La biblia de JDLRM 6ª Parte: Hermanos

Por
Enviado el , clasificado en Fantasía
1382 visitas

Marcar como relato favorito

Odio, rabia, metal, y sangre. Aquellas serian sin duda, las primeras palabras con las que describiría aquella batalla que había alcanzado el mismísimo corazón infecto de Mangun, capital demoníaca en la tierra.

Los ángeles, liderados por el arcángel Miguel, habían llevado la guerra al territorio de los demonios, aplastando tras de ellos a sus antaño inmensos ejércitos, y arrinconándolos en su capital. Todo gracias al arma que portaba el arcángel, la cual brillaba ahora con una luz infinitamente superior a la que había mostrado tras el asesinato de Uriel.

Los demonios y demás aberraciones arrastradas desde el mismísimo infierno hasta la tierra, luchaban con fiereza a la par que tratan de proteger a toda costa su fortaleza, pues aquel lugar alberga el portal que los ha conducido a la tierra, y de perderlo, sin duda, habrían perdido la guerra. Sin embargo, la luz de Arcadius arrasaba con ellos sin piedad alguna, dándole una enorme ventaja al bando de los cielos. Ya frente a las puertas del conocido como bastión de Mangun, Miguel alza su arma, y la reduce a cenizas. Al otro lado, sus tres hermanos, junto a lo que queda de su ejército aguardan.

-Lucifer: Hola hermanito, ¿qué tal se encuentra el resto de la familia? Hace ya algún tiempo que dejé de sentir su presencia, ¿acaso han vuelto al cielo?

El arcángel Miguel ignoró las palabras de su hermano, a sabiendas de que buscaba provocarle, y posó sus ojos sobre el portal. O al menos, sobre el lugar en el cual debería de encontrarse este.

-Miguel: Ya veo, a vosotros tampoco se os permite volver a casa. Así que supongo que lo presente, es todo lo que queda del infierno.

-Sariel: Y, aun así, os superamos por millares.

La arcángel Sariel hizo sonar un cuerno de guerra. Tras su rugido, decenas de miles de demonios surgieron de la tierra, rodeando por completo al ejército del cielo. No obstante, a Miguel aquello no parecía preocuparle. Tras unas frías carcajadas, agarró con fuerza a su querida Arcadius, y la alzó para que todos pudieran admirar su magnificencia.

-Miguel: A qui los tienes… hermano.

Los arcángeles del ejército del infierno, en un principio no parecían comprender lo que Miguel, con aquellas palabras quería decir. Pero en seguida se los aclararía.

-Miguel: ¿Querías saber dónde están nuestros hermanos? -El arcángel posó su mirada sobre la lanza- aquí los tienes.

Ni siquiera los demonios más oscuros y desalmados del infierno, podrían evitar que las palabras del arcángel les revolviese el estómago. Tanto Sariel, como su hermana Remiel, estallaron en ira tras ver el desprecio que aquel arcángel sentía por su propia sangre, y atacaron al unísono. Miguel iluminaría Arcadius, cegando a sus dos hermanas, antes de que estas, siquiera pudieran acercarse. Primero saltó frente a Sariel, y la partió en dos con la lanza, para seguidamente, someter a Remiel contra el suelo, con el poder de Arcadius, para, finalmente, atravesar su corazón. O al menos, el lugar donde de tenerlo, habría estado. La esencia de ambos arcángeles, quedaría sellada en la lanza para la eternidad.

-Migue: ¿Lo ves, hermano? Así de fácil mataré al primogénito de nuestra raza, y cuando por fin tenga tu poder, enfrentaré a los jinetes.

-Lucifer: ¿Ahora, quien es el monstruo? -El señor del inframundo apretaba sus colmillos con rabia- dímelo, hermano...

-Miguel: A veces tienes que sacrificar a quienes más quieres, en beneficio de un bien mayor.

-Lucifer: En beneficio de una ambición personal… querrás decir.

Lucifer dio la señal a su ejército de atacar, y en cuestión de segundos, Mangun, nuevamente quedó envuelta en la violencia. Sin embargo, en esta ocasión, un tercer ejercito haría acto de presencia. Los humanos.

Sin siquiera haber notado su presencia, los humanos se habían adentrado en el territorio demoníaco. Y mientras enormes bombas químicas inundaban de gases nocivos el campo de batalla. Aquellos hombres y mujeres, enardecidos con la ira y el poder, que los jinetes les habían proporcionado, bajaban las colinas que rodean la ciudad maldita, recubiertos con máscaras y fuertemente armados.

Ametralladoras, rifles, lanza granadas, vehículos de asedio por tierra y aire, un armamento desarrollado por aquellos seres, que si bien en un principio, no poseían la fuerza de un ángel, o de un demonio, sí que poseían lo que en su tiempo se les ofreció como un regalo por parte de Vida. La semilla del conocimiento. Un don que habían utilizado para crear formas de matar, que ni ángeles, ni demonios, jamás habrían soñado.

-Forcer: Que no quede nadie con vida.  


¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales

Denunciar relato

Comentarios

COMENTAR

(No se hará publico)
Seguridad:
Indica el resultado correcto

Por favor, se respetuoso con tus comentarios, no insultes ni agravies.

Buscador

ElevoPress - Servicio de mantenimiento WordPress Zapatos para bebés, niños y niñas con grandes descuentos

Síguenos en:

Facebook Twitter RSS feed