LA MALA EDUCACIÓN 2

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Asimismo en las  Escuelas se practicaba bastante la hipocresía. Pues cuando iban los padres a

interesarse por el progreso de sus hijos, Miguel había visto que el  maestro decía

condescendiente acariciando el cogote del alumno:

- El chico (o la chica) va bien... Aunque es algo lento, va haciendo...

Sin embargo cuando el padre, o la madre daban la espalda, se terminaban las buenas palabras

para el alumno en cuestión.

Miguel se percató que lo que más temían los alumnos de aquel centro era que los pillasen en

cualquier falta por muy involuntaria que fuera, y los mandasen al despacho del director, lo cual

significaba recibir unos fuertes reglazos en la yema de los dedos, y la amenaza constante -

aunque  fuese mentira-  de quedarse a pasar la noche encerrados en la Escuela cuando todos los

demás  alumnos regresaran con sus familiares a sus confortables hogares.

Posteriormente a Miguel  sus padres le enviaron a un Colegio de religiosos que casi seguía la

misma tónica agresiva que el centro anterior, en el que además se añadía como una guinda en un

pastel  algún caso de pederastería.

Miguel se hallaba en su aula, y a media tarde se presentaba un profesor entrrecano y  seglar de

Ciencias el cual al parecer se había encaprichado de nuestro protagonista. El profesor se cubría el

rostro con las manos, y llamaba a Miguel por el  apellido.

-¡Fernández, venga aquí!

El aludido se acercaba solícito a la mesa del profesor, a la vez que la mayoría de sus compañeros

se frotaban las manos porque sabían que se libraban de la clase de Ciencias.

- Dígame Fernández. A usted ¿qué le gustan más, las vacas o los toros? - le preguntó aquel

hombre al chico mientras le acariciaba las piernas puesto que llevaba pantalones cortos.

- ¿Que quiere que le diga? Ni lo uno ni lo otro. A mí me gustan las chicas - respondió Miguel

asombrado de aquella pregunta tan estrambótica.

-¡Bah! Las chicas son tontas y débiles. Son mejores los chicos, y más fuertes...

Y así un día tras otro para el regocijo del resto de los alumnos, hasta que Miguel se hartó de

aquel  asedio, y decidió desviar la atención del profesor hacia otro alumno que parecía tener

una apariencia sexual un tanto feminoide, aunque al tipo no le satisfació en absoluto.

Por todo ello, muchos hijos de familia deseaban ponerse enfermos para no ir al  colegio. 

Mas a pesar de todo Miguel tuvo la suerte de tener a unos pocos, muy pocos buenos profesores

que se preocuparon de enseñar, de educar convenientemente, por lo que los alumnos los

apreciaban realmente; se sentían agradecidos por el esfuerzo que se hacía por ellos. Pero si

los alumnos  tenían en gran estima a estos docentes, era en el fondo porque los comparaban

con los anteriores que eran tan terroríficos.

Cuando al cabo de los años se esfumó el  cliché agresivo de la política de un modo pendular,

el sistema educativo osciló hacia el lado contrario dando paso a una permisidad  sin precedentes.

tan nefasto pero en sentido contrario para el alumno. Pues el presente, es siempre una

consecuencia del pasado, y así vamos dando palos de ciego.

Sea de una manera o de otra, Miguel  que no quiso saludar a su viejo maestro, se preguntó:

Si los clichés políticos de una época pueden influir en el sistema educativo de un pais, en la

sociedad en general ¿Dónde está el espíritu crítico que debe de tener cualquier persona?

Pues ni él ni yo lo vemos por ningún lado.

 


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