A galope de mi primo Paolo

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Me miré en el espejo, observé mi cuerpo, me gustaba verme desnuda, no estaba nada mal para mis cuarenta años. Me vestí con mis ajustadas licras que realzaban mi culito respingón y mi delgada silueta, los playeros y a correr se dijo.
La mañana era fresca, inspiré profundo, me encantaba tomar aire de montaña, pasé por el río que me traía muchos recuerdos, el parque dónde jugaba con mis primos, el merendero donde tonteé por primera vez.
Llevaba una hora corriendo, sudaba a lo bestia, sentí tras de mí una moto, me arrimé a la orilla, me giré y ahí estaba él, el simpático de mi primo Paolo.
– ¿Te asusté, primita?.–Me dice con cara burlona.
– Pues no.
– Voy a subir al monte, ¿quieres venir?.
– Si, bueno no sé, la última vez que subí contigo intentaste sobrepasarte, ¿te acuerdas?.
– Joder prima, pues no ha llovido ni nada. Me fijé como me mirabas anoche, me comías con los ojos.
– Yo no era la única que miraba, te pillé más de una vez mirándome el culo, jajaja.
– Anda sube, que te voy a llevar a un sitio mágico.

Me subí tan veloz como había corrido y se volvió a repetir la historia, otra vez me agarré a él, a ese cuerpo que siempre había deseado explorar, era fuerte, viril, musculado, y otra vez volvió a pasar sus manos por mi culo, pero esta vez lo hizo lento, con maestría. Todos los bellos de mi cuerpo se estremecieron y mis pezones se pusieron duros.
Aceleró la moto y por veredas se adentró en el monte, entre bosque y llanuras, subir y bajar me fui acoplando a su cuerpo, mis muslos se rozaban con los de él, roce que me gustaba ya que todo mi cuerpo era volcán y fuego.
Su mano la quitó del manillar y la puso en mi rodilla, sintiendo su presión, mi pecho empezó a palpitar, su contacto estimulaba mis instintos más primitivos, el muy cabrón lo sabía, pero no se por que nunca entre nosotros había habido nada que no fueran miradas muy cargadas eróticamente.
Un trueno sonó sobre nuestras cabezas haciendo que mirásemos hacía arriba, una gran nube negra cargada de tormenta no se hizo esperar, la tromba de agua era increíble, en pocos minutos estábamos calados hasta los huesos.
– Iremos a un refugio que está muy cerca de aquí, no te preocupes, primita.
Me agarre lo más fuerte que pude, en cuestión de segundos estaba todo hecho un lodazal, me sentía muy segura, mi primo sabía lo que hacía, manejaba la moto con destreza y habilidad, enseguida vino un pensamiento morboso a mi mente, de esos que me gustaba alimentar, ¿sería igual en la cama?...
Llegamos a una cabaña, nada mas entrar me di cuenta que se utilizaba con bastante frecuencia.
– Aquí traes a tus rollitos, por lo que veo.
– Puedes pensar lo que quieras, Ana. Bueno, voy a encender el fuego, quítate esa ropa mojada, vas a pillar una pulmonía.
– Y, ¿por qué no vienes tú a quitármela?.
Lo deseaba, ya estaba bien de mirar a otro lado, lo quería dentro, quería ser poseída por él.
Se acercó y me miró directamente a los ojos, sin pestañear agarró mi camiseta y la sacó por mi cabeza. Metió sus dedos por la tira del sujetador y las bajó. Acercó sus labios carnosos a mi boca y la hizo suya, haciendo tambalear todo mi cuerpo, irradiaba tanta sexualidad, que mi cuerpo pedía más rapidez, ya, lo quería ya.
– Tranquila Ana, llevo tanto tiempo esperando, que no pienso correr.
Me agarró de la cintura para subirme encima de la mesa y volvió a besarme, suave sin prisas queriendo relajar mis ansias de deseos. Cuidósamente desabrochó mi sujetador dejado libre mis redondos pechos. Bajó hasta ellos y los besó, chupó y lamió mis pezones. Yo, gemía desconsolada, pues mi vagina, gritaba silenciosa. Intenté tocar su pene encima de su vaquero, pero Paolo no me dejó, –shhh, tranquila, ya tocarás, ahora me toca a mí.
Bajó mi licra y después mi braguita, me elevó las piernas, abriéndolas, dejando todo mi sexo expuesto para él – Joder Ana, que cosa más rica tienes aquí.
Sacó su lengua y lamió, del clítoris al ano, del ano al clítoris, cuando estaba en éste presionaba fuerte haciendo que yo me contrajera de placer. Succionaba mis fluidos cómplices de mi placer, era enloquecedor sentir lo que una boca experta era capás de hacer, sentir su lengua abriendo paso en mi vagina, explorando mis rincones mas íntimos hacía que me corriera una y otra vez, quedé relajada, servida, pero algo me decía que quedaba más que descubrir.
Me baje de la mesa y él se puso en mi lugar. Con mi camiseta le tapé sus ojos pues quería que sintiera mis manos que fueron poco a poco desvistiendo ese cuerpo que tantas veces había imaginado mío, cierto era que no me había equivocado con su virilidad, su pene salto del slip como un resorte. Duro, grande gordo, todos los ingredientes para ser bien cogida. Con mi lengua lamí desde la base de los testículos hasta el grande repetidas veces hasta dejarlo bien mojado, lo agarre desde la base y subí, bajé otra vez y poco a poco fui introduciendo pedazo de mástil en mi boca, era imposible abarcar toda, así que seguí el mete y saca ayudándome con la mano, estaba riquísima.
No quise esperar más quería tenerla dentro, me subí a la mesa y me puse justo encima de su pene, dirigí su glande a la entrada de mi vagina, me agarré a sus hombros para que por la inercia fuera entrando poco a poco, sentía cada centímetro, mi vagina se iba adaptando a su paso, era tan gorda que me sentía llena. Sentí que estaba toda dentro cuando sus testículos tocaron mi ano. Le quite la camiseta de sus ojos, nos miramos y volvimos a besarnos mezclado todos nuestros fluidos.
Mis caderas empezaron a moverse haciendo círculos, sus ojos quedaron en blanco, signo de placer. Apreté lo más que pude el esfínter y seguí con mis movimientos más rápidos, los dos jadeábamos, era increíble, –asshhh, primaaa, sigueee, asshhh...
Galopé a mi caballo todo lo fuerte y rápido que pude hasta que sentí como se contraía dentro de mi y me inundaba, sintiendo multiorgasmos...aassshhhhh.....uummmmm....aasshhh. Me acerqué a su oído y le dije, –¿repetimos primo?, pero ahora montas tú a la yegua.

 


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