XTREME FIGHTERS I : Rías Baixas

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La pelea de hoy totalmente promete, señoras y señores, pues Xtreme Fighters nos trae a La Coruña por primera vez en exclusiva a AUGUSTO CÉSAR LENDOIRO contra CHAPAPOTE MAN, la pelea que todo gallego ha estado esperando. El show será apoteósico y así lo siente la ciudadanía coruñesa, que a miles está abarrotando poco a poco las orillas de la ría. Desde donde nos encontramos, en una roca a pié de agua, podemos divisar el ring, en rojo,azul y blanco, flotando majestuoso en medio del agua. Sobrevolándolo con sus piruetas y dibujos en el aire, la conocida Patrulla Águila , venida desde Murcia, en el sur, hace las delicias de pequeños y mayores. Será un día para soñar.

Todos los gallegos, narcotraficantes o no, están presentes. Nadie se quiere perder el show que la conocida marca de bebidas excitantes SHITAKERROAR ha preparado para hoy. 

Rugen los motores de los aviones, abren la boca pasmados los niños ante las estelas de colores,todo está preparado. 

Augusto César Lendoiro, en un batín azul metalizado con dos grandes estrellas rojas, sube al ring. La algarabía es ensordecedora. Juega en casa, como todo el mundo sabe en estas tierras. En un momento de sus vidas u otro, más de un ochenta por ciento de los gallegos  ha trabajado para Lendoiro. Y los favores se pagan.

El vitalicio presidente del Depor, que deja ver debajo de su batín unas carnes muy blancas y suaves y gordas y gelatinosas, deleita al público haciendo su ya famoso baile del caracol baboso. Con los brazos arriba a modo de cuernos, repta lentamente por el ring, sonriendo ladinamente. Los tiene en el bote. Y él lo sabe.

Se oyen silbidos e insultos en el lado norte del ring. Al fondo se aprecia como una mancha negra, como si no enfocara bien la vista. Si han tenido ustedes la suerte de leer a Michael Ende y sus Hombres Grises entenderán seguro la sensación. La gente le increpa, le insulta, le escupen…pero a CHAPAPOTE MAN todo esto le resbala. Avanza viscoso hacia el escenario, como un gigantesco y sucio muñeco de Michelín. Desde el ring, Lendoiro respetuoso calla y observa, rascándose una lorza.

Es fácil entender por qué Chapapote Man no es el favorito del público. Para empezar, huele asqueroso. Una inmensa bola de pez negra  le recubre todo el cuerpo, brillante, apestosa, y deja un rastro pordiosero.  Peor aún, debajo de todo el chapapote se adivinan unos pantalones anchos de estos de jipi perroflauta, así con rayas finas guatemaltecas en vertical, rojo, azul, amarillo, de todos los colores que había ese día en Chichicastenango. Las sandalias raidas y embadurnadas en petróleo no le hacen más amigos. No, CHAPAPOTE MAN  no juega en casa. Y es una lástima para él, habiendo pasado toda su vida en la pulpería de su bisi (bisabuela, en gallego) ahí abajo en Monforte. Su determinación a no ser considerado nunca mais un gallego de segunda por no ser un narcotraficante votante del PP le lleva en volandas al ring.

En Xtreme Fighter no hay árbitros, no hay reglas, no hay democracia, es todo sangre, anarquía, sobornos, favores que se devuelven o acabas mal. Empieza la batalla por las Rías Baixas, que se prevee larga y angustiosa.

Pero no. No es el día de andarse contemplativo. El hombre fangoso, el de los pulpos, el defensor de las costas, el perroflauta que detiene el progreso de las terras galegas, Chapapote Man, abre su boca, y con un certero giro de cuello a modo de cabezazo, engulle medio torso de Augusto César Lendoiro. El odio por el sátrapa blando le mueve, y sus movimientos viscosos le encaminan a masacrar al Presidente, por el Prestige, por las drogas, por la maldita carita de niño bueno, por las lorzas, y por que le repatean los cojones los tipos prepotentes que por tener un carguito de mierda a costa del PP ya se endiosan. Va a despedazarlo con un mordisco brutal. El Ooohhhh del público deja paso a un silencio sepulcral. Un crujido en las costillas ha retumbado en la ría. El eterno presidente se agita entre estertores. La imagen es épica. Ambos ilustran la belleza de los antiguos combates a muerte a modo de medallón de serpiente que se traga a sí misma. Un lado negro y viscoso , el otro azul metálico con blancas ondas de grasa corporal.  “!!Mira¡¡”, dice un crío señalando al ring. Un rastro de sangre y lodo negro repta hacia el borde del escenario. El gigantesco aro vivo empieza a tambalearse patoso, hacia su derecha. Esto es el fin.

Detrás de nuestros gladiadores, un gigantesco logo de SHITAKERROAR, la bebida energética que combina en su fórmula secreta el Red Bull y las setas alucinógenas. Una mezcla apoteósica.


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