La anhedonía

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Anhedonia, que me embargaba, haciéndome triste, infeliz.

    Anhedonia, que arrancaba de mí mis deseos tornándolos en inseguridades. Desconsolado suplicando en llanto al tiempo, cicatrices por heridas al cambio, al tiempo, de rastro extinto.

    Anhedonia, por nombre, como peste, guerra, muerte y hambre, y destas, no padecidas sino como permutaciones de mis tristezas o de mí, triste, o mi triste, disforia y astenia, en sus voces crueles maldades ocultas si bien epiqueyas no, empero, de la ley; el yugo interno, de moral cuestionable, el de los hombres: ¡Alma!

    Alma… no, ánimo, inflexible en tristezas y mudo en felicidades, agora, en paroxismos fúnebres por entersen a inobedientes voces, los controles estables, ceder virtudes ultra mes maldades, guardias inestables a las emociones represas ya sin, reparo, son empresas, útiles para viles o murmurados roces en el incrédulo ánimo; el tósigo en oscuridad reproducirse dejándome vacilante de espíritu; en anhedonia.

    Anhedonia, cruel, sin objeto, maldad simple en temple, indefinido su tiempo, o perenne, escaso de terminares o terminaciones. Sollozar en la quietud del reposo, a la realidad abordada exento de bruma; horribles visiones, terríficas criaturas, inhumanas bondades, bondadosas inhumanidades, direcciones de equivoco, voltarias aptitudes, siempre cambiantes, espurcias lavazas, ¡asumidas como comunes! que traíanme en desconsolado contento por desoladas fantasías en inexplorados parajes del alma, digo, ánimo, ocupado en traducciones a estas ensoñaciones para distraer al tiempo, de sin oficio ajeno, sino propio, dilucidar, en empresa épica sino fantástica, el inmaterial sueño profano, de interés al intelecto, a la ínsula del alma, dividir del cuerpo humano, mostrar ajeno al espíritu del contagio humano, su maldad e ignorancia latente, tomar represas y captas torturarlas. Así nace la anhedonía, de tipo cruel, de la que ahoga con sugerencias al menos curioso de los vivos, de la que ahorca con dudas el brío, de la que asesina las voluntades, sino volutas, esquirlas hechas que, al pisarlas, ¡la anhedonia! De voz lenta, reflexiva, ¡la anhedonia! Cruel, domínate, hedentina en su vaho, y de sus pasos, aseverante que es henchida de maldades, dix, faraute de la divisa alma posesa de anhedonía.

    Anhedonía que anega al harto ignorante, de dudas, por su naturaleza, del futuro, y de sus marchitos labios que revocan pútridos olores, perdida de sentidos o estos esclavos de su dueño en opresión interior, ¡LA ANHEDONÍA!


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