Jessica y el "Negro"

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Entra en el bar con los hombros levantados y se apropia de un taburete. Al sentarse la falda corta deja ver su braguita de algodón con bordes de vello, ni un gesto en su rostro. Diligente, el dueño le sirve su café con leche (que sabe que no cobrará). A ella le calma el sitio y se deja estar. Un viejo le mira el interior de la falda, ella le congela la mirada. Después, un chaval se hipnotiza con lo mismo, a éste le suelta un revés que le coge media oreja - Heeey, le sale al sorprendido en un quejido. El sol se filtra hiriente por el ventanal marcando la zona central. El resto del local se reserva medioscuro. Es pequeño pero hay diferentes espacios. Al fondo cuatro hombres mayores juegan al dominó. La radio suena con música variada y huele a café y a lugar cerrado. En la barra de madera hay marcas de bayeta húmeda. Jessica mantiene el cuerpo erguido y las piernas entreabiertas. Está a punto de marchar cuando entra “el negro”, es un marroquí de tez oscura, malencarado, de ojos fríos, corpachón y manos grandes, se apoya en la barra y ocupa tres espacios. En uno de ellos Jessica se mantiene digna, aguantando incluso su empuje. Al dueño se le corta la respiración y los demás sienten la sensación de peligro. “El negro” no está acostumbrado a que le planten cara y la actitud de la chica lo parece y no le gusta. Ni la mira, se vuelve lentamente y le suelta a bocajarro un golpe seco en la boca del estómago. Ella se encoge toda entera, está a punto de caer, pero se queda a medio golpe en la cara con el borde de la barra. Aguanta, después apoya los pies y con pasos vacilantes toma la calle. Llega hasta el primer portal, se sienta, pone la cabeza entre las piernas y la sujeta con los brazos. Se queda quieta, se recompone por dentro y cuando entreabre las piernas ya es de nuevo ella. Allí mismo se esconde, queda a la espera, al poco le ve salir. Al “negro” impresiona verle de espalda, tiene la cabeza rapada, el cuello queda oculto por los trapecios, su paso es largo pero lento, la confianza y la maldad se le huele de lejos, tiene el coche estacionado cerca, es un Citroen, lo coge y vuela. Ella agacha la cabeza se mira las manos y le dice para sí - ¿A dónde crees que puedes ir cabrón?… hay una amenaza latente. Una mueca de risa aparece en su rostro, es como si le encantara lo sucedido, le da alas, tiene delante una pieza nueva de caza.


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