VECINDARIOS. PARTE 4

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Querido Anselmo, cualquier excusa basta si se trata de recordar.  Hasta el acto más sencillo como el abrir un libro y percibir el olor que habita en cada página, nos recuerda el revolotear de una mariposa, las pisadas de aquellas noches que siendo niños no podíamos identificar, el ruedo de un nuevo amor, el desplazamiento libre de una mano sobre nuestro vientre,  el intenso sabor de un dulce de cidra, el aroma insistente del jazmín y  los juegos de la casita debajo de la gran mesa de aplanchar.

 

He decidido volver al pasado, recordar aquellos pasajes que me conmovieron, las calles que recorrí y los sueños que albergué en mi pensamiento, por eso te escribo.  Quiero recuperar un poco el tiempo perdido y hablar de esas cosas que nunca podremos olvidar.

 

Quiero hablar un tanto de lo que sobreviene en las tardes que aún no vivimos, caminar sobre las pisadas de la infancia y de las épocas en que queríamos ser adultos e ignorábamos lo que nos esperaba cuando creciéramos; recordar los cantos que juntos entonamos pese a las súplicas del tiempo, dame la oportunidad de escribir y que el eco retumbe en tu corazón, deja que te confiese mis alegrías y dudas, deja que te cuente.

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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