Blancanieves es una niña sencilla, espontánea y llena de vida, la cual huyendo de su madrastra
que le hace la vida imposible, se refugia en el bosque en la casa de siete enanitos. Con su llegada
todo recobra la alegría; es todo un canto a la Naturaleza. Mas en un momento dado
Blancanieves es envenenada por la madrastra que llevada por una vil envidia hacia la niña se
vale de una una manzana empoñozada de una bruja. Los enanos la velan hasta que un
príncipe deshace el sortilegio con un beso, que es el símbolo de la muerte de la niña para
convertirse en mujer, y el galán la convierte en su esposa.
Este relato desarrollado por los alemanes hermanos Grimm entre 1812-14 no se puede
considerar que surgiera de una simple idea más o menos inspirada, sino que sus autores se
mezclaron con los campesinos de las aldeas del país, con el pueblo llano quienes les contaban
toda suerte de cuentos y de leyendas que emanaban de la realidad, y luego dichos hermanos
les daban forma. Así que el cuento de Blancanieves a pesar de su envoltura fantástica y de su
simbolismo tiene un fondo de verdad que se puede constatar en la vida diaria. La preguna es:
¿Por qué la madrastra de Blancanieves siendo una mujer rica, experimentada y también sexi
siente envidia de una pobre niña que apenas tiene grandes recursos económicos?
Ciertamente la envidia en un sujeto se fundamenta en una carencia de éste hacia a alguien
que posee algo que el sujeto en cuestión no tiene pero que le gustaría tener, aunque esté fuera
de su alcance. Se trata de un fuerte sentimiento que se arraiga en el ánimo del sujeto que a
mi juicio emana de un tremendo complejo de inferioridad, de una neurosis y es muy
venenoso. Por eso se puede expresar de una manera simbólica, ya que los simbólos son el
lenguaje de las emociones. Pues en el museo del Louvre de París hay un famoso cuadro en
cuyo lienzo se representa a la envidia con una mujer que en su cabeza hay serpientes
enzarzándose entre sí.
En un sentido popular siempre se ha creído que la envidia tenía una connotación materialista, y
eso es porque siempre atendemos a la punta del iceberg, a lo superficial. Pero veamos.
Supongamos que yo - que no es el caso-, maldigo a mi vecino Pepito porque gana mejor
sueldo que yo, y además tiene un coche rimbombante, mientras que el mío es una carraca.
Sin embargo a mí no se me ocurre preguntarme: ¿Qué disposición de ánimo tendrá Pepito que
le hace prosperar así, y que yo no tengo?
Lo más seguro es que mi vecino tanga una iniciativa, y una aguda intuición para los negocios
que yo no tengo. Y como soy incapaz de contemplar mi manera de ser, mi fuero interno en
función de un instinto nihilista que me hace negar el valor de cualquier cosa, hasta de mi amor
propio, me convierto en un ser apático, y en un resentido; por lo que en lugar de reconocer los
logros de mi vecino Pepito me dedico a ir con una lupa para agrandarle los defectos que él
pueda tener, y si puedo a calumniarle.
Para mi es obvio que tanto en el caso de Blancanieves, como en el ejemplo de mi envidia
hacia mi vecino Pepito, pero con diferentes enfoques, siempre subyace un mismo mar de
fondo de naturaleza anímica, que está relacionado con nuestro pálpito vital y que se refleja en
la vida cotidiana. En cuanto al relato de Blancanieves, no es raro que la madrastra sienta
envidia la niña puesto que ambas se mueven en un contexto rural, que dejando de lado la
idealización del "buen salvaje", que expuso Jean Jaques Rosseau es donde más se desata este
fatal sentimiento por cualquier nimiedad.
En otro orden he visto que la envidia asimismo se apodera de ciertos tipos comunes hacia el
poeta, el escritor, o el pensador. En una palabra. En el creador mejor o peor afortunado, en
base a que el hombre común a veces vive en una rusticidad inconsciente, y en el tópico
mientras que el artista puede tener una riqueza espiritual que al otro le falta. Y esto es algo
que algunos famosos filósofos también han reparado en ello, por lo que piensan que más vale
vivir solo que mal acompañado. Por eso no es de extrañar ver que muchos escritores se
rodean de gentes afines a su quehacer literario que les alientan, les aconsejan en sus
creaciones para que no se dejen vencer por el desánimo.
¿En qué se nota una supuesta envidia del tipo común hacia el artista? En la pobreza de su
comentario. Casi que no acierta a decir si le ha gustado o no la obra. En ocasiones demuestra
una actitud indiferente. "En qué cosas te entretienes" - dice el que hace de público-. "Este
cantamañanas tiene una sensibilidad, un sutil criterio que yo a pesar de ser tan listo no tengo".
Aquí entra en juego una fábula que se explica en los consultorios de Psicología.
Había una vez una serpiente que perseguía a una luciérnaga para matarla. Y cuando la
serpiente la tuvo acorralada contra la pared, ésta le preguntó:
- ¿Por qué me persigues? ¿Es que acaso te he hecho algún daño?
- No - respondió la serpiente.
- ¿Es que tienes hambre y me quieres devorar?
- Tampoco.
- Entonces, ¿Por qué me quieres matar?
- Porque brillas demasiado, y esto no lo puedo soportar.
Y en dos bocados se la comió.
Existen muchos sujetos mediocres que no pueden tolerar al lúcido, sea por su cultura, o por su
genio, porque éste les pone en evidencia su pobreza de espíritu, su fondo vital. Y hay dos
clases de seres humanos. Los que tienen una sólida personalidad y viven y dejan vivir, y los
que carecen de ella y sienten envidia de quien la tiene. Y como estos del segundo grupo
pueden ser guapos, y se han hecho fuertes en su debilidad anímica porque están respaldados
por la mentira, y el tópico popular pueden llegar a hacer mucho daño al hombre de
inteligencia creativa. Todo consiste en una guerra sorda del no ser contra el ser. Por esto hay
que resisitir.
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