EL DÍA EN QUE ME LIÉ A "NICOLE KIDMAN" 1

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Desde mediados de los años 50 yo al igual que muchas personas, no he dejado de ir al cine y

al teatro, puesto que en la región en la que vivo ha habido una fuerte tradición cinéfila que ha

constituido no tan sólo una válvula de escape para un colectivo social sumido en problemas de

toda índole, sino que también el Séptimo Arte ha sido una vital educación para la gente de mi

generación la cual nos ha enseñado distintos aspectos del factor humano, y aprendimos

asimismo a desarrollar el juicio crítico sobre cualquier film que a la vez éste se tranferiría a

cualquier situación de la vida.

En aquel lejano ayer cada barrio de la ciudad disponía de cinco o seís cines de sesión doble y

contínua que siempre se llenaban; y el hecho de ir los sábados por la noche a una de

aquellas salas de salas de  proyección sea con la abuela, o la madre, no dejaba de ser un

grato acontecimiento que nos suscitaba una viva emoción que rompía con la gris rutina

cotidiana que nos embargaba; y en dichos locales durante la promagración muchas familias

cenaban la comida que se traían de casa en unas fiambreras juntamente con la botella de vino

como si hubisen ido a un "picnic" en el campo.

Esto contrastraba cuando yo iba al cine de estreno con mi madre a ver alguna película

importante como por ejemplo EL PUENTE SOBRE EL RÍO KWAI de David Lean, donde el público

hablaba en voz baja como en un templo, y nadie ensuciaba el suelo con cáscaras de pipas.

Entonces mi emoción se acrecentaba cuando las cortinas que cubrían la pantalla se iluminaban

con una luz indirecta, y se abrían ceremoniosamente mientras sonaba la banda sonora de la

película porque aquello era comparable a cuando a uno le hacen un regalo el día de su

cumpleaños, que en aquel caso era la historia que se iba a contar en imágenes.

Años más tarde me decanté por los cines de Arte y Ensayo en los que se proyectabnan

películas en versión original y con un enfoque y una estética más intelectual, fueran de

prestigiosos directores-autores tanto americanos, como europeos, y yo disfrutaba

enormemente comentando dichas producciones con amigos, o  familiares.

Reconozco que a lo largo de mi vida cinéfila me fascinaron muchas actrices de distintas

nacionalidades, pero nunca me había llegado a imaginar que un día a finales de los años 80

viera una película comercial en un cine cualquiera en la que aparecía una joven y estupenda

actriz que con el tiempo se haría famosa llamada Nicole Kidman que llegara a fascinarme

tanto. Y no sé por qué me entró la obsesión que quería a una mujer como aquella, ya que

al parecer su feminidad, y su hermosura que sugería un erotismo angelical había calado con

fuera en mi sensibilidad libidinosa.

Aquel descubrimiento coincidió en el momento en que yo era socio del Club de Vangüardia,

que era un centro cultural de mi ciudad, el cual dependía de un importante periódico del

mismo nombre que tenía unas modernas intalaciones, donde se impartían conferencias de

todo tipo, y asimismo el Centro facilitaba asistir a preestrenos fuesen de películas, o de obras

de teatro; o bien organizaba excursiones culturales en la ciudad.

Allí conocí al actor Eusebio Poncela, que era un hombre muy educado y prudente, que era el

protagonista de la película LA LEY DEL DESEO, de Pedro Almodovar, quienes habían venido

a Barcelona a promocionar aquel film, el cual por cierto a mí no me gustó en absoluto, y le

enseñé al actor en qué consistía aquel lugar, por lo que éste se empeñó en presentarme al

famoso director manchego, quien en aquel momento era un principal artífice de "La Movida

Nacional", que fue un anticonvencional movimiento que surgió en aquellos años con la

pretensión de romper con el anterior rígido y retrógado modelo franquista que había durado

demasiadas décadas - pues era similar a la espuma que del cava que se desborda al abrir

la botella-, dando viá libre a la ambivalencia sexual con los gais y lesbianas; que si bien

aquel libertino marco propició a notables artistas de cualquier tendencia, también dio entrada

a una desidia ética en la que se puso de moda la estafa económica en el mundo financiero. Así

que conocí a Pedro Almodovar el cual me pareció que era muy altivo, y me saludó con un aire

disciplente rodeado de toda suerte de periodistas.

Fue entonces cuando para mi asombro vi que en un rincón de aquella iluimada sala se

hallaba  "Nicole Kidman". Esa fue la impresión que tuve, pero enseguida me

apercibí que se trataba de una joven llamada Rosa que se parecía bastante a la actriz. Y es

que hay en el mundo prototipos de personas, que hacen que se parezcan las unas a las otras.

Tras una coloquial conversación de contacto, derivamos a lo personal, y para mi satisfacción,

aunque yo no era Tom Cruise, congeniamos sin ningún problema.

 

 


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