La muñeca Rota (Parte 3 - Final)

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El exterior los encontró aseados y con ropa limpia, él con las del padre de la niña, ella con un primoroso vestido rosa que estaba en el closet de su antigua habitación. Tenues y limpias sonrisas complacidas comenzaban a asomar en los rostros de ambos. ¿Felicidad?. Se sentaron contra una pared, previamente apartar los cuerpos presentes, y se relajaron, rodeados de escombros y corrupción. El hedor reinante parecía no afectarles. A veces el acostumbramiento a algo obra milagros. El tomó la muñeca de manos de la niña, en ningún momento la soltó salvo al bañarse, y la examinó. A pesar del calamitoso estado general solo la cabeza estaba rota, o más bien, amenazaba con justa causa desprenderse de un momento a otro.  

Buscó un pedazo de género por el piso y lo desarmó hebra a hebra. Luego realizó un estupendo trabajo trabando con esas hebras la cabeza de la muñeca a su cuello. El resultado final era tosco pero efectivo y fascinó a la niña que mostró una limpia sonrisa de alegría. Luego apretó la muñeca contra su estómago y apoyó la cabeza en el fornido pecho del soldado. Este suspiró, a su pesar. Unos breves segundos después le pareció que se había dormido.

Entonces escuchó el “BEEP”. Una vez, dos, tres…

Provenía del cinto que pertenecía a su uniforme, lo había conservado para que no se le cayera el pantalón del padre de la niña, algo más grueso que él. También había conservado el extraño aparato del que no recordaba su utilidad. De allí provenían los molestos “BEEP”. Lo desenganchó del cinto y lo puso ante sus ojos. Una pequeña luz roja titilaba al ritmo de los “BEEP’s”. Instintivamente puso su dedo sobre la luz y presionó. Los sonidos cesaron pero unas imágenes atropellaron su mente en descontrolado tropel.   

Se vio manejando un todo terreno militar a toda velocidad y mirando con frecuencia el aparato que ahora tenía ante él.

Vio como la distracción en el manejo hacía que el vehículo embistiera lateralmente contra un trozo de mampostería y volcara.

Se vio saliendo del vehículo apenas a tiempo antes que estallara en llamas. Vio como corría como loco una cantidad indeterminada de metros hasta que cayó desvanecido en el pozo donde se despertó.

Nuevamente en la realidad volvió a enfocar la mirada en el aparato. Solo poseía un número de tres cifras en rápida carrera descendente y una barra luminosa que lenta pero sin pausa aumentaba su extensión. Aparte de ello, no recordaba en absoluto. Incomprensiblemente cesó en sus intentos de comprensión y se dedicó a mirar a la niña. Una extraña dejadez comenzaba a invadir todo su cuerpo y le parecía flotar levemente. El cansancio, al igual que toda molestia, despareció súbitamente. Se sintió espectacular, pleno, lleno de vida. Le pareció que la niña se había puesto algo fría y pálida. Alargó el brazo y alcanzó unos sucios trapos con los que arropó a la niña, su niña….

 

Cuando la nube tóxica radiactiva llegó el contador del extraño aparato marcaba cero y la barra luminosa había llegado a su máxima extensión. Para ese entonces ambos habían muerto hacía ya un largo rato y se habían evitado una larga y dolorosa agonía.

Pero en los últimos minutos de su vida realmente habían vivido una vida.


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