Metamorfosis cósmica (Parte 2 y última)

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Parte 2

 

El matrimonio Young vivía en una pequeña casa-granja en las montañas próximas a Calgary (Alberta, Canadá). Ambos, David y Ann, superaban ya los setenta años. Vivían tranquilamente su bien merecido retiro tras una larga vida de trabajo.

 

Periódicamente recibían la visita de hijos y nietos, pero gracias a la buena salud de ambos, vivían solos y no dependían sustancialmente de nadie. Disfrutaban de los pequeños animales de la granja, de los inmensos prados verdes que se perdían en el horizonte y, como no, de la televisión.

 

Un atardecer de otoño cuando las últimas luces del día se difuminaban y el disco rojo del sol dominaba el horizonte, David y Ann estaban sentados en el pequeño porche. No hablaban. Pensaban. Pensaban en lo que habían sido y lo que les quedaba por ser.

 

De pronto, en el mismo porche, a un par de metros de donde ellos estaban, vieron, de repente, algo que no habían visto en su vida. Un bicho extrañísimo, una especie de insecto de color verdoso, del tamaño de un puño. Estaba totalmente inmóvil. Se apoyaba sobre un montón de pequeñas patas como una cucaracha o un ciempiés. Ann pegó un grito e instintivamente se levanto y se alejó unos metros.

 

David, buen conocedor de la fauna del lugar, no daba crédito a sus ojos. Aquello no era real; parecía sacado del más tenebroso de los sueños. No se parecía a ningún insecto conocido, ni a ningún reptil, a nada.

 

-“Ha debido caer de otro planeta” dijo David.

 

De pronto el bicho comenzó a andar lentamente hacia ellos. Movía extrañamente sus pequeñas patas; y avanzaba relativamente rápido.

 

Ann comenzó a gritar aterrorizada y se alejó aún más, corriendo.

 

David se levantó casi de un salto. Al verle mas cerca, el animal (¿era un animal?) era aún mas extraño.

 

Entró en un pequeño cuarto donde guardaban herramientas y algunos apeos. Cogió una pala metálica.

 

Pero cuando se dio la vuelta y se pudo dar cuenta, tenía el bicho adherido a su camisa, como una garrapata gigante y monstruosa, a la altura del pecho. Intentó soltarse pegándole con la pala. Al principio no lo consiguió, pero tras algunos golpes pudo tirarlo al suelo del porche.

 

El bicho corrió otra vez en su dirección.

 

Con un certero golpe de pala, David dejó inerme al bicho. No se movía, parecía muy herido. Un líquido azul oscuro salía por algunas partes de su cuerpo. Comenzó a retorcerse como queriendo reemprender el movimiento.

 

Zas! El segundo golpe de pala fue definitivo. El bicho era ya una mezcla de caparazón, vísceras y el líquido azul cubriéndole casi totalmente. Dos hililos del líquido corrían hacia la parte más baja del porche.

 

Zas! Borbotones del líquido azul saltaron de la masa en que se había convertido el bicho.

 

David sintió por un instante, un dolor espantoso. Y luego… nada.

 

Parte del líquido azul le había salpicado en brazos y piernas.

 

En menos de cinco segundos el cuerpo de David fue corroído y no quedó absolútamente ningún rastro.

 

Nada.


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