La venganza se sirve en Valdeorga (1)

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Las elecciones a la alcaldía de Valdeorga estaban a punto de llegar, lo que provocaba inestabilidad en el ambiente familiar que caracteriza a este pequeño pueblo de la ribera del Duero. Don Julián Prados, actual alcalde y candidato electo a revalidad el cargo tras 12 años ininterrumpidos en la poltrona, teme perder las elecciones a costa de Rubén, un atractivo y joven oponente que iniciaba su carrera política aspirando a lo más alto, ser el alcalde de un pueblo con más animales que vecinos.

Don Julián es un hombre en cierta medida… querido en Valdeorga, ya que tiene a todos la población activa, muy escasa, trabajando en la bodega que regenta. Se puede decir que, desde que inauguró la bodega hace once años, casualmente coincidiendo con su primer año como alcalde, ha originado beneficios económicos para el pueblo. Su vino, aún no siendo de una calidad exquisita, se vende muy bien. 

Pero nadie se hubiese imaginado que un trágico suceso irrumpiría en el inicio de la campaña electoral. Enriqueta, la perturbada vecina que bañaba en su bañera a sus gallinas, halló en la orilla del río a una adolescente que yacía muerta y casi sin ropa. Hasta el lugar de los hechos se presentó todo el pueblo con Don Julián a la cabeza y varias dotaciones de la Guardia Civil, ambulancias y el juez que levantó el cadáver. Los signos de violencia en el cuerpo de la joven eran evidentes. Algunos indolentes vecinos no dudaron en sacar del armario las oxidadas cámaras de fotos de revelar, para hacer fotos del maltrecho cuerpo de la chica y del lugar donde fue encontrada; el morbo de jugar a los detectives les superó. Eufrasio, el párroco, se dirigió a ellos para pedirles que cesaran en su actividad como señal de respeto para la victima, y les ordenó abandonar el lugar de la zona para no entorpecer la investigación de la policía científica; él se quedo allí rezando por la victima. 

A la tarde, el dictamen del forense confirmó la sospecha, la muchacha había sido asesinada a golpes y con mala saña. La chica, que respondía a los iniciales de S.E.X., tenía diecinueve años, no era del pueblo y nunca nadie la había visto por allí. También se supo que trabajaba como prostituta. La tensión entre los vecinos de Valdeorga fue en aumento, no sólo había un asesino en el pueblo, si no que además se acogía a los servicios de las profesionales del sexo. 

El centro de todas las miradas se las llevaron dos personas: Rogelio, un cuarentón sin familia, ni esperanzas en la vida, que se pasaba el día en la taberna de Ceferino; y el hijo de éste último, Charly alias "El culebras", que tenía aterrorizada a todas las adolescentes de la comarca por su incontrolable impulso sexual. El grupo de mujeres del chinchón y las cartas, que hacían gala de un supuesto poder que nadie les había dispensado, acusaban a estos hombres de ser los autores del crimen.La Guardia Civilles tomo declaración pero fueron absueltos por falta de pruebas. Y es que nadie se percató de lo ocurrido la noche en la que fue asesinada S.E.X. ... o eso parecía.  La única vecina que no abrió la boca fue Míriam, la esposa de Don Julián. Cierto es que se trataba de una mujer que no participaba en los chismorreos del pueblo, pero ante un caso de una magnitud tan grande como éste, el apenas mostrar interés por lo sucedido, irritaba al resto de vecinos a la vez que sospechaban de ella. 


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