La Culona de Houston.

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Al término de una jornada laboral mi amigo Rigoberto y yo empezamos a platicar. Esa noche después de unos tragos convenimos que era tiempo de ir a dar una vuelta de hombres en su recién comprado vehículo deportivo. La idea de ir a dar una visita a esas conocidas jóvenes “masajistas”; conocidas por poseer unos muy esplendidos cuerpos y figuras tan sensuales que fueron objeto de varias referencias dadas por algunos compañeros del trabajo.

Al entrar en el alquiler ambos curiosos y a la expectativa de ser recibidos por un grupo de chicas; no fue así. Solo salió una joven de un cuarto alumbrado con esa tenue luz roja que caracteriza este tipo de lugares. Al no tener tanta visibilidad a nuestro alrededor y al no poder mirar sus proporciones entramos en lo que concertaba una decepción, más sin embargo al acercarse empezó a relucir su figura y las curvas empezaron a denotarse y hacer que nuestras bocas entre abiertas se allanaran a su espectacular cuerpo voluptuoso. Quedamos como bobos viéndola.

El problema ahora era decidir si alguno iba a entrar y quién iba ser el afortunado en este caso. Pues nos fuimos al tan convencional juego de piedra, papel y tijera en el cual de tres vueltas gané dos y fui el ganador. Ella sonriente y con esa cara de muñeca de mostrador me miraba y dirigió su mano derecha hacia el cuarto de citas…entré con ella.

Adentro en el momento de acercármele y empezar a buscar por su piel y sintiendo su maravilloso trasero; me di a la entrega con mis emociones; y mis pensamientos concentrados en su cuerpo. Al ver que se quitaba su tanga mi expectativa crecía y mi temperatura estaba desbordándose finalmente cuando se puso en posición normal, cara a cara y empecé a empujarme dentro de ella, sintiendo su suave caverna, inhalando y exhalando el aroma de su pelo. Ella sonriente me decía: “abrázame”. Al sentir su aliento tan limpio y su respiración tan fresca le dije: “volteada”, y se volteo.

       Quedando en cuclillas su admirable figura hacía que mis ojos se abrieran con asombro y parpadeaba al verla mover su finísimo trasero, tan ella y bailándome al ritmo de una canción tan sensual que parecía que había practicado esos movimientos de cadera.

       Ella lograba inclinarse y yacía en su mejor pose con sus maravillosas nalgotas. En aquel momento me encontraba dándole aceleradamente y con un buen peso sobre ella que permaneciendo inclinada también gozaba del encuentro y la cachondez de éste. Le daba y le daba hasta que sentí la precipitación estremecerme haciéndome explotar en semen.

       Ella estaba dispuesta a seguir recibiendo de mí, Aunque por el momento necesitaba retomar fuerzas, así que me puse la ropa y salí del cuarto.

       En el recibidor, Rigoberto estaba sentado, se encontraba desesperado y al verme sonrió. Yo me le acerque y de un tirón lo jale del brazo y le dije: “amigo te recomiendo que entres, ¡pero hazlo ya!”

Yo me quede ahí esperando ahora y escuchando los sonidos y quejidos emitidos por aquellos dos, que en los placeres se encontraron y ahora estaba en el sofá en que mi amigo se sentó cuando me esperaba impaciente. De seguro se le hacia agua la boca tan solo de saber del cuerpo tan voluptuoso y suculento de la moza.

       Lo esperé unos quince minutos y cuando salió me miro y me sonrió. Pude ver lo satisfecho que él se sentía.

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