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- Acabo de coger con un tipo.

Así, sin preámbulo ni delicadeza, es el mensaje que le mandé a Javier, a las 5.29, la madrugada del sábado pasado.  Fue un impulso, una reacción.  Leo se acababa de ir de casa, una mezcla de sensaciones comenzaron a envolverme lentamente, y, sin pensarlo, agarré el celu, busqué a Javi, vi que estaba en línea (qué haces conectado a esta hora!!??) y le solté la frase con el corazón latiéndome aceleradamente.     Conocí a Leo por Tinder. Me atrajo su sonrisa apenas vi sus fotos. Tiene cara de tipo simple, me dije.  Había algo muy sexy en él, hasta primitivo, tal vez su manera despreocupada de encarar la vida, su charla franca o su simpleza desbordante.    Nuestra primera cita fue un domingo. Domingo de Julio, frío y ventoso. Su presencia me gustó, su mirada me gustó, su sonrisa era tan linda como en las fotos. Amable, conversador, atento, considerado. Me escuchó, lo escuché, nos reímos, nos contamos pequeñas o grandes cosas de nuestras vidas. Me dí cuenta que su alegría y constante sonrisa esconden, en verdad, una infancia muy dolorosa, llena de maltrato y soledad. Admiré su templanza, admiré su determinación de haber podido trascender ese pasado, me sentí cómoda junto a él, es ese tipo de persona que enseguida hace que te sientas a gusto. Cuando me dejó en mi casa, luego de confesarnos mutuamente que la habíamos pasado muy bien, me besó. Y me gustó.   Nuestra segunda cita fue un viernes. Los días nublados y lluviosos encienden algo en mi. Viernes, nublado y lluvioso, presagiaba un segundo encuentro bastante interesante. Nuestras charlas seguían deslizándose como en un tobogán, sin obstáculos, apaciblemente, con una confianza creciente, una complicidad que comenzaba a asomarse de a poco.

Vino, cena, lluvia, truenos, frío.

Lo invité a mi casa, aún insegura del paso que estaba por dar.

Charlamos brevemente, temas sin importancia y comenzamos a besarnos. Su lengua envolviendo la mía en una danza sin pausa, me entregué a sus besos sin pensarlo. Y le regalé los míos sin mezquindad. Nuestros cuerpos entrelazados, apretados, comenzando a encenderse lentamente. En mi mente se arremolinaban pensamientos que me aturdían. Por qué no sos vos el que está acá?! Qué estoy haciendo?! Quiero coger!! Quiero coger!! Quiero coger!!

Lo llevé a mi cuarto, me tiró en la cama, nos besamos mucho, muy fuerte, muy profundo. Comenzó a acariciarme los pechos por encima de mi blusa, comenzó a gustarme lo que estaba pasando, si bien a lo lejos seguía escuchando esa voz que me gritaba que no era Javi el que estaba ahí.... Me desnudó torpemente y, mientras seguía besándome, me metió la mano por debajo de la ropa interior y, cuando me acarició, un temblor me recorrió el cuerpo entero. La espera había terminado. El día de la cogida había llegado.

Con sus dedos dentro mío, comenzó a besarme, lentamente, los pezones, los pechos , bajó por mi vientre hasta mi pubis, podía sentir su respiración azotando mi entrepierna, siguió besándome, la ingle, el clítoris, hasta que metió su lengua donde antes habían estado sus dedos. Mi cuerpo se contrajo en un acto reflejo. La luz estaba apagada, y era mejor así. Siempre me gusta ver los ojos de quien me está dando placer, pero, en este caso, sabía que los ojos que iba a encontrar no eran los que yo deseaba ver. Mi cuerpo pedía a gritos que esa lengua fuera la de él, que los dedos que acababan de penetrarme fueran los de él. Porque "él" es otro. Resignada y caliente, logré desconectar mi mente del juego perverso al que me estaba sometiendo y sólo me concentré en gozar, en abrirme a la experiencia sin la carga del pasado o la incertidumbre del futuro.

Leo aún tenía su ropa puesta. Aún no había podido tocarlo, aún no sabía cómo sería su pene... Siempre fantaseo con el tamaño del miembro del tipo que estoy conociendo. Me gustan los penes grandes y anchos, me calientan, pero la vida no ha sido muy generosa conmigo... O con los hombres con los que he salido.

Íntimamente sólo deseaba que el miembro de Leo se pareciera, aunque sea sólo un poco, al enorme y ancho pene de Javi... Desesperada le saqué la camisa, le bajé los pantalones, le metí la mano debajo del bóxer y no encontré nada. Leo, mi Leo, tenía el miembro más pequeño que jamás me haya tocado tener entre mis manos. No sólo era pequeño, sino que, por algún motivo que desconozco, no estaba erecto, o duro, o erguido, o caliente...

Me considero una mina sensual, amante del sexo, caliente y abierta a ser cogida, por eso mi sorpresa ante esta inesperada situación. Mi shock duró un par de segundo, durante los cuales me vino a la mente una frase que escuché alguna vez por ahi: "hay que bailar con lo que tenemos" Y entonces, decidí bailar y divertirme y acabar a pesar de las circunstancias. Desorientada le pregunté qué lo calentaba, que me guiara para poder hacer que ese diminuto pene lograra erguirse y penetrarme... Me dijo que le encantaba que se la chupen... Así que yo, obedientemente, dediqué los siguientes minutos a trabajar en eso.

Lo tomé entre mis labios, despacio, con dedicación, con esmero, de a poco comenzó a reaccionar, a ponerse duro, a erguirse. Yo sólo deseaba que me cogiera, no me importaba ya, que fuera pequeño, sólo quería sentirlo dentro mío... Se puso un preservativo, me penetró un par de veces, no sentí nada y lo sacó blando como al principio... Me dijo que eso pasaba, que no había problema, que no me preocupe... Y le hice caso. No me preocupé por él ni por su pene. Yo quería acabar. Comencé a tocarme, él me metió los dedos de nuevo, y yo lo acompañé con los míos...Ya llegando al clímax, él bajó de nuevo hasta mi entrepierna y me hizo acabar así, con su lengua metida profundamente, sin penetración y con una rara sensación en el ambiente...

Nos quedamos acostados, abrazados unos minutos, me repitió que no me preocupe, que no era yo el problema, que la próxima iba a ser mejor, se cambió, lo acompañé hasta la puerta, nos despedimos con un beso, entré a mi cuarto, agarré mi celular, busqué a Javi, ví que estaba en línea y le mandé, a las 5.29 de la madrugada el siguiente mensaje:

- Acabo de coger con un tipo.


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