Aburridas -3

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Se llamaba Mr28. O así se hacía llamar aquella monstruosidad oscura y venosa que me mostraba excitada en la pantalla del Iphone 6 que mi amiga se había comprado para disponer de una línea nueva que utilizaría solamente para esto. La foto del miembro era lo único que Bibi había solicitado a su juguete. Lo demás, físico, intelecto, situación, nivel económico, le importaba bien poco. Solamente quedaremos con él para chupársela y luego nos iremos.

-¿Quedaremos? ¿Desde cuándo he decidido acompañarte?

-Venga, acompáñame. Tú también te mueres por verla. He quedado esta tarde a las 6 en la tercera planta del parking del Hipercor de Meridiana.

-¿Pretendes que te acompañe hasta aquel barrio?

Tenía su lógica desplazarse a una zona de la ciudad que nadie de nuestro entorno frecuentara, pero una cosa era visitar un barrio medio y otra muy distinta hacerlo en uno de clase baja. Aunque no es el peor de Barcelona, eso se lo tuve que admitir.

Llegamos a las 6.10, Bibi nunca ha sido una persona puntual, aparcamos su Mercedes SLK en la misma planta, pero lejos del Opel Astra blanco de tres puertas en que nos esperaba. Suerte que había conducido ella, pues yo temblaba como una hoja. Como tuviéramos un problema, no sabría qué hacer ni qué decir. Ella, en cambio, estaba excitadísima.

En cuanto divisamos el coche, aparcamos a unos 50 metros de distancia. Como medida de precaución, además, subimos caminando a la segunda planta tomando una puerta que teníamos detrás de nuestro coche, para reaparecer en la tercera por el acceso más próximo al señor 28.

Un chico que aún no había cumplido los treinta años esperaba sentado en él. Estaba solo, aunque los cristales posteriores estaban tintados y no sabíamos si habría alguien más agazapado. Ese pensamiento me incomodó, pues el parking estaba bastante desierto y si decidían agredirnos, difícilmente tendríamos escapatoria.

Cuando el hombre nos vio dirigirnos hacia su coche sonrió ampliamente, sin quitarse las gafas de sol de espejo que supongo que buscaban hacerle pasar inadvertido. ¿Qué puede haber más llamativo que un hombre solo con gafas de sol en un sitio cerrado?

-Veo que iba en serio. Pensaba que no vendrías y resulta que aparecéis dos. Mejor dos que una –afirmó mirándonos de arriba abajo como si fuéramos dos trozos de carne. -¿Las dos sois damas aburridas?

-No, yo soy la dama aburrida. Ella solamente me acompaña –respondió Bibi altiva.

-Ah, tú eres la dama. Pues tu amiga también parece una dama, en este caso será la dama de compañía, ¿no? –apostilló altanero. Pero Bibi lo cortó, más brusca de lo que yo hubiera preferido.

-¿Y tú eres Mr28 centímetros? –preguntó mirándole directamente la entrepierna.

El chico, sin duda un niñato de extrarradio, sonrió envarado, al tiempo que se bajaba el pantalón de chándal blanco para mostrarnos aquella enormidad. Aún no estaba dura, pero en reposo asustaba.

-Bien, –continuó la maestra de ceremonias –tú y yo pasamos al asiento trasero mientras mi amiga se sentará en el delantero.

-Preferiría que me la chuparas arrodillada. Siempre he soñado con poner de rodillas a una zorra rica como tú.

-Eso aquí no podrá ser –respondió Bibi altiva mirando en derredor. –El vestido que llevo vale más de lo que cobras cada mes y no pienso mancharlo en este suelo asqueroso. Así que si quieres seguir adelante, será como yo he dicho. Si no, nos vamos.

-Está bien, tú mandas Dama Aburrida.

Abrió la puerta del coche para que Bibi entrara mientras él la secundaba. Yo lo rodeé para sentarme en el asiento del copiloto, pues no quería que el volante y los pedales me molestaran. Me giré, apoyándome en la puerta cerrada para gozar del espectáculo.

Mi amiga ocupaba el asiento de detrás de mí, así que el chico me quedaba en diagonal, por lo que tenía una panorámica perfecta de la acción. Mientras Bibi se recogía la melena rubia en una cola para que el cabello no le molestara, él alargó una mano y le sobó un pecho, preguntándole si eran naturales, a lo que mi amiga asintió. Supongo que quería que se las mostrara pero el vestido se desabrochaba por detrás, con cremallera, tenía asas anchas, y vi que ella no estaba por la labor.

Estiró los brazos para bajar el pantalón y el slip también blanco y apareció aquel trozo de virilidad que parecía haber crecido desde que nos lo había mostrado orgulloso fuera del coche. Bibi lo acarició, suavemente, recorriéndolo con lentitud, hasta llegar a sus testículos, inmensos, sopesándolos, para volver a ascender despacio.

-¿Qué te parece lo que tengo para ti?

-No está mal –respondió humedeciéndose los labios.

Bajó la cabeza sin dejar de mirarla ni un segundo hasta que sus labios besaron el glande, abriéndose tranquilos para degustar aquel manjar. Lo rodeó para ascender de nuevo, tomando carrerilla para bajar algún centímetro más. Ascendió de nuevo. Descendió un poco más. Así estuvo, con exasperante lentitud, un buen rato, hasta que llegó a engullir completamente aquel cilindro enhiesto. ¡Madre de Dios! ¿Cómo podía caberle tamaña monstruosidad en la boca?

Se la sacó, roja por el esfuerzo, y repitió el juego una segunda y una tercera vez. El chico resoplaba a la vez que alababa las excelentes dotes de mi amiga en un lenguaje bastante soez al que yo no estaba acostumbrada pero que parecía no molestar a mi compañera.

Bibi cambió, para lamer todo el miembro de la punta hasta la base, para finalizar en los depilados testículos del joven, donde se entretuvo un buen rato. Ascendió de nuevo, reanudando la felación a un ritmo exasperantemente lento. Estoy segura que sentía más placer ella que él.

El chico resoplaba, gemía, eso es niña rica, eso es, chupa, hasta que agarró la cola de Bibi tratando de dirigir el ritmo. Pero la experta felatriz no siguió sus indicaciones. Continuó a la velocidad con que había comenzado, sin modificar el vaivén, alternando succiones más o menos profundas, según su notable albedrío.

Hasta que el chico llegó a puerto. Bibi le masajeaba los testículos mientras él jadeaba estridente insultándola, sigue así zorra, la chupas de vicio puta rica, nunca ninguna furcia me la había chupado como tú, cuando las palabras dieron paso a un profundo gemido acompañado de intensos movimientos pélvicos.

Si ya estaba alucinada con la extraordinaria actuación de mi amiga, que no perdiera el compás a pesar de los envites del joven y que tragara sonoramente toda la semilla que sacudía aquel miembro, me dejó completamente perpleja. Más si cabe cuando aún tardó varios minutos en liberarla, despidiéndose de ella lamiéndola de arriba abajo, también los testículos, para volver a ascender hasta acabar besando el glande.

-¿Qué te ha parecido? –preguntó Bibi cuando ya estábamos en el coche de vuelta a nuestro barrio.

-Una locura.

-Va, dime la verdad. Seguro que te ha parecido excitante.

-Claro que me ha parecido excitante, pero no por ello deja de parecerme una auténtica locura.

-Ha sido bestial. Me he corrido. –No puede ser. –Te lo prometo. No ha sido un orgasmo típico, ya sabes, la explosión del clímax, pero desde que me la he metido en la boca hasta que he acabado, he sentido todo mi cuerpo vibrar. Buf, tienes que probarlo, te encantará.

 


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