LA IMPORTANCIA DEL YO

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No hace demasiados años que no existían las Redes Sociales para relacionarse los unos con los

otros. Sin embargo a comienzos de la Democracia en mi país la sociedad se desinhibió de sus

prohibiciones domésticas, y dio vía libre a su instinto tan hedonista como libertario como el

contenido de una botella de cava al ser descorchada y desparramarse aleatoriamente encima de la

mesa, por lo que yo conocía a muchas damas a través de los anuncios de los periódicos, que

equivalía a ligar a pie de calle.

Mas un sábado por la noche estaba yo en mi casa, cuando entonces llamaron a la puerta, y al

abrir en el umbral me encontré con una joven y atractiva mujer rubia con una carta mía en la que

me daba a conocer.

La hice pasar al comedor del piso, nos sentamos en unos sillones, y de repente empezó a quejarse

de dolor de ovarios; de manera que yo contrariado me ofrecí en llevarla a Urgencias. Ella tras

rehusar mi ayuda enseguida me puso al corriente de lo que quería.

Resultaba que dicha mujer tenía un hijo pequeño, y como el hombre que había convivido con ella

los había abandonado a su suerte, ahora ésta iba en busca de una nueva pareja, y sobre todo de

un nuevo padre para el niño. Y mientras la visitante hablaba, no dejaba de otear con curiosidad

aquel entorno, fijándose especialmente en un cuadro al óleo de un familiar mío.

- Si quieres que vivamos en esta casa, por mi encantada - me dijo la mujer que ya se veía dueña

de aquellos aposentos.

-Pero oye. ¿Cómo vas por la vida a la caza de una pareja así sin más- le respondí asombrado-.

¿Qué sabes tú de mi para pedirme un compromiso de esta naturaleza? Primero nos tendríamos

que conocer más a fondo, y ver si tenemos afinidades o no. Si nos llevamos bien o mal.

Pero lo que a mí más me chocó fue que cuando le mencioné la necesidad de conocer nuestra

manera de ser, la mujer hizo una expresión de extrañeza; como si le hubiese hablado de algo

exótico o desconocido y expresó literalmente:

- ¿Ver cómo somos? No sé lo que quieres decir.

En vista de que no nos entendíamos puesto que parecía que hablábamos dos idiomas diferentes,

terminé aquella entrevista y la despedí lo mejor que pude.

Sé muy bien que muchas mujeres buscan admirar - que no apreciar- al "heroe" actual sin reparar

para nada en lo que es el varón en sí. Pues la actitud de estas señoras está condicionada más por

su exigente biología que por otra razón. Mas esta negación, esta ceguera anímica acerca de

nuestra intrínsica manera de ser, que en muchos casos por no ser algo material  se le da un

sentido vago, etéreo pero que en realidad existe, la he percibido en muchas personas.

Desde mi punto de vista esta postura que rechaza la introspección personal hace muchos años

que se ha instalado en el ánimo social, y que arranca precisamente con el movimiento nihilista.

Se empezó con negar cualquier trascendencia ideológica, y teológica - que por supuesto siempre

son susceptibles de crítica y de  cambio porque en la vida todo es movimiento-, y eso ha

repercutido en el YO personal en el que va implícito una sensibilidad determinada que está sujeta

a una cultura concreta, y por tanto esta ceguera perjudica también a la autoestima.

Ya el famoso pensador alemán Friedrich Nietzsche allá hacia el año 1886, dijo que el Cristianismo

era el consuelo de los pusilánimes y de los débiles; asi como que la cultura Occidental era un

viejo mausoleo resquebrajado por el tiempo, que era tanto como referirse a la muerte de Dios; es

decir lo que el símbolo significa.

Por eso, debido a esta desidia hacia el mundo interior de la persona, ha dado lugar a que no se

haya hecho una pedadogía efectiva de reflexión a los alumnos en muchas escuelas - como me dijo

una profesora de un instituto-, y se ha sobrevalorado a las cosas materiales en detrenimento

del factor humano.

Es cierto que la cosa está muy relacionada con nuestras percepciones, pero es que la cosa, el

objeto, y asimismo el relato fantasioso se convierte en el dueño de nuestras vidas en función de

nuestra flojedad anímica, cuando en realidad el ser humano está siempre por encima de las cosas.

Claro está que en esta servidumbre del ser humano con el objeto vano está animada por la

consabida falta de autoestima, que se caracteriza por una falta total de seguridad en sí mismo, y

en consecuencia hay que ir a un psicólogo para que a uno le ayude. Pero para mi esta falta de

seguridad en sí mismo está a su vez alentada por este nihilismo existencial, histórico en el que

hemos caído.

La autoestima, o el amor propio - como se quiera decirlo- no es simplemente una palabra bonita

que hay que ponerla en un marco, o un paraíso idílico al que hay que llegar como cree mucha

gente superficial. Pues he podido comprobar que dicha gente, ante una brillante teoría, o un

lúcido escrito, se fijan más en la estética de las palabras, que en el significado de dicha teoría, o

enunciado y nada más. El amor propio es un enrevesado camino que hay que recorrer cada día,

un trabajo que hay que realizar, y que tiene muchos aspectos que hacen que nos sintamos mejor.

Para mí la autoestima consiste en saberse escuchar a uno mismo; cosa nada fácil porque ni en

muchos hogares, ni en las escuelas se ha enseñado a practicar este ejercicio, y en hacer caso

de nuestra capacidad de sentir, y de pensar. Pero hay que hacerlo con naturalidad sin enfatizar

esta voz interior, porque hay que admitir que también nos podemos equivocar.

Así de ese modo, que será sin duda a trancas y barrancas, aprenderemos también a conversar,

que desde hace tiempo esto parece que es lo más difícil de conseguir, y a escuchar al vecino de al

lado, por muy diferente que sea a nosotros mismos.

 

 


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