EL CAPTURADO HOMBRECILLO

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                                    EL CAPTURADO HOMBRECILLO

 

Era un personaje perverso que había adoptado a un muchacho que era huérfano, aunque podría decirse en realidad que le capturó y le había convertido en esclavo de sus necesidades y hacerle sentirse como él se encontraba. Para así verse reflejado en alguien y su malestar consigo mismo liberarlo con éste.

Fue sometiéndole a excesivos trabajos y tratándolo con una hostilidad asombrosa.

Diciéndole:¡tú a callar bicharraco!. Pasaron así los años, haciéndole ver este extraño dueño que cuanto le sucedía, al capturado, habría de verlo como normal. Fingiendo cuando alguien los veía por la calle, una relación de falsa figura paternalista, dando una imagen de aparente normalidad.

Disimulando la importancia de cuanto escondía. Al preocuparse alguna gente y al preguntar por su estado, de a qué era debido su delgadez y el mal aspecto que presentaba y la tristeza con que veían dicho chico, él adoptaba salidas contestando en tono humorístico, que en nada se correspondían con su carácter severo, como eran: él siempre ha sido así, a ver si se nos anima.

Lo había apartado por completo de sus amistades de siempre, que era lo poco que le quedaba, y con el tiempo su razón se había vuelto baldía y espantada por los miedos, y en la inercia sometida a los hechos en que vivía nuestro personaje, había perdido la objetividad con respecto a las cosas.

 Ante la pérdida de su familia y la vacua parcela destinada a sus amigos, se preguntaba:

¿existen o no existen los amigo?¿viven o no viven los amigos?¿dónde están, si están?

¿cómo son mis amigos?.

En un impulso de racionalidad, antes de perderla del todo, y por propio instinto de supervivencia decidió que su padre habría de ser su fortaleza, su madre la cordura y la armonía y sus amigos la nobleza a sí mismo. Ante la carencia, en aquellos momentos de estos. Pasando así en esta coyuntura, resistiendo, como buenamente pudo varios meses más, hasta que un buen día se presentó por aquella casa una persona, a la que habían llegado rumores de cuanto padecía aquel muchacho, compadeciéndose de él, insistió en comprar su libertad a su despiadado propietario. Que por más que intentase ocultar la realidad, los ojos cegados por el horror y el aspecto andrajoso y enfermizo de aquel muchacho, no podían pasar desapercibidas ante quien era su puerta de salvación.

El protector de éste, apenado por la situación, decidió pagar cuanto hubiera de ser necesario para desprenderlo de las garras ante las que estaba sujeto, a lo que su oponente se opuso rotundamente, y viéndose presionado hasta tal punto dicho ladronzuelo de niño y al ver que aquello podría ir a mayores, más bien que por la suma de dinero, y en parte por haberse sentido de algún modo culpable de aquellas, sus maliciosas y viles intenciones. Dándose por concluido el insensato castigo, despertándose de nuevo la esperanza de justicia en el mal aventurado y por fin libre hombrecillo de dios.

Siendo esto lo que realmente se merecía y debería haber sido con su ya robada humanidad. Aunque esperemos, ésta, la recobrase al igual que su añorad dignidad y autoestima, con el libre arbitrio de su conducta.


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