Nada de amor, solo sexo.

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Enviado el , clasificado en Adultos / eróticos
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Hace unos meses que perdí al amor de mi vida. Murió y me dejó destrozada, sola y sin consuelo. Nada puede hacer que mi corazón vuelva a latir de nuevo, pero mi cuerpo sigue vivo y añora sentir el roce de las caricias y la maravillosa sensación de sentirme poseída por un hombre. Necesito un hombre cualquiera, un desconocido, alguien al que no vuelva a ver después de haber follado con él. No me interesan los compañeros de trabajo ni los conocidos.

Hace tres días tuve que hacer unas gestiones para mi empresa en la otra punta de la ciudad, al acabar con ellas entré en una cafetería para tomarme un respiro y un refresco. Hacía un calor insoportable y necesitaba disfrutar por un rato del aire acondicionado de aquel local. La camarera estaba leyendo una revista sin prestar apenas atención a los dos únicos clientes que había cuando yo entre. Tras servirme mi coca cola volvió a sumirse en su lectura. Un relámpago cruzó el cielo seguido de un trueno ensordecedor, a los pocos segundos empezó a llover copiosamente. Un hombre entró en el local buscando refugio, llegó con la camiseta empapada y el pelo brillando a causa de la lluvia. Se sentó en la barra, a mi lado, y pidió una cerveza. Era alto, moreno y la camiseta se pegaba a su cuerpo dando un toque sexi a su aspecto. No era muy guapo, pero mis hormonas se revolucionaron en cuanto le presté atención. Entablé con él la típica conversación a cerca del tiempo para romper el hielo y funcionó, era agradable y simpático. Supe que aquella era una buena oportunidad para descargar mi tensión sexual. Mi vestido amplio de algodón apenas llegaba a mitad del muslo, lo que permitía la visión de mis piernas en todo su esplendor. No fui ajena a las miradas furtivas que el hombre lanzaba sobre mi cuerpo cuando creía que yo no le veía y eso fue haciendo que me empezara a excitar de verdad. Deseaba que su mano se extendiera y me acariciara para luego hacerme gozar de un buen polvo. Decidida me arriesgué a tomar la iniciativa y a soñar con que funcionara. Me levanté de la banqueta y le dije:- Este calor es insoportable. Cogí mi vaso y lo puse sobre mi cuello y mi escote para refrescarme con él. Me miró sin pestañear mientras yo me deleitaba intencionadamente en repetir la acción de nuevo. Podía ver que yo no le era indiferente, era mi oportunidad. Me acerqué un poco hacia él y en voz baja le susurré: - Estaré en el baño, no tardes por favor. Su expresión de sorpresa no eclipsó su creciente excitación.

Lo esperé con las manos apoyadas en la encimera de los lavabos, con los hombros hacia delante y el culo retrasado y en pompa. Unos segundos después él entró. No me volví para mirarle, pues tenía una buena panorámica gracias al frontal de grandes espejos que tenía delante. Se puso tras de mí y uno de sus brazos se ciñó alrededor de mi cintura mientras la otra mano se introdujo en mi escote y se ciñó a uno de mis pechos. Por fin volvía a sentir de nuevo aquel placer que precedía a una buena sesión de sexo. Pellizcó mi pezón hasta hacerme gemir de gusto y mi culo se fue acercando a su cuerpo hasta encontrarse con la dureza de su erección. Me di la vuelta rápidamente y entrelacé salvajemente mis dedos en su pelo, atraje su boca a la mía y nuestras lenguas empezaron a bailar al unísono, lanzando descargas eléctricas de excitación a ambos. Le agarré de la mano y entramos en uno de los cubículos de los aseos. Estaba ansiosa por disfrutar de su cuerpo y de sentirlo a él jugando con el mío. Le quité la camiseta empapada y mi lengua se deslizó por su pecho, mordisqueándole los pezones mientras le desabrochaba el pantalón. Sus gemidos hacían que mi sexo palpitara y lo deseara dentro de él. Su pene estaba entre mis manos y era duro y tan apetecible como yo deseaba. Lo lleve a mis labios y empecé a lamerlo lentamente mientras lo notaba crecer aun mas con mi lengua sobre él. Yo estaba muy ocupada llenando mi boca con aquella maravillosa verga, él me agarraba del pelo para mover mi cabeza hacia delante y hacia atrás una y otra vez, y otra vez más sin dejar de gemir ni un momento. Dejé de momento aquella deliciosa ocupación cuando él se puso de cuclillas entre mis piernas, me quitó el tanga y su lengua empezó a trazar eróticos círculos alrededor de mi clítoris. Yo estaba tan mojada que sus dedos se deslizaron sin problemas dentro de mi vagina. Me chupaba y lamía mientras sus dedos me follaban sin parar. - Siéntate ahí. Le indique la taza del vater tapada y el se sentó con su polla erecta como el mástil de una bandera. Acabé de desnudarme y me acerqué a él hasta poner mis pechos a la altura de su boca, empezó a lamerlos de nuevo, pero esta vez con más ardor y premura. Si separar mis pechos de su deliciosa lengua cogí su polla con una mano y la sujeté para que penetrara mi vagina mientras me iba sentando lentamente sobre él. Al principio mi ritmo fue lento, formaba círculos con la polla en mi interior, quería disfrutar aquel momento. Poco después ya no podía controlar mi deseo, estaba tan excitada que necesitaba urgentemente que me follara, así que empecé a cabalgar salvajemente sobre él. Nuestros gemidos y movimientos se volvieron ardientes y frenéticos hasta que noté que mi cuerpo se llenaba de él. Se corrió dentro de mí, produciendo una descarga tan maravillosa que me corrí con tanto placer que mis unas se clavaron en la piel de su espalda y mis dientes mordieron sus calientes labios. Cuando acabamos el me preguntó si volveríamos a vernos, yo le dije que no, nunca volveríamos a estar juntos.

Fuera la tormenta continuaba y corrí hacia la abarrotada parada del autobús. Unos minutos después todos subimos apretujados y nos acomodamos como pudimos en el transporte público. No había apenas sitio para moverse. De repente sentí una mano que levantaba mi falda y se posaba en mi culo. Volví la cabeza sorprendida ante el atrevido manoseo y me encontré de nuevo con él. Su sonrisa contagió a la mía y sus dedos se deslizaron hasta encontrar de nuevo la entrada a mi sexo. Se movía con pericia dentro de mí y mis piernas temblaban y amenazaban con dejar que me desplomara, fue el gentío que nos rodeaba lo que me sirvió de apoyo y nos dio la privacidad que necesitábamos. Me corrí de nuevo con sus dedos hábiles follándome una y otra vez. Su parada estaba a pocos metros cuando terminó de darme placer, se acercó hasta mi y me susurró al oído: - Volveré mañana al mismo bar, te esperaré.

No he vuelto a ese lugar, no quiero encariñarme con nadie, solo necesito hombres que estén dispuestos a follarme, no me importa si necesitan una sumisa o un ama, solo me importa tener su polla llenando mi vacío.


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