Experimentando con mi amigo

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Juanca y yo siempre habíamos sido inseparables. Pasábamos las tardes jugando a la Play o viendo películas; todo menos los deberes que por obligación debíamos realizar. Pero aquel día fue diferente a todos las demás. Mi amigo me contó como gran secreto que había descubierto ciertas películas subidas de tono en la habitación de sus padres, y con nuestros catorce años, aquello nos pareció algo fantástico y digno de admirar. Él, que siempre había sido más atrevido que yo, me preguntó:

—¿Quieres que la pongamos? Mis padres no volverán hasta esta noche.

Me encogí de hombros, dándole menos importancia de la que tenía para mí. Yo ya había visto varias, claro está, pero nunca en compañía y solo pensarlo me excitaba y enervaba a la vez.

Mi amigo salió corriendo a por ellas y volvió con varias en las manos, cada cual con título más peculiar. Entre los dos nos decantamos por una en la que las tetas gordas predominaban y la insertamos en el DVD de su habitación. Poco tardó la estancia en llenarse de gemidos de guarras que eran folladas por grandes falos. Menos tardó mi bulto en aparecer bajo mi pantalón, evidenciando un calentón de narices. Juanca me miró de reojo y rió.

—¿Estás palote, eh?

Asentí, riendo también, ocultando mi vergüenza.

—Pero que tú no te quedas atrás —respondí mirando el suyo, que se acentuaba bajo el chándal de color blanco, intuyéndose incluso su capullo.

Volvió la vista al televisor y resopló, viendo como entre tres se hacían con el cuerpo de una tetona y tapaban todos sus orificios.

—¿Tú te tocas verdad?

—¿Qué? —pregunté intentando quitar la vista de la pantalla.

—Que si te tocas. En tu casa, digo —asentí—. Pues no te asustes porque yo no puedo más, así que si te apetece, te la sacas y te la machacas.

Me quedé impresionado por la facilidad en la que apartó un poco el pantalón y sacó un buen cipote duro, mucho más ancho y largo que el mío. No pude evitar mirar de reojo como lo acariciaba por encima, hasta que decidido y tras unos varios «uff» viendo la peli, se la comenzó a machacar sin parar hasta que poco después, apartó su camiseta subiéndola hacia arriba y se corrió de una manera exagerada sobre su abdomen.

—Marica... —me dijo por no haber sido capaz de sacármela.

A partir de aquel día todo cambió. Juanca y yo ya no jugábamos ni veíamos cualquier tipo de pelis cuando estábamos solos en casa; ahora veíamos porno y nos la tocábamos mientras tanto. Después de varias veces, me había envalentonado y dado cuenta de que las pajas acompañado eran más entretenidas que solo.

Unas semanas después de nuestra nueva práctica, y es lo que vengo a contar, estábamos con los falos fuera, hablando de lo buena que estaba la tipa y el troncón que tenía el tío, cuando Juanca me miró sonriendo y dijo:

—¿La quieres tocar? —Paró de menearla y yo me quedé pillado con su propuesta—. Tú la mía y yo la tuya, pero sin nada raro, eh... que a mí me gustan las tías. Dicen que una mano extraña hace que te mole el doble.

Y yo, que me dejé convencer con facilidad, solté la mía para que la mano de él se posara en ella, sujetándola con vigor. Hice lo mismo y vi como mi amigo cerraba los ojos ante mi contacto y su pene se ponía más duro en mi mano. Juanca comenzó a movérmela con lentitud y tuve que cerrar los ojos y echar la cabeza hacia atrás yo también, para concentrarme en el gusto que me estaba entrando por el cuerpo. Aquella sensación nunca antes vivida hizo que mi respiración se acelerara y ante la mirada atenta de mi amigo, al que le avisé que terminaría en breve, solté varios chorros que llenaron su mano hasta que hubo descargado todo mi interior. Que no apartara la mano me impresionó y puso a la vez, así que le pajeé con más fuerza hasta que sentí como volvía a endurecerse como anteriormente, y viendo injusto no repetir su acción, dejé que se corriera sobre la mía, pringándome a mí también.

Siempre tuve claro que me gustaban las mujeres y a día de hoy lo tengo más que nunca, pero aquellas primeras pajas cruzadas fueron de las mejores experiencias de mi vida y, a veces, cuando me las hago solo, pienso en como mi amigo se corría en mis manos de vez en cuando.


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