El Psicópata amante (II)

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De pronto todo se vuelve brillante, escucho la ambulancia, las sirenas, los gritos, perros ladrando, chirridos de neumáticos en el asfalto… noto un dolor espantoso, algo inexpresable, indescriptible y veo miles de fuegos artificiales explotando al unísono a mi alrededor. Luego todo se va tornando gris, el fuego se apaga, el ruido va desapareciendo y la oscuridad me toma por completo.

Ella no está, no la veo, todo es vacio, no hay nada ni nadie. Una vez me perdí en una cueva pero había paredes, eco, olores… aquí no hay nada, estoy en un vacío inmenso, perdido y tengo miedo mucho miedo. Grito pero no emito sonido.

¿Cuánto tiempo habrá pasado? Tengo la sensación de llevar aquí un siglo o un segundo, no lo sé. ¡Dios me estoy volviendo loco! Si toda la eternidad tengo que estar aquí no lo voy a soportar. Grito, vuelvo a gritar, ahora mucho más fuerte… y nada ocurre no hay sonidos. Trato de tocarme pero no tengo cuerpo y tampoco tacto alguno. No noto frio ni calor. Sólo soy pensamiento. ¡Me estoy volviendo loco! Necesito estar con alguien, no quiero estar aquí el resto de mi existencia… estoy desesperado. Mis pensamientos se están convirtiendo en un tornado de recuerdos y me duele la cabeza. ¿Cabeza? ¡Como si tuviera! En ese instante caigo en la cuenta de que siento dolor, la desesperanza me duele, la soledad me duele, mis pensamientos me duelen, y… vuelvo a gritar… y el dolor aumenta hasta el punto de que chisporrotean puntos de luz en derredor mío. Cada chispa de luz es un clavo en mi alma, en mi mente, y duele como nunca he sentido nada, duele, duele, duele… vuelvo a gritar… vuelvo a sentir dolor mucho dolor…

El manto negro se vuelve gris y un espantoso sonido brota de mi garganta, noto como mis pulmones se hinchan de aire, vuelvo a sentir mi cuerpo, y por primera vez desde hace tanto tiempo vuelvo a ver. Siento unas cálidas manos que me abrazan y tratan de calmarme. De pronto la veo a ella, junto a mí, consolándome y preguntando que me ocurre, le digo que nada, miento, y me levanto de la cama. La dejo medio dormida y me dirijo al aseo, estoy sudando. Me lavo la cara y me miro al espejo, no tengo buena pinta, la medicina que me prescribieron no me hace efecto. Vuelvo al dormitorio y la observo, tan bella, tan inocente, tan… indefensa. Voy a la cocina a por agua, mientras bebo abro un cajón y cojo un cuchillo, sonrío, me lo acerco a la altura de la cara y me siento poderoso. Veo unas pastillas en la encimera y sopeso si tomarlas o no. Me tomo dos y un buen trago de agua… sigo mirando el efecto de la luz sobre la hoja del cuchillo, me gusta. En pocos minutos me descubro haciendo el gilipollas desnudo en la cocina con un cuchillo en las manos y empiezo a tener sueño. Dejo el cubierto donde lo encontré y vuelvo a coger el bote de pastillas, lo acerco y me golpeo con él en la frente repetidas veces.

-No puedo volver a olvidarme de tomar las putas pastillas.

Me vuelvo a la cama que son las 4 de la mañana y el despertador suena a las 7:30h.

 

                                                                                                                                            J.M.Oliver 20/08/13


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