D.P. EN SAN FRANCISCO

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El primer contanto no visual con D.P. se mantuvo en un área de servicio de una autopista en Arizona. Ellos ya nos habían echado el ojo, hay parejas de viajeros que “viajan” así, en pareja pero, con el objetivo de procrear en el transcurso del viaje y acabar convirtiéndose en cuarteto, al menos, o en sexteto generalmente, no más porque tampoco se prestan a la dilución. La circunstancia del grupo, variopinta como en todos, tenía dos particularidades, era de tamaño reducido y se trataba de un viaje largo, 21 días. Cualquier error podría ser fatal para el cazador, no tanto para la presa, sin opción, en clara inferioridad dada la profesionalidad de los oteadores. Ya nos habían pintado la diana en la espalda, yo me di por “forrado”. Mery aún no, confiaba en su determinación, pero no conocía aún mi debilidad ante el personaje.

El área de servicio, de entre los cuatro grupos que existen, era de las que ocupaban, para mí, el último lugar en el escalafón. Una amplia explanada, sin vegetación, en torno a la cual se distribuyen toda la gama completa de establecimientos de comida rápida: McDonald´s, Chino-Buffet, Wendy´s, TacoBell, KFC, etc… La señora de Don P. era “más de pollo”, yo nada de pollo, Mery optó, con motivo, ya me lo había advertido, por el “diga que me opongo” y al bueno de D.P. nadie le pidió opinión. Acabamos en KFC, yo no comí pollo, Mery sí.

Ya sentados, las víctimas no facilitaron mucha información, la estrategia de Mery de no soltar prenda le salió mal, ya que permitió a D. Pimpón explayarse. El madrileño había trabajado varios años para un organismo internacional, en Washington D.C. y N.Y.. Nos respondió algunas curiosidades sobre W.D.C., que nosotros habíamos conocido tres años antes, y en general, sobre el modo de vida en U.S.A. desde su propia experiencia. Interesantísimo. Mery no pensaba lo mismo y comenzaba a alarmarse.

No hubo más contacto, al menos que sobrepasara los diez minutos, hasta llegar a San Francisco, que fue donde D.P., con pinta de obispo pulcro, dio toda su dimensión. Una de nuestras noches de estancia en S.F. quedamos para cenar comida italiana en North Beach. Quedamos a las 21:00 horas en la puerta de City Lights Bookstore, librería de la que yo tuve noticia por la guía pero que, hasta la plática de D.P., no asocié con el movimiento BEAT, del que yo solo conocía a Kerouac y su On the Road. Durante la cena, se completó la información sobre este tema, se charló sobre Italia brevemente y, en seguida D.P. comenzó su disertación sobre la literatura del Oeste de E.E.U.U. Desde los nacidos aquí que luego se hicieron del Este, como Twain. Extranjeros que se hicieron de aquí, como Stevenson o Husley. Otra vez Kerouac, a propósito de un comentario sobre el Big Sur. Por cierto, con una carretera costera, la US.A. One, de las más bellas del mundo, y que yo recorrí en el 2.002 en un coche sin capota, oyendo Pet Sounds, de los Beach Boys. Así se lo hice saber y, aunque no le pasó desapercibido, ni flores, London, Steinbeck, Kesey, hasta llegar a Luis J.Rodríguez. Para los postres, Mr. Hyde se había reservado su especialidad, Hammett, era el cebo para organizar la velada del día siguiente. Yo piqué y lo peor es que no se lo dije a Mery.

Paseábamos, después de haber pasado la mañana en Sausalito, por Castro, donde habíamos subido andando a través de todo Market Street y desde donde pensábamos bajar en uno de los históricos tranvías, de todos los lugares del mundo, que hacían este recorrido. En el momento que elegí para decirle a Mery que a las 21:00 horas teníamos una cita en Union Square, estábamos en una librería “especializada” y Mery observaba el entusiasmo de dos lesbianas catalanas, porque una de ellas había encontrado un ejemplar de algo que debía ser importante por su singularidad o en su biografía, estaban exultantes y lo contagiaban. Mery no se lo tomó a mal, aunque con voz serena me comunicó que el paseo por este barrio continuaría con cita o sin ella, con buen criterio por otra parte. Así hicimos, apuré el plazo al máximo y conseguí deMery que cogiéramos un taxi que nos llevara directamente.

 Llegamos con media hora de retraso. Ya abandonaban el lugar de la cita, no estaban solos, otra pareja les acompañaban, seguro que, como profesionales, tenían un plan B, les dimos alcance. El viaje llegaba a su fin y las reservas económicas ya no eran para tirar cohetes. La pareja propuso una pizzería, eso, ni mucho menos, entraba en los planes de D.P. Acabamos, como él tenía previsto, en Johns Grill, bajo la atenta mirada del falso Halcón, cenando Steak con patatas asadas y ensalada. Si hubiera elegido la otra opción, la de ir a States Hof Brau, no me hubiera podido ir de este mundo, como es mi propósito, sin probar las manitas de cerdo. Tras los postres, gasté todo lo que me quedaba, confiando en Mery, en dos rondas de Johnny Walker.

Jmpm 2012


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