Con las manos en la masa

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Estaba en la cocina. Preparaba un bizcocho para el cumpleaños de mi amiga Natalia. Habíamos quedado mi amiga Cristina y yo para hacer el pastel juntas.

Ella estaba removiendo la nata y yo miraba el horno, cuidando de que el bizcocho de chocolate no se quemara. Ambas llevábamos una camiseta ancha como pijama. Y braguitas, por supuesto.

Yo estaba agachada, con el culo en pompa mirando y observando el bizcocho, viendo cómo crecía gracias a la levadura.

Y me sorprendí mucho cuando Cristina se colocó detrás mía y me tocó los pechos.

Me levanté de golpe y le pregunté alterada "¿qué haces?"

Ella no respondió, sólo se quitó las bragas.

-Cris, ¿qué estás haciendo? -Volví a preguntar.

Ella me besó. Al principio era frío, no me mostraba receptiva. Pero después, al notar la calidez, me dejé llevar y saqué mi lengua. Hicimos una especie de pulso hasta que ella misma se separó.

Yo me dí la vuelta y volví a mi posición, mirando al bizcocho. Noté que ella me quitaba las bragas. Y realmente en ese momento no me cuestioné nada. Tenía curiosidad, estábamos solas y éramos jóvenes. Al día siguiente seguro que nos reiríamos de eso.

Levanté un pie y luego el otro sin cambiar mi postura para quitarme por completo las bragas de color rosa. E inmediatamente noté cómo algo de nata que antes estaba removiendo Cris se extendía por mi sexo. Notaba también los dedos de Cris, que parecían expertos. Moviéndose de un lado al otro, sin entrar, pero haciéndome retorcer de placer. Ella se puso de rodillas, de manera que tenía mi sexo prácticamente en la cara. Besó primero los labios exteriores y luego los abrió con sus dedos finos.

Me lamió de arriba a abajo. Yo, para no caerme, me apoyaba a la manivela del horno. Ella me seguía comiendo. Y estuvo así un buen rato. No podía pensar nada, quería que siguiera, quería que siguiera apretándome el clítoris con sus dedos sedosos y seguir desprendiendo calor. Pero se separó de mí. Me giré para observar lo que hacía, y vi que se estaba quitando la ancha camiseta, quedándose completamente desnuda. Su oscura cabellera rizada se deslizó por su espalda. Se tumbó en el suelo, y con la nata, se untó completamente. Yo me lancé salvaje y le limpié toda la nata, después me centré en sus pechos. Perfectos, finos, grandes, suaves y con pezones rosados y erectos.

Se los comí, succioné, pellizqué mientras metía dos dedos dentro de ella.

Todo era muy precipitado, muy sexual, parecía como una película porno, pero no. No lo era. Estaba con mi amiga Cristina, teniendo sexo en mi cocina.

Me levanté y cogí la varilla. Una de esas varillas metálicas que sirven para mezclar ingredientes. Unas de esas varillas con un mango largo y brillante.

Se lo metí en su interior y se estremeció. Lo metía y lo sacaba de ella. Cuando lo sacaba por completo, veía que el mango se volvía blanquecino. Ella estaba a punto de correrse, y le dije que me hiciera eso mismo a mí.

Me quitó la camiseta y me tumbó. Me lamió despacio, cada rincón de mi cuerpo. Lamió con movimientos de lengua rápidos mi sexo, haciéndome jadear. Y metió la varilla dentro de mí. Mientras, masajeaba mi clítoris con sus manos.

Yo apretaba mis pechos, sin saber bien que hacer, a parte de gritar. Sacó la varilla y nos sentamos la una frente a la otra. Cada una mojó los dedos de la otra y empezamos a masturbarnos. Yo a Cris y ella a mí. Acabamos en un gran orgasmo, casi al unísono.

Luego, desnudas, volvimos a hacer otro pastel.


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