ÉPOCAS Y ÉPOCAS

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Espada en ristre y con rostro malhumorado,

acercose a la jovenzuela, ceñuda en vista del percal enfrentado.

-Vuesa Merced expondrá-, dijo, con voz pequeña en su entendimiento.

-Es mi deseo recuperar las ciento tres monedas que,

en virtud de una tía abuela, pertenéceme-.

-¿Algún motivo a registrar?.

Aún la mano nerviosa, empuñaba el frío hierro, rememorando

la maltrecha sesión vespertina sufrida al anhelo de soportar unos

vacíos bolsillos ante la habitual pozada de retozo, regia en sus posturas, que por añadidura partía con

noche festiva.

- la tarde anterior no pude recuperar mis dineros por arte de su errada función.

Aclaró, señalando el ingenio en el pórtico de la entidad.

-Ayer sufrimos el asalto de una banda de truhanes, al abrigo de la partida de la autoridad. El carromato dejaron junto a un penco dolorido-

- No siendo un problema al que me pueda avecinar, proceda-

Le espetó, burlando una ligera sonrisa que predecía su agrado con la contrariedad sufrida.

-¿querría efectos de la Casa de Indias o billetes de la Corona?-.

-Visto lo visto, Plata- asumió con desganada ironía.

La joven, sometiendo su cabeza y bajando aún más su usual hilo de voz, dijo.

–La plata fue lo que primero que llevaron ayer-

-¡¡¡Maldición Morisca para toda su estirpe!!!, ¡¡¡hijos de una posadera manca!!!-

Gruñendo, renegando y blandiendo su enorme espada, terminó por decir.

-Sea efectos, pues-.

Y al salir con sus títulos bien guardados, reseñó.

-Esta España no es, ni de sombra, la de antes-


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