LA JOVEN DEL SOMBRERO CARMESÍ - Cuento para adultos 2 Parte

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Con un gran suspiro la joven puso los ojos en blanco al dejar de hablar y volvió a repetir la incorrecta postura delante de Enrique, que sin esperar un instante se colocó la mano en la parte delantera dónde el pantalón del chándal muestra protuberancia, sobre todo si la joven del sombrero carmesí volvía de nuevo a doblar su espalda, buscando las pastillas de su abuela escondidas por no portar ninguna clase de bolso, en la parte más alta del calcetín, para que no se perdiesen.

De una manera como nunca a esté asiduo caminante del parque del Retiro, le había ocurrido, se excitó exageradamente, fue entonces que la joven al levantar su mirada para ponerse erguida delante de él se percató de su abultado pene en erección ….

Entrándole aquella risa floja que en la adolescencia y en cualquiera de los casos… no deben ni tienen que justificarse.

Y sin ver nada de malicioso en aquello que le estaba pasando a Enrique, Dulce se acercó y le dijo...

No te dé vergüenza…decía y seguía diciendo.

Sí a mí, se me notase desde aquí fuera, también se apreciaría que me esta gustando estar a tu lado…y le estampó un sonoro beso en la comisura de sus labios, y se sentó apresurada en uno de los bancos delante del terreno.

Aclarando cualquier mal entendido que hubiese habido, hablando de forma civilizada, aunque parecía sin ninguna clase de duda que estaban en pleno bosque, por la copiosa arboleda que presentaba aquella zona del Retiro.

Enrique intento subsanar el conflicto que tenía entre manos para que no llegase a darse cuenta de su estado, el vigilante que al ver a una chica tan joven con un cincuentón en tan lamentable fase, se dejó ver reiteradas veces por aquel rincón apartado del parque.

¿Entonces dónde vas ahora? Pregunto él.

Voy a casa de mi abuela que esta unas calles más allá después de salir por la otra puerta más alejada le contestó ella, sin dejar de omitir el nombre de la vía, número y todos los datos suficientes que indicaban donde vivía su abuela.

Debería acompañarte, para que no fueses sola hay mucho maleante por aquí y debes ir con cuidado eres un aperitivo demasiado apetitoso para cualquiera que tenga hambre siguió diciendo Enrique.

Tratándolo como a alguien de su edad, Dulce siguió hablando, invitándolo a verse a la mañana siguiente, en la que intentaría no tener que acudir como las demás a casa de su abuela, sin antes tranquilizarlo diciéndole que tendría cuidado, que cómo él habían muchos que la miraban y que además, habían muchos a los que había visto entre los arboles del parque, estimularse mientras hacía los estiramientos propios del ejercicio.

Entonces Enrique, haciendo alarde de sus conocimientos urbanísticos y de conocer muy bien la capital por haber nacido allí y añadiendo a su palabrería que era por residir tantos años en el mismo lugar…le indico a su nueva amiga un atajo por dónde llegaría antes a casa de su abuela, para que su vuelta después de llevarle los encargos que su madre le había dispuesto, fuese más rápida y pudiesen regresar juntos. Dejando dicho con su peculiar manera de entablar confianza con sus victimas, que él la iba a estar esperando allí mismo y que no se movería aunque el mundo se volviese del revés o una decena de cazadores quisieran acribillarle a balazos.

Dulce se alejó sonriendo mientras dejaba a su nuevo amigo allí mismo sentado, viéndola como marchaba ligera, pero con una elegancia impropia de su edad, componiendo su aspecto desde arriba hacía abajo, comenzando por aquel sombrero carmesí que sin dudarlo le había dado suerte...

Enrique espero unos segundos a que Dulce se perdiese entre la gente que deambulaba por allí, y sé dio tiempo suficiente para que el vigilante, que no dejaba de controlarlo, no sospechase de que iba a ir tras ella.

Muy hábilmente había aconsejado el camino que Dulce debía tomar, ejercitado en la vil estafa para confundir, la había mandado por el camino más largo que la conducían a su destino, el cual recordaba a la perfección y que él iniciaba en ese momento, pero por otro lado más corto y que le auguraba llegar antes que ella.

La joven no se dio cuenta de lo largo que se le hacia aquella vez el recorrido hasta casa de su abuela, pues iba inmersa en sus deseos de llegar a descubrir lo que se podía sentir al hacer el amor con un experto mayor que ella, pues sus experiencias hasta entonces habían sido con chavales jóvenes, los cuales algunos de ellos no llegaban a superarle en años, ni en estatura y mucho menos en la habilidad y la destreza que esa maestría del sexo a esa corta edad se desea y se requiere.

Mientras tanto ella caminaba ajena a que había errado en el trayecto adecuado, Enrique llegaba a la calle nombrada por Dulce con pelos y detalles, mirando al número del patio y antes de apretar el timbre del piso exacto, la puerta se abrió delante de él.

Buenos dias…le saludaba la madura señora, pero todavía digna de piropear, qué en aquellos momentos salía por delante de él, mientras aún sostenía la puerta, ella insistía y preguntaba…

Buenos dias…¿Busca a alguien? ….

¿Aquí vive una joven llamada Dulce? Contestó él con ésta pregunta…

Una suave carcajada delataba a la anciana mujer…

¡¡ Es mi nieta !! decía la abuela mientras sonreía y le miraba de arriba abajo…

No reconocía en él a ninguno de los amigos de su nieta, ni para nada se parecía a ninguno de los padres de aquellos jóvenes, así que sacando sus armas de mujer desconfiada, continuó, diciéndole…

¿De qué la conoce usted?…

Es la amiga de una de mis hijas …. venía a pedirle un favor…pero siendo usted su abuela, la que no tiene que envidiar nada a su nieta… me va a permitir que sea a usted, bella dama a quien me acerque.

Y comenzó de nuevo con su palabrería galante, llena de mentiras que embaucaron a la abuela quien accedió a que entrase en su casa…

 


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