La próxima llama a JESUS

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Pisaba con sus botas cuanta mierda se encontraba en el camino mientras fumaba del cigarrillo más barato. Dio una zancada para ponerse frente de un hombre flaco de pelo oscuro peinado con gel y acercó su cara a pocos centímetros de él. 

- ¿Dónde está?

- Ahí a dentro

El flacucho señaló una casa que parecía cimentada con estiércol. Escupió su cigarrillo mientras daba pasos fuertes a la puerta. Dos golpes con su puño fueron suficientes para que el guardia saliera, un negro de dos metros que fumaba un porro de la más cripoza hierba.

- Son 10 lucas el cover – dijo el negro rascándose la barriga descubierta

- Ves al flaco nervioso parado aquí, él paga.

Empujó la puerta hacia el rematadero de mala muerte. La noche en la calle llena de bazuqueros y chirretes era normal comparada con este hueco lleno de escoria de la sociedad. Los travestis se arrodillaban con el electro y los maricas se tocaban entre drogadictos. Las paredes lloraban por lo que veían, chorreando grafitis de marcianas de tres tetas, penes gigantes y micos morados con algún tipo de significado pseudoespiritual.  A él lo conocían como JESUS, en mayúsculas, porque no lo nombraban, lo exclamaban. Un blanco inflamado por el perico lo abrazó y lo exclamó.

- JESUS, ¿un pasecito?

- ¿Dónde está?

- ¿Quién huevon? Ah… María, está por allá- Dijo el encorvado que sostenía una bolsa de perico y señalaba hacia el baño.

JESUS empujó al blanquito y se lanzó al baño. Ahí estaba María con una pierna sobre el inodoro y con una mano en una cabeza rubia que le chupaba la vagina, sus tetas brincaban junto a los cabellos negros que llegaban hasta su vientre blanco. JESUS pateó la puerta seguido de agarrar al rubio de su cabello y cagarlo a golpes mientras María producía gritos de ebriedad e intentaba cubrir sus gigantescos melones con su brazo. El negro de dos metros entró con euforia golpeando a JESUS por la espalda al ojo de todos los drogadictos alucinando con el baile de golpes. JESUS le pegó en las bolas al negro que cayó tieso como una escalera y María hizo lo propio con el rubio que quedó llorando en un charco de mierda.

- Carajo María

- Perdóname papi

- Claro que sí – Dijo mientras le daba su chaqueta y la jalaba hacia afuera.- La próxima que quieras que te la coman me llamas.


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