Riéte del segundo.

Nostalgia por momentos. Reírte de aquello que viviste y derramar lágrimas de alegría por haber tenido aquel momento en tus manos. Reconocer que marchitó como agua entre los dedos y ponerte a pensar en lo mucho que queda aún por vivir. Y es que el ser humano, afortunadamente a veces y no tanto otras veces, tiene la capacidad de retener en la memoria hasta el mínimo detalle e incluso hasta el más insignificante de los gestos. Sentimientos y emociones que desaparecen, vuelven temporalmente o puede que se queden contigo para siempre. Porque después de llegar a la cima, cabe la posibilidad de que caigan en picado o tal vez corras la suerte de que aparezca la persona que sepa mantenerlos a salvo y si me apuras, que los engrandezca dandote esa sensación de gozo al darte cuenta que la vida es otra cosa contraria a la lamentación. La vida, algo tan inseguro como segura es la muerte, que el tiempo corre sin sentarse a esperarte. Corre a velocidades inapacibles y cuando te quieras dar cuenta, te encontrarás en el momento en el que te gustaría recordar tu andadura con una sonrisa, satisfecha y saber que nada de lo que has hecho puede causarte arrepentimiento y que no hay nada que no hayas podido cumplir.

Ríe. Ríete de aquello que te hizo más fuerte. Ríete de la vida, más concretamente, ríete de cada uno de los momentos.