Un cierto profeta

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Si tolero tus diferencias con gusto. Simplemente comparto. Solo puedo tolerar consintiendo aquello que no me gusta.

 

Por fin, un profeta ateo habló a las masas. Describió donde habitaba la intolerancia; donde las diferencias justificaban la muerte: ¡En la religión! La gente lo aplaudía y el se sentía reconfortado. Alzó sus manos solicitando tolerancia. Y la ovación lo premió.

 

Llamó a aquel día el comienzo de una nueva era. El inicio de un camino donde la humanidad se uniría en un frente común.

 

Con un grito incitó a las masas al comienzo de la nueva filosofía. Una gran estampida de gentío se diluyó entre las calles del pueblo.

 

El profeta se sentó en el suelo satisfecho. Hasta el pueblo parecía iluminado. Pero agudizó su mirada y la amargura corroyó su alma. Llorando maldijo el entendimiento humano. Era cierto que el pueblo estaba iluminado... Pues todas las iglesias ardían.

 

Pero yo soy de los que no toleran, cuando nadie me mira.

 

 

  Jesús Cano

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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