto de pie, dirigiendo sus pasos al ventanal. Su mirada vacía observa a través del cristal a chicos que ríen, que corren, se divierten... Miguel ha comprendido el enigma que oculta el club del misterio. Una lágrima resbala por su pálida mejilla. Su cuerpo se desmorona desapareciendo al igual que los otros.

         El anfitrión con voz sombría se despide -¡Hasta el próximo encuentro!- desapareciendo entre las paredes del salón.

 


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