Familia pánico 2

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(…) El señor Hidalgo se muestra como una persona lista, aguda; que sabe quién es y que intenta resolver algunas cuestiones verdaderamente desagradables de su vida. En cuanto estuvo convencido de que sí tenía problemas de dependencia a las drogas –Opinión que yo valoré- me habló largo y mucho de su intención de <<Poner fin a ese tema>>, aunque se mostró ambivalente con relación a qué tipo de fin desea –Y yo lo comprendo- porque no es fácil no acordarte de algo que te ha acompañado tanto tiempo. De manera más simple, prefiere la calificación de “justicia” para con las drogas que más exacta de “venganza” para sí mismo. Me contó en una de las sesiones, que la cocaína le había salvado la vida y me lo contó así: estaba en casa, en el salón, pensando desesperadamente en mi familia, entonces me levanté y me acerqué a la puerta de la habitación y la cerré. Después, con la mirada fija y los dientes muy apretados, me dirigí a la mesita y cogí la escopeta de cartuchos. Tras examinarla, quité el seguro y me sumí en reflexiones por espacio de dos minutos, permanecí inmóvil, con la cabeza baja, la expresión ida y la escopeta en las manos <<Desde luego que...>> me decía, como si el curso de un pensamiento lógico y prolongado me hubiese conducido a una conclusión requete clara. En realidad, aquel convincente <<Desde luego que…>> solo fue consecuencia de repetición del mismo círculo de recuerdos e imágenes por el que había pasado varias decenas de veces en el transcurso de unas dos horas. Eran los mismos recuerdos de la felicidad perdida para siempre, la misma idea de que todo carecía de objetos en mi vida futura y la misma conciencia de la humillación. Era un sinfín de imágenes y sentimientos. <<Desde luego que…>> repetí cuando acudí a mi mente por tercera vez, aquel circulo mágico de recuerdos y pensamientos hacia mi familia. Maquinalmente, apoyé la escopeta en la parte izquierda del pecho y, tirando fuerte con la mano, como si apretara el puño, oprimí el gatillo. No oí el disparo, pero un violento golpe en el pecho me hizo marear. Traté de sujetarme en el borde de la cama, solté la escopeta y, tambaleándome, me senté en el suelo, sudando a caños y mirando con sorpresa en torno mío. Me levanté y me miré en el reflejo del ropero y me dije << ¡Que pamplina soy! He fallado el tiro>>, buscando la escopeta con la mano. El arma estaba junto a mí, levanté el arma, vi que estaba sangrando por la parte izquierda del hombro y me disparé otra vez, pero esta vez no tuve suerte, no quedaban más cartuchos. Entonces, sangrando por el hombro izquierdo, salí de casa un tanto mareado, yo seguía diciendo <<Desde luego que…>>. Quería terminar con todo, lo antes posible y, me dirigí al puente del canal, más conocido como Puentito azul. Iba caminando medio encorvado por el arcén de la carretera y las imágenes y los sentimientos se proyectaban cada vez más nítido y deslumbrante en mi mente. Cuando faltaban vente metros para coger el desvió hacia el puente del canal, miro hacia la cuneta de la carretera y veo una bolsa blanca con un nudito muy bien hecho, cogí la bolsa, la abrí y en ella había cocaína. Esa cocaína, doctora Dolores Carnero hizo que yo no me tirara del puente del canal.

(…) Cuando le advertí que su cólera interiorizada, ya fuera adquirida de una u otra manera, podía desembocar en unos de esos trastornos paranoides –Delirantes o fóbicos- de los que él quería desvincularse, dijo que el daño ya estaba hecho <<Estoy entre la espada y la pared, doctora Dolores. Soy cobarde si cedo, y un desgraciado neurótico si lucho. Que el rio fluya y me lleve a su ritmo>>. Le da poca importancia a la vida.

(…) En conclusión, no veo muestra de una persona trastornada, sí de un alto grado de dependencia, de dependencia en general. Es un hombre extremadamente educado, eso lleva a veces a pensar que es manipulador, pero tiene un total dominio de las formas y la corrección. Se puede llegar a pensar –Este hombre da un poco de miedo-…Pero todo lo contrario, es un diamante en bruto.

Pasaron dieciocho meses, y Luis Hidalgo había salido del psiquiátrico Sábado Perfecto totalmente rehabilitado. Estábamos my contentos, sobre todo, Sonia, que tanto había sacado las garras por él <<Está dando guantazos sin manos a diestro y siniestro>> decía Sonia, llena de satisfacción. Nadie mejor que ella, sabia con la dureza que habían tratado a Luis por parte de su familia. Luis Hidalgo no entendía todavía, a estas alturas de su vida, como su familia lo habían castigado con el destierro, después de su recuperación. También se le hervía la sangre, cuando se enteró, que su tía, la mujer que lo medio crio, contestaba a la gente que le preguntaba ¿Cómo está tu sobrino Luis? <<El pobre está malito>> contestaba con una lástima clínica. Sonia lo tranquilizaba y lo ayudaba, como siempre. Sonia le contó que, ella procedía de una familia desnaturalizada, como la de él. En muchas y largas conversaciones que teníamos, Sonia, le comentó que ella cuando más joven colaboraba con una ONG donde ayudaba a emigrantes sin papeles. Y miembros de su familia, decían burlonamente <<Mira la pobrecita de Sonia ayudando a esos negritos>>, en aquellos momentos, comentaba Sonia, me era muy difícil seguir adelante con lo que a mí me gustaba, que era ayudar a los demás, con una familia que se burlaba y se avergonzaba de lo que yo hacía. Con el tiempo nos unimos e hicimos una fuerte piña, inquebrantable, nos hicimos tan fuerte que la situación se invirtió, de manera extraordinaria. Ya no éramos nosotros los denostados, sino la familia de Luis Hidalgo, tanto fue así, que el ayuntamiento, le otorgo a la familia el titulo “non grato”. La gente empezó a llamar a la familia de Luis Hidalgo <<Familia pánico>>. Fue tal el revuelo y la confusión de la gente, al conocer la verdadera historia de Luis Hidalgo, que un cuerpo de seguridad secreto del estado, intervino una noche, en un abrir y cerrar de ojos y los encerró a todos en un manicomio especializado para seres abyectos y despreciables.


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