Un desayuno cualquiera.

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Esa mañana el tocino de su plato lucía mas provocativo que nunca, cortó un trozo y se lo llevo a la boca.

-Este si es verdadero tocino de cerdo- pensó mientras saboreaba otro trozo. La camarera iba de un lado a otro con paso apresurado intentando ofrecer el mejor servicio. El olor a frituras de cerdo típico a esas horas de la mañana inundaba cada rincón del establecimiento.

Lee ya estaba acostumbrado a este sofocado ambiente, para  él era la mejor forma de comenzar su día. Solía sentarse en la ultima mesa de la única fila que había desde donde tenia una visión completa de todo el lugar, ademas a su izquierda tenia una ventana desde donde veía pasar automóviles por la carretera que comunicaba a la ciudad con uno de los suburbios.

-¿Quiere otra taza de café?- le preguntó la camarera llevando la mano izquierda hacia su cadera.

Absorto en sus pensamientos Lee dirigió su mirada hacia ella pero no puso atención a la pregunta formulada, llevaba un vestido enterizo azul oscuro ajustado para su talla que dejaba a la vista parte de sus piernas regordetas cubiertas por unas medias veladas un poco raídas.

-La misma ropa de siempre... Supongo que será un uniforme- pensó.

Al no escuchar respuesta alguna la camarera acercó la jarra de café a la taza de porcelana y la completó, esbozó una sonrisa bonachona y se alejó rápidamente hacia la cocina al percibir el olor a tocino quemado.

Luego de unos segundos Lee reaccionó, tomó la taza entre sus manos y dio un gran sorbo.

Nada como el intenso sabor del café- se dijo, aspirando luego el aroma del preciado liquido.

Cogió el tenedor y devoró los huevos revueltos en dos bocados, luego pinchó el ultimo trozo de tocino que quedaba y lo saboreó pausadamente.

Se recostó en el espaldar de la silla y dejo escapar un fuerte suspiro. La música country del restaurante era cada vez mas animada, el ambiente se hacía mas pesado. Dio un ultimo sorbo a la taza de café y se incorporó dirigiéndose a la barra en donde se encontraban varios hombres con aspecto de vaqueros. Alargó el brazo por en medio de dos de estos y dejó un billete de $20 cerca de la camarera.

-Gracias Amelie- le dijo-, el tocino de hoy estaba exquisito, a ver si puedes servirme de ese mismo mañana.

La camarera tomó el billete y rió suavemente.

-No todos los días se consigue tocino humano- murmuro mientras veía desaparecer tras la puerta de entrada a Lee.


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