El Plagiarista

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EL PLAGIARISTA (MICRODRAMA)

Las grandes puertas de la sala en penumbra se abren de par en par con un ruido seco. Un hombre esposado es flanqueado por dos guardias. Caminan hacia el estrado. Cuando llegan al primer banco de la estancia, justo en frente del estrado, los guardias lo acomodan y vuelven hacia las puertas, las cuales cierran. Luego se sitúan a ambos lados de la entrada en posición firme. Con sus manos izquierdas golpean las palmas de las manos derechas al unísono. De aquí no se sale hasta que llegue el momento. Tal parecen autómatas, movimientos sincronizados al máximo. El reo mantiene la mirada fija en el suelo. Es un hombre de mediana edad, nada sobresaliente a parte de un mechón blanco entre la mata de color castaño.

JUEZ I: (Tras un bostezo)  Buenos días, se le ha acusado, Don Ariel Salavin, de copiar de nuevo contenido inmaterial de propiedad privada deliberadamente. A la tercera va la vencida ®. Como usted sabe y le recuerdo, el plagio está duramente sancionado por el código penal de este, nuestro justo país. Sus antecedentes y el de algunos miembros de la familia no hacen sino empeorar la situación. (El juez mira a su derecha y anima a su compañero a intervenir).

JUEZ II: Bien, los datos disponibles apuntan que su padre está actualmente en la cárcel cumpliendo una condena de 10 años. Su hermana paga una multa mensual de 90 euros por haber utilizado una canción el día de su boda sin haber pagado los correspondientes honorarios. Su otra hermana está en busca y captura por haber copiado de internet el trabajo de Economía del colegio. Su tío por parte materna….

JUEZ III: Vale, creo que ha quedado claro ¿no? Prosigamos.

JUEZ I: Señor Ariel Salavin, leeremos ahora en voz alto y en detalle  los cargos de los cuales se le acusa. En primer lugar, sin ir más lejos, ¿podría explicarme de dónde procede su nombre? (El juez I mira directamente el mechón blanco de Ariel hasta que éste levanta la mirada)

ARIEL: Sí, señor. Mi nombre se lo debo a mi padre. Amante de Shakespeare®, amante de su tempestad particular, me designó con la figura etérea personaje en la pieza. Soy consciente de que Ariel® puede ser nombre de mil cosas anteriores y de mil cosas que estarán por venir. Salavin se refiere a una creación de un autor francés de apellido Duhamel®.

JUEZ II: ¿Cuál fue la causa de este nombre? ¿Acaso sus padres no sabían de los problemas que le podrían acarrear?

JUEZ III: Siempre hay esta gente que no se conforma con nada. Siempre dando la nota, buscando darla con ansias. ¿Es que no le parecía suficiente el número de identificación?

ARIEL: Estoy contento con mi nombre y no me arrepiento de lo que he hecho.

JUEZ III: ¿Cómo? Usted no sabe lo que está diciendo, ha perdido el juicio. Copiar a otros escritores anteriores es un delito de primer orden. ¡Sinvergüenza! 

JUEZ I: Haber, vayamos por partes. Señor 2342, nuestro aparato policial de investigación ha detectado en sus libros varias referencias así como parafraseo o directa copia a autores varios. La ley dice que si uno ha de plagiar, debe ponerlo de manifiesto en el escrito y abonar la tasa pertinente a quien corresponda. En su primera obra nuestros servicios del orden comprobaron un párrafo sacado de J.M. Ellis, una cita de Herodoto® y una reproducción parcial de la canción La chica de ayer®.

ARIEL: Permiso para hablar.

JUEZ II: Por favor…(Con un ademán amable, indicándole que está concedido)

2342: No veo nada malo en eso. ¿Es que Antonio Vega no almacenó en su cabeza, lecturas, influencias musicales y paisajes para elaborarla? Algo no nace de la nada sino que existe un proceso de conformación, como una pota de magma donde los elementos se funden para dar paso a algo nuevo. ¿No creen? Siguiendo su razonamiento, me atrevería a decir que lo mejor es no escribir ni crear nada nuevo bajo el sol.

JUEZ II: Entiendo lo que dices…(Mira a sus compañeros)

JUEZ III: No, no. Todo tiene dueño. Es la propiedad. La propiedad es humana. Esta dentro de nosotros forjada a fuego. Ya nuestros intelectuales argumentaban que el humano es un ser posesivo, y así debe ser. ¿Cómo podría ser de otra forma? No me imagino lo que sería sin la defensa de la propiedad. Y con la propiedad intelectual sucede lo mismo. ¡Faltaría más! Imagine que escribo algo y luego me copian sin pagarme para ganar ellos los dineros.

JUEZ I: Así es. (Sonriendo hacia Ariel, sintiéndose ganador)

2342: ¡Pero es que usted no crea de la nada! Usted se empapa en la vida, venga, vamos a restringir el uso de la felicidad o la depresión. El aire también. Los intelectuales de los que presume han basado su pensamiento en el conocimiento acumulado, ¡Y eso no es malo! Al contrario, es bueno. Es bueno, gracias a eso progresamos, ¿no cree?

JUEZ II: Paparruchas.

ARIEL: Yo copio, plagio. ¡Soy el plagiarista! ¡El traidor! Por favor, intenten comprenderme, ¿o no me explico? No considero ni veo delito en copiar de otros ni plagiar ciertas ideas. Es inevitable. Sabe usted, ni siquiera me suena J.M. Ellis. Es ya casi imposible juntar palabras de forma original. ¿Y acaso no plagiaron antes los escritores de las lenguas cuando las escuchaban y luego atrapaban en el papel? Y ahora todos a cobrar de ideas que no hay quien quiera trabajar. A vivir de las rentas se ha dicho. Yo digo, libertad para plagiar lo que me dé la gana, sin tener que pagar ni rendir cuentas a nadie. ¿Quién inventó las palabras? ¿Les debemos a sus descendientes pilas de oro? ¡Es absurdo!

JUEZ III: Hijo, si por mí fuera estarías de nuevo libre pero me temo que mis compañeros no son de la misma opinión. (Los jueces I y II se giran sorprendidos hacia el con una mirada de reproche).

JUEZ I y II: ¡Eres una vergüenza para la profesión! Daremos parte, no te preocupes. El veredicto es, no lo dudes querido amigo…(Gritando) ¡¡CULPABLE!!

 


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