Sin más.

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Enviado el , clasificado en Amor / Románticos
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Pisaba la hierba húmeda aquella tarde de verano, hacía poco mas de media hora estaba lloviendo a cantaros pero ya el sol asomaba con amenazas de brindar una puesta de sol nuevamente impresionante. Me había resistido a salir a bailar descalza bajo la lluvia, dada mi propensión a resfriarme con el mínimo cambio de temperatura. Pero no pude evitar salir a pisar esa alfombra mojada y verde cuando amainó. El olor a tierra mojada me envolvia por completo, no podía dejar de pisotear y juguetear con mis dedos entre la hierba. Me remangué la falda vaporosa, una con la cual jamás me habría atrevido a pasear por la ciudad, otra ventaja de estar en el campo, y eché a caminar por el bosque. Podría parecer un escenario triste y lúgubre, solo y deprimente, para cualquiera.. pero no para mí. De las hojas de los arboles caían gotitas sin parar y yo me ponía debajo y sacaba la lengua para recogerlas. Aún podía escuchar la melodía de yann tiernsen que había dejado en el reproductor, me encanta leer con música de fondo.

 

No podría haber imaginado jamás que habría alguien tan loco, o libre, como yo, como para salir solo a pasear por el bosque, descalzo, boqueando bajo los arboles, ensuciandose las manos y los pies con la tierra, sonriendo con felicidad pura, libre de todo. Pero ahí estaba. Me sorprendió observandole, le miraba con una sonrisa de aprobación de lo mas sincera, y no fui consciente de que se acercaba hasta que le vi sonriendo, caminando con mi misma expresión, mirándome. Me asusté, mirarme en un espejo me pareció poco comparado con mirarle a el en ese momento. Me puse seria al instante, ¿que iba a pensar de mi? bueno ¿y que importaba? Volví a sonreirle y solo se me ocurrió decir una obviedad para romper el hielo

- Pareces feliz.

- Lo soy.- dijo el.

 

No dejó de mirarme sonriente, y todos mis miedos afloraron de nuevo. Había ahorrado mucho tiempo para poder escapar del bullicio de la ciudad, de la gente, de las miradas escrutadoras y de la aprobación o no en ellas. De las relaciones sociales, de las inseguridades, de mi yo creado únicamente para sobrevivir y no para vivir. Quería simplemente conocerme a mi misma, ¿que me gusta realmente? ¿como soy? Lo que menos necesitaba era alguien que me prejuzgase de nuevo, que pensase que soy.. 

 

- También lo parecías, aunque debes estar pensando demasiado ahora mismo.

 

Lo dijo.. ¿con pena? Parecía decepcionado, como si pensar en aquel lugar fuese algo impensable.

 

- Si, quizá demasiado, y no es a lo que vine.

 

Me sorprendió la facilidad con la que esas simples oraciones se tornaron en una conversación extremadamente agradable, en la cual no tuve que pensar ni un segundo en como debía expresarme, no me tuve que esforzar en ser simpática o en caer  bien, ni lo contrario. Hablé  de todo y el habló, reímos y si, pensamos. Pero al final todo volvió al orden natural y seguimos jugando como dos niños bajo los arboles.Vimos la puesta de sol y con solo una mirada prometimos volver la mañana siguiente, sin horas, sin planes, solo volver.

 

Esa mañana desperté contenta, el dia anterior no pudo ser mejor, habia conseguido terminar mi libro sin pensar en cuanto tiempo llevaba leyendo, o cuanta gente esperaba que le respondiese un mensaje, o cuantas cosas tenia que limpiar, hacer o decir.. Soló lei hasta que estuve satisfecha, esperé a que cesase la lluvia y despues de una buena merienda sali a pasear. Y le conocí. Ni si quiera pregunté su nombre, ni edad, ni de donde era.. No hubo un hola, ni una despedida. Solo nos abandonamos a lo que nuestras mentes necesitaban decir, o nuestros corazones, o ambos. Y luego nos dejamos libres.

 

Preparé un desayuno, ¿para dos? mis manos trabajaban solas, no querian impresionar, ni esperaban nada a cambio, solo vieron natural preparar comida para dos. Me recogi el pelo, me puse lo primero que encontré en la maleta, que aun no habia deshecho, y salí al bosque.

 

Me sorprendi a mi misma a cada paso, en la ciudad, estaria loca pensando en que ponerme, maquillarme, conseguir dinero para salir, pensando que podria decir para impresionar a aquel chico, haciendome ilusiones y luego matandolas una y otra y otra vez. Pero alli no, solo caminaba por el bosque, con un almuerzo para dos, sin peinar ni maquillar, sin zapatos ni esperanzas. 

 

Y pensé que asi debia ser.

 

Bajé a la playa, y sin preocuparme por miradas indiscretas, o por pensamientos malintencionados, me bañé. Con ropa, porque era lo que me apetecía. Al salir me saque la camiseta y me remangue los vaqueros, me sente en la arena y me dispuse a comer y beber algo mientras el sol me calentaba. Y como no podía ser de otra manera, apareció el. Sonriente como la primera vez.

 

- ¿Tienes hambre?- le dije.

- Siempre.

 

Se sentó a mi lado, no preguntó por mi extraño atuendo, no hacia falta. Le ofreci un poco de fruta y unos sandwiches, y la limonada que tan bien me habia quedado. Y comimos. Sin más.

 

Como tantas veces haríamos despues, después de saber nuestros nombres, de volver a la ciudad, de conocer a nuestras familias.. despues de romper nuestros compromisos sociales y abandonarnos a vivir juntos para siempre.


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