Desierto

Por
Enviado el , clasificado en Drama
1893 visitas

Marcar como relato favorito

Hace un calor horroroso, insoportable.

 

Estoy en un desierto o al menos eso es lo que parece. Hay enormes dunas a mí alrededor.

 

¿Por qué estoy aquí? ¿Cómo he llegado? ¿Por qué estoy andando en esta dirección? Tengo una sed enorme. ¿De donde vengo? ¿ a dónde me dirijo?.

 

Miro a mí alrededor. Estoy solo; aunque no se si habrá alguien detrás de esa duna o de aquella otra. Llevo un pantalón y una camisa de color caqui; y un sombrerito del mismo color. Muy indicado para andar por el desierto. ¿de dónde ha salido este modelito? Yo no lo he comprado; que yo recuerde, mi mujer tampoco y no soy consciente de que nadie me lo haya regalado.

 

Me llamo Andrés Gómez, estoy casado y tengo dos hijos. Mi mujer se llama Elisa y mis hijos, de doce y ocho años respectívamente, Patricia y Miguel. Vivo en Santander capital, donde dirijo un pequeño negocio textil.

 

Me doy cuenta de que llevo un pequeño morral. Miro dentro de él. Contiene un GPS, un pequeño botiquín, una pequeña mantita, una cartera con documentos, un par de libretas, un par de bolígrafos y poco más. Llevo también una cantimplora que está llena, más o menos, hasta la mitad.

 

Decido subir a la duna más alta de los alrededores. Me cuesta subir; mis piernas han debido andar mucho hasta llegar aquí, no se desde donde.

 

Estoy en lo alto de la duna. Solo veo kilómetros y kilómetros y kilómetros cuadrados de arena, de desierto puro y duro. Ni rastro de vida, ni rastro de vegetación. El calor es horroroso: Bebo un poco de agua. ¿Quién sabe lo que me espera de ahora en adelante?

 

Cojo el GPS para intentar situarme. Busco mi posición y el aparatito me señala un punto en medio, en el riguroso centro del Sahara. En la zona de EL Bayadh, en Argelia. EL GPS me sitúa en un punto amarillo-ocre, rodeado de terreno amarillo-ocre y no parece haber nada diferente en1000 kilómetrosa la redonda.

 

Veo al sol que se está poniendo, con lo que consigo situarme. Parece que iba dirección norte. Decido seguir esa misma dirección. No sé porqué; por mera continuidad. O porque supongo que en el norte es mas probable encontrar a alguien o algo.

 

Y ando y ando y ando; y tengo muchísimo calor; y bebo un poco de agua; y se hace de noche; y sigo andando hacia el norte guiado por mi GPS. El aparatito me permite al menos seguir una dirección concreta (norte).

 

Comienza a bajar la temperatura a un ritmo acelerado. Tengo frío. Me pongo encima la mantita. Un par de horas después de anochecer me siento muy cansado y decido pararme e intentar dormir hasta el amanecer.

 

Duermo algo pero muy mal; tengo mucho frío. Sufro pesadillas: horribles insectos negros que me atacan en la arena. Mi hija Patricia ¡está rodeada de bichos! Intento convencerla para que se escape de donde está, pero ella no se mueve. Se ríe en medio de los insectos…

 

Me despierto. Todavía está de noche, aunque se ve algún claro por el Este. Estoy tiritando de frío. No me puedo quedar quieto. Empiezo andar en la misma dirección a buen paso.

 

Ya es de día. El sol comienza a calentar. Quiero andar, quiero llegar a algún sitio, encontrarme con alguien; una caravana de tuaregs, un beduino perdido, cualquier cosa. ¿No habrá un oasis por aquí?

 

Y ando y ando; y tengo otra vez un calor insoportable. Me he bebido ya toda la cantimplora. Ahora lo sé ¡voy a morir en el desierto! ¡Mi destino es morir en el desierto ¿o estoy soñando?

 

Sigo andando. Si me quedo quieto, la muerte es segura. Y camino y camino. Y caigo y esforzadamente me levanto. Varias veces.

 

El sol me ciega y esta arena uniforme, cruel…..; me va a explotar la cabeza.

 

No soy consciente del tiempo. Hay algo que me preocupa por encima de todo. Tengo que salvar a Patricia de esos asquerosos insectos. Ella me llama angustiada ¡papa! ¡socorro! ¡papa!. Corro pero ella está cada vez más lejos. Ahora se ríe; los insectos le cubren el cuerpo y ella se ríe atronadoramente. No lo entiendo. Se ha debido volver loca. Tanto sufrimiento. Primero aquellos hombres que nos perseguían, luego el calor y sobre todo el brillo, la enorme claridad.

 

Los insectos han desaparecido y Patricia con ellos. Estaba muy cansada; se habrá ido a casa. Sin embargo yo no puedo ir a casa. Intento andar en esa dirección y no consigo avanzar.

 

Sigo andando. ¿a dónde?. Sólo se que tengo que andar, andar, andar.

 

Siento un dolor de cabeza insoportable; y una sed horrible. No puedo más. Me siento agotadísimo. ¿Dónde estoy? ¿porqué estoy andando en esta dirección?. Esto parece un desierto. No puedo más, pero algo me dice que si me siento o me tumbo todo habrá acabado. Sigo andando. Tengo que llegar; no puedo estar ya muy lejos.

 

Mi obsesión es llegar, quiero llegar. Allí estará Patricia esperándome y nos abrazaremos y nos daremos muchos besos. Igual también están Elisa y Miguel.

 

Hay algo que me pesa en mi lado derecho. Lo miro. Es como un bolso. Lo tiro; no me sirve para nada; y ahora podré andar mejor.

 

Pero ¿por qué hay tanta arena aquí? Siempre a que he pasado por aquí, esto era un paraje verde. No entiendo el cambio. Que raro es todo. Me encuentro muy mal.

 

Creo que me estoy equivocando de camino… no, no; voy bien. Detrás de esa montaña está el Sardinero. Allí cogeré un taxi hasta mi casa. Estoy demasiado cansado.

 

Supongo que el viaje en taxi me costará unos 20 euros. Está bien, tengo ciento cincuenta euros en el bolsillo. ¡Que ganas tengo de sentarme en el taxi!

 

Pero no sé; a esta hora de la noche y en pleno invierno (hace un frío atroz) igual no hay taxis. E ir andando hasta casa va a ser un suplicio.

 

Y ando y ando.


¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales

Denunciar relato

Comentarios

COMENTAR

(No se hará publico)
Seguridad:
Indica el resultado correcto

Por favor, se respetuoso con tus comentarios, no insultes ni agravies.

Buscador

ElevoPress - Servicio de mantenimiento WordPress Zapatos para bebés, niños y niñas con grandes descuentos

Síguenos en:

Facebook Twitter RSS feed