El jadeo positivo

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Son las 3:22 de la madrugada. Después de dormir ocho agradecidas horas, empieza un nuevo día para mí. Comienzo mirándome de reojo al espejo del cuarto de baño y me digo” hay que mejorar”. Después pongo el café, en una cafetera de color plata. Mientras la cafetera entra en ebullición enciendo la computadora y preparo la ropa para salir a correr. Estoy en el baño cuando poco a poco voy oliendo y escuchando el inigualable sonido de la cafetera “vaya momento” es como si, apareciera “DIOS” que momento más amable, emotivo.

Preparado, estirando en la esquina de los aparcamientos de la urbanización. Comienzo a trotar al ralentí lento hasta encontrar un ritmo adecuado. Voy jadeando a la altura del kiosco que hay en frente de un hotel. No para de gotearme pensamientos positivos, es una mezcla brutal “el jadeo positivo”.

Con el positivismo al alza (risas), empiezo a soñar despierto a fantasear con mi madre. En el sueño le relato a mi madre, en el primer salón de la casa de mi abuela, sentados en unas butacas de madera antigua (muy bonitas), la historia del capitán que se acostaba con todas las mujeres que había abordo del mercante. El capitán era un hombre de sesenta y ocho años de edad, apuesto, alto, de pelo canoso bien cuidado, con rostro liso apenas unas arrugas verticales en el entrecejo, de piel morena, bien afeitado, hombre serio pero de carácter alegre. Mientras le describía a mi madre a este señor, mi madre bostezaba, cuyo bostezo consiste en abrir la boca lo máximo posible bien estirada y mantener durante cuatro segundos la boca bien abierta. Podía ver como se ejercitaba los músculos faciales (dicen que el bostezo se contagia más con las personas que están más unidas). El capitán como buen mujeriego lo tenía todo bajo control. Siempre repetía la misma táctica con las chicas oficiales que embarcaban. Él les decía <<parece mentira, pero me he sentido atraído por tus ojos, tus labios y creo que tienes una dulce voz, yo te enseñare todo lo que necesites>> ¡claro!, las muchachas quedaban encantadas de la vida, que un capitán de la marina mercante te recibiera de semejante manera. Cuatro horas más tarde estaba la chica en el camarote del capitán comiéndool…..¡Killoooouuuuu! escucho una voz fuerte, en plena ensoñación, desde lo alto de un bloque. Era don “ENRIQUE CELESTE UBEDA ROCA”, un chaval que conozco hace muchos veranos. Llego a casa y todavía puedo oler el grandísimo aroma a café.


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