UNA MIRADA AL CONTROVERTIDO AMOR ROMÁNTICO

Claro está que también podemos sentirnos atraídos sexualmente por alguien sólo desde la

perspectiva biológica, hormonal, cuya presencia física del otro nos llama la atención y nos

sugiere el placer erótico sin discusión. Pero si llega el caso, no es necesario que disfracemos a

este instinto básico con un sentimiento romántico quizás debido a un recóndito escrúpulo

moral, que al final nos puede hacer más daño que bien.

Para mí el romanticismo alimentado por un bello físico, es una invitación, un reto que me

induce a conocer cómo es la otra persona, con la posibilidad - pues en la vida todo son

posibilidades- de llegar a amarla. Pero no se puede jugar a la sola carta del romanticismo para

acercarse a alguien, porque tan pronto como se establece la convivencia con el elegido, o la

elegida, es  inevitable que este ideal romántico baje como la espuma del cava y es cuando se

ven y se inflan los defectos de la pareja en cuestión, lo que da lugar a lo indeseado.

Tampoco se puede amar indiscrinadamente a alguien de acuerdo con su carisma - pues de

visita todos somos muy simpáticos y encantadores-, porque la ciudad es muy grande y hay

infinitas sensibilidades que no todas coinciden con la nuestra.

Yo creo de verdad que lo conveniente es detenerse en el camino, y sobre todo contemplar

a nuestro intrnaferible YO en el que va implícita una manera de ser con sus gustos, sus

aficiones, y sus valores que se deben de saber compartir con álguien de su misma onda

sensitiva, siempre con un estado de ánimo de generosidad hacia los demás. Es lo que se llama

ir en busca de intereses comunes con una pareja, ya que ésto es el combustible que hace que

se mantenga la llama del amor tal cual. De lo contrario es ir dando palos de ciego.

Pues en la Antigüedad en la entrada del templo de Delfos en Grecia había un letrero que

todavía hoy en día tiene vigencia que decía: CONÓCETE A TI MISMO... Y yo añado: Y ACTÚA

EN CONSECUENCIA.