ECOS MISTERIOSOS 3

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En efecto. A la inicial pena que supone el fallecimiento de un hijo, y de un nieto, se unía la terrible

incertidumbre  de aquel misterio, y el  ser objeto de la opinión pública, que parece ser un ente

insaciable de morbosidad.

Como es lógico, aquella penosa situación provocaba en el matrimonio una tremenda tensión

emocional que no les dejaba conciliar el  sueño, seguida a su vez de largos periodos depresivos.

Pero lo que Carmen no sabía era aquel deplorable estado de ánimo, podía ser un gran incentivo

que en un momento dado podía ser capaz de llevarla a conocer un aspecto insospechado de la

realidad más allá del tiempo, y del espacio inmediato.

Y así ocurrió. 

Una noche estrellada, el  matrimonio regresó a su casa al salir del hospital, pues se habían

acostumbrado a hacer visitas periódicas a dicho centro con la vaga esperanza de que la nuera y la

nieta salieran de aquel penoso trance, y súbitamente Carmen tuvo la extraña sensación de que

en la casa había "alguien" más que el matrimonio, que bien podía estar agazapado en algún

rincón. ¿Un ladrón acaso? Aquello parecía imposible porque ellos vivían en un quinto piso, y

habían  cerrado con llave la puerta; lo más seguro era que aquella incómoda sensación no dejase

de ser una simple sugestión causada por por el estrés de aquellos días. En consecuencia, Carmen

optó por no decir nada. Así que cenaron frugalmente y al poco tiempo se retiraron a dormir.

Pero antes de acostarse Carmen que era una mujer muy devota, miró fijamente a un crucifijo que

había colgado en la cabecera de la cama, como implorando que se desvelara de una vez aquel

misterio que la consumía. Ramón, que pareció adivinar los  pensamientos de su mujer, le echó un

cubo de agua fría diciéndole:

- ¿Pero qué esperas, que este crucifijo te dé una respuesta? Anda métete en la cama e intenta

dormir.

Mas Carmen se revolvió iracunda hacia su marido y le increpó:

-¡Dime sabihondo de pacotilla! ¿Quién eres tú para ahogar mi fe que es la llama de mi esperanza

de vida? ¿Quién te crees que eres? Porque tú no creas en nada, no significa que los  demás

tengamos  que ser como tú!

Ramón se quedó totalmente desconcertado ante aquella reacción de Carmen, sin saber que

contestar. Dió media vuelta en la cama, e hizo ver que dormía. En realidad en la  casa los nervios

estaban a flor de piel.

Seguidamente, al estrés de la mujer le siguió un relajamiento; se puede asegurar que su estado

emocional sufría altibajos, por lo que inesperadamente aquello dio lugar a que su intuición se

agudizara más hasta el punto que se le despertó la percepción extrasensorial. De manera que

en aquel  singular estado oyó un ruido que venía del comedor. Ella se levantó de la cama y se

dirigió a la dependencia de aquella casa.

En realidad todo sucedía como en un nítido sueño. Sin embargo ella sabía que estaba viviendo

una situación real. De repente sintió que la llamaban en un susurro...

- Mamá... mamá...

Carmen fijó su atención al lugar desde donde la llamaban, y como si fuese un radar, vio a un ser

oscuro, como una sombra que a juzgar por su silueta se diría que era su hijo Andreu. ¿cómo podía

ser si estaba muerto?

- ¡Andreu! ¿Eres tú? - preguntó la mujer en un hilo de voz.

- Sí, soy yo - respondió la sombra en un tono quejumbroso.

Como es natural Carmen quiso ablanzarse sobre su hijo para darle un abrazo, mas este la

contuvo.

- ¡No te acerques, mamá! Soy un espectro.

Ciertamente. Andreu parecía ser un resto energético compuesto de un conglomerado de fotones,

que contenía la impregnación psíquica del hombre que había sido en vida. Entonces, Carmen se

estremeció porque comprendió que su hijo por alguna nefasta razón se había convertido en un

ente oscuro, una especie de sombra cuyo estado lo condenaba indefinidamente a la Tierra como

una alma en pena.

- Hijo. ¿Qué fue lo que ocurrió aquella noche en tu casa? - quiso saber Carmen suplicante.

- Mamá, no deseo que sufras más - dijo susurrante la sombra-. Si quieres saber la verdad de lo 

que ha sucedido, y el porqué, ve a mi torre de Manlleu junto a la cual hay un perro que es manso.

Una vez en ella ve a mi dormitorio y mira en los cajones del armario. En ellos encontrarás la

respuesta que andas buscando. Pero sobre todo, mamá ayúdame, reza por mí - imploró.

Al día siguiente Carmen y su marido fueron al lugar que les había indicado el supuesto espectro

del  hijo, aunque ella también dudaba de aquella visión.

Cuando llegaron al pueblo y se acercaron a la torre, Carmen se apresuró a ir a la habitación,

hurgó en los cajones del armario y descubrió unas fotos comprometedoras en las que aparecía

su nuera desnuda en un motel junto a su amante que era profesor de una escuela de conducir.

Luego todo señalaba que el responsable de aquellas muertes había sido el mismo Andreu, que

al descubrir el adulterio se sintió herido en su amor propio, y había querido vengarse de su mujer

suministrándole un veneno en su comida, pero por una ironía del destino había distribuido tan

mal la pócima que había dado lugar a una tragedia de amplas proporciones.

El desenlace del suceso fue revelado al juez que llevaba el caso, mas este prohibió la difusión

de estas extrañas declaraciones a los periódicos, puesto que no convenía que el lector

contemplara el lado oculto de la vida, que no por ignorarlo deja de existir.

Yo, me enteré de lo sucedido de un modo extraoficial, por vía oral. Mientras tanto, en el

tranascurso del interrogatorio a los padres de Andreu, Mercedes y su hija salieron del coma,

aunque la niña como se temía, quedó irremisiblemente afectada en el esófago.

 


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