NO DIGAS NADA... SOLO SIENTE (Primera parte)

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Enviado el , clasificado en Adultos / eróticos
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Mi nombre es Elizabeht, soy francesa y vivo en París con Zaccharie, mi marido. Yo sólo le llamo así cuando me enfado. Para mí es Zaccha. Llevamos casados siete años y debo decir que han sido siete años maravillosos. Lo más importante en nuestra relación siempre he pensado que ha sido la mutua confianza entre ambos y la complicidad en todos los aspectos de la vida. Siento que todavía sigo enamorada de él, y apostaría mi vida, que el sentimiento es recíproco. Tengo treinta años, y Zaccha treinta y dos. No quisiera parecer demasiado pedante o falta de modestia, cuando digo que los dos somos atractivos. Mi marido es alto, fuerte, y... ¡qué queréis que os diga yo... para mí, es guapísimo! Si no fuera por la confianza que, como os he dicho, tenemos el uno en el otro, ya me habría vuelto loca de celos. De mí, Charles siempre dice que tengo un culito respingón muy apetecible, y unos senos preciosos, tersos y juveniles, y a una, siempre le agrada seguir pareciendo atractiva a los demás, sobre todo a tu pareja, viene bien para mantener tu ego a punto. Soy morena, con el pelo ondulado, y cortado a media melena, a mí me gusta darle un aspecto desordenado, creo que me da un plus, no sé, quizás porque hace resaltar el color azul turquesa de mis ojos.

Desde el principio, nuestras relaciones sexuales han sido sumamente satisfactorias, sin prejuicios, sin trabas, con una total libertad para buscar el placer máximo, tanto propio, como del otro. Yo tuve dos relaciones antes de conocer a Zaccha, y nunca me había entregado, ni gozado tanto, como con él. La primera vez que me atreví a realizar sexo oral con mi pareja sentimental sin ningún pudor, y porque en realidad me apetecía, fue con mi marido. Con Zaccha puedo llegar a perder el sentido de la realidad, no somos nada convencionales, pensamos que la rutina acaba con la pasión e intentamos dar cabida a todos los juegos y fantasías que crucen por nuestra imaginación. Me considero una mujer multiorgásmica y puedo llegar al clímax incluso sin haber penetración; lo único que no hemos logrado culminar con éxito, y ahí debo reconocer mi total imposibilidad, quizás por el dolor que me producía y por la falta de placer cuando lo hemos intentado practicar, es el coito anal, así que, quedó descartado de nuestro menú sexual sin ningún tipo de trauma u obsesión por parte de ninguno. Todo lo demás, entra en el paquete de posibilidades.

Algunas veces comenzábamos visualizando una película X, a modo de precalentamiento,  pero solo llegábamos a ver los diez primeros minutos de la misma, después nos dejaba de interesar lo que hacían los actores y pasábamos a ser nosotros los protagonistas. Recuerdo que un día el DVD porno que bajó Zaccha de internet, lo protagonizaba un joven actor negro, y en la primera escena, cuando la chica bajó su slip para realizarle una felación, no pude reprimir un ¡Dios mío..! ¡Guauu..! Ante el tamaño del pene de ese muchacho. Zaccha se rió, luego miró el suyo, pues estábamos totalmente desnudos.

-¡Las comparaciones son odiosas!- Dijo con ironía.

En cierta ocasión medimos su miembro, por pura curiosidad.., diecisiete centímetros.

-¡Bueno...no está nada mal!- Le comenté divertida. - ¡Tú sabes que yo me conformo con poca cosa! Sumado a tus besos y tus caricias...!Me doy por satisfecha!

Nunca le he dado importancia al tamaño, pero... la visión de aquel grandioso pene me produjo cierto placer, Zaccha se dió cuenta y dejó que la película siguiera su curso para que yo disfrutara y, si yo disfrutaba... él disfrutaba. Seguímos con atención las peripecias del joven negro y su enorme miembro. ¡Bueno...en realidad era yo quien las seguía con más atención! En un momento dado, instintivamente, mis dedos comenzaron a acariciar suavemente mi pubis depilado, a juguetear con el clítoris. Imaginé cómo sería tener ese pene entre mis manos, entre mis labios, entre mis muslos. Zaccha me observaba mientras su erección se iba haciendo más y más visible, hasta que nos venció el deseo. Dejamos de mirar la película y nos zambullimos desnudos en las aguas turbulentas del placer. A partir de esa experiencia, añadimos un elemento nuevo de fantasía a nuestras relaciones. A menudo, en pleno coíto y cuando la pasión se encontraba en su punto álgido, Zaccha me hablaba al oído inventando diferentes escenas eróticas, en las que el muchacho negro y él me hacian el amor apasionadamente. Yo era totalmenta receptiva, y le relataba cómo a veces el chico venía a casa cuando él no estaba, y me encontraba vestida con una minifalda sugerente y ropa interior muy sexy, me desnudaba poco apoco y yo le practicaba una ardiente felación antes de que me penetrara con furia. Nuestra líbido ascendía hasta el nivel máximo, explotando como fuegos artificiales y acabábamos a la par, exhaustos, agotados, satisfechos, habiendo disfrutado de orgasmos múltiples maravillosos.

Recuerdo el día en que Zaccha me regaló un pene negro de látex, de veinte centímetros, que acababa de adquirir en un sex-shop. Acompañó nuestros juegos de esa noche. Siempre hemos tenido claro que todo esto formaba parte de nuestros juegos amorosos, de nuestras fantasías sexuales, por eso nunca ha llegado a suponer una obsesión enfermiza.

En agosto decidimos darnos un merecido homenaje. Habíamos acabado estresados por el excesivo trabajo de todo el año. No conocíamos España. Reservamos una lujosa habitación en el mejor hotel de Formentera y allí nos fuímos a disfrutar de su gente maravillosa, de su cielo azul, del mar y de su gastronomía. Nuestro aniversario de bodas lo queríamos celebrar por todo lo alto, era el día veinte de agosto y... ¡qué mejor escenario que éste!

Durante los primeros días todo transcurrió como esperábamos, playa, piscina, sol, excursiones, dias tranquilos, noches de pasión. En el restaurante del hotel trabajaba Paul, un camarero francés que más o menos tendría nuestra edad, alto, fibroso, de ojos verdes y... ¡de raza negra! Cuando nos escuchó hablar en francés se acercó a nuestra mesa, enseguida entablamos amistad. Se presentó educadamente y desde ese momento era él quien nos servía en las comidas y las cenas. Era agradable, inteligente, buen conversador y... muy atractivo, os lo aseguro. Desde el primer día me atrajo su mirada, me recordaba al policía negro del pelo rizadito de la serie C.S.I., ahora no recuerdo su nombre, pero siempre me pareció que era muy guapo, lo comentaba a menudo con Zaccha, es raro ver a una persona negra con los ojos claros, resulta exótico.


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