Sana relación 1

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Me presento, me llamo Julien Sorell, como indica mi nombre, mi ascendencia es francesa ya que el origen de mi padre es ese, aunque yo soy nacido en España, concretamente en la bonita ciudad de Valencia, en la luminosa costa mediterránea. Mi padre, en uno de sus muchos viajes, se enamoro de una hermosa mujer de esta tierra, la que posteriormente me engendró a mí, es decir mi maravillosa madre, y decidió organizar su vida personal y profesional aquí, nunca se lo agradecí lo suficiente. Por desgracia mis padres ya fallecieron y quedé como único heredero de una saneada y prospera empresa de importación y exportación.

Yo en este momento tengo 52 años, muy bien llevados por cierto, tengo una posición económica muy cómoda que me permite mantener un alto ritmo de vida con el horizonte totalmente despejado. Me gusta mantenerme en forma y para ello no reparo en esfuerzo ni en gastos. Además de hacer musculación diaria y yoga, suelo ir a correr asiduamente a la playa, me encanta, voy temprano, a las ocho y media ya estoy allí. No necesito ningún equipamiento ya que corro solo con bañador, voy descalzo, me gusta sentir la arena, como se crea un efímero modelado por la presión de mis pisadas y como mueren las olas contra mis pies. Una ventaja de correr en la playa es lo sugerente del lugar, tanto por el paisaje natural como por el humano, el lugar es muy agradable, esta muy cerca de mi casa, solo un corto paseo en coche y te encuentras con el limpio horizonte marítimo.

A la temprana hora que voy hay poca gente, un grupo de madrugadores jubilados y algún bañista. Aún así puede ser que te encuentres con alguna presencia motivadora, me refiero a que no soy en único que recorre la playa. En los meses de Julio y Agosto es cuando más compañía tengo, y alguna muy agradable, es el caso de dos hermosas hembras con las que me suelo cruzar, ya que el tramo de playa lo repito unas diez veces corriendo y estas bellezas lo hacen andando a paso ligero durante el mismo tiempo que yo son innumerables las veces que nos cruzamos, unas veces frontalmente y otras las alcanzo por detrás. No se que tipo de encuentro prefiero, las dos chicas son esculturales, altas y esbeltas, la mayor rubia, melenita años 60 con algún toque de modernidad, grandes ojos capaces de beberse toda la luz levantina, boca sensual con labios carnosos, largas y firmes piernas concebidas para recorrer todos los caminos de la tierra, eternas y sensuales caderas, esplendidos pechos capaces de calmar el hambre y el deseo del mundo. La otra chica es algo más joven, pelo largo y castaño, ojos inteligentes, picaros y traviesos, elegante nariz y boca en la que resalta la nívea dentadura en constante exhibición al estar enmarcados por unos alegres y risueños labios. Caderas curvilíneas de perfecta geometría, todo este regalo de los sentidos sustentado por unas interminables piernas. Esta embriagadora visión la contemplo al cruzarnos frontalmente, cuando el encuentro es por detrás me cuesta adelantarlas, preferiría seguir el ritmo de ellas, quedarme atrás y llorar de felicidad. Visten unos elegantes bikinis con la virtud de dejar algo para la imaginación. Se adivina un origen divino de estas beldades de las que reconozco estar completa y totalmente enamorado.

Ya he comentado que a pesar de mi edad tengo un envidiable cuerpo, 1,85 cm de altura, 75 kg. sin un gramo de grasa, marcados músculos pectorales y abdominales, robustas y maratonianas piernas, atractivo rostro, abundante y completa cabellera con seductoras sienes plateadas. Por eso no es raro el encontrarme con furtivas miradas femeninas, es lo que me ocurría al cruzarme con mis musas, yo no podía evitar el mirarlas y mostrar mi mas cautivadora sonrisa, de ellas notaba unas insinuantes y picaras miradas que me hacían correr con mas ganas para acortar el tiempo hasta el nuevo y fugaz cruce de miradas.

Normalmente, después de una hora corriendo suelo dedicar un largo rato a nadar placidamente y 4 disfrutar de estas aguas trasparentes, al salir fel agua me tumbo en la toalla hasta secarme y cuando empieza el sol a castigar con su abrasadora verticalidad tomo el camino de vuelta a casa. Siempre me suelo colocar en la misma zona, algo distante de las hermosas caminantes. Seguramente por una cuestión de magnetismo, el espacio entre ellas y yo se iba reduciendo, en esta playa de ensueño no suele haber aglomeración y es fácil elegir libremente tu espacio, así ocurrió que terminamos estando a pocos metros de separación, hasta el punto de poder oírlas hablas, he dicho bien oírlas que no entenderlas ya que el idioma delataba el origen eslavo de las encantadoras paseantes, confirmado por la blancura de su piel, similar a la lechosidad de una patata recién pelada. Esto hacía que no pudieran soportar excesivamente la refulgencia del astro rey.

La hora de irnos era similar, a veces las encontraba en la parada del autobús de vuelta a casa. Un día que el sol castigaba más de lo habitual me acerque en mi auto a la parada y les propuse llevarlas a su casa, se miraron interrogativamente y aceptaron mi invitación, no tenía que desviarme demasiado. Ya tenía el camino despejado, ya podía empezar a conocerlas y no tardaron en soltarse. Me confirmaros su origen ruso, la mayor se llama Nastasia y Aglaya la menor, les pregunte su patronímico y al saber que era Ivánovna quede sorprendido al tener coincidencia con algunos personajes de Dostoyevski y es que su padre, al igual que yo, es un gran admirador del genial escritor y de su famosa novela protagonizada por el príncipe Myshkin. Tuve que reconocer la singular coincidencia, al igual que en mi caso ya que Julien Sorell es un personaje de Stendhal de su novela Rojo y Negro, en este caso era mi madre la admiradora del genial creador, estaba claro que esto era premonitorio, tenía que dar frutos.

De esta manera continuamos un tiempo, no solo coincidíamos en los recorridos, también nadábamos juntos y juntos tomábamos el sol. Yo no quería forzar la situación, ya caería la fruta cuando estuviera madura y eso no tardo en ocurrir.

Un miércoles de Agosto me sorprendió ver únicamente a Nastasia, me comentó que Aglaya tenía que examinase del carnet de conducir. Ese día quiso correr a mi lado, sus portentosas y largas piernas me hicieron sufrir más de lo que yo pensaba. Nadamos juntos sin esforzarnos en evitar roces fortuitos, yo la notaba en mi espalda con sus increíbles pechos, no podía ser casual, pero le dejaba la iniciativa, al intentar salir del agua quede bloqueado al sorprenderme con una potente e indiscreta erección, ella soltó una risita cargada de lascivia.


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