La vecindad insospechada

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Cuando Jacinto disparó a Narciso ya hacía rato que era de noche. Los vecinos (eran muy pocos) debían estar en sus camas, pronunciándose temerosos al sueño previo del día siguiente, aquel que como hoy sería igual que tantos. Alguno, a lo sumo, se habría descuidado quedándose frente al televisor viendo uno de esos programas que traspasaban el límite de los días sin ofrecer nada a cambio, vacíos y secos ecos de voces que parloteaban acerca de cuestiones que, en ocasiones, escapaban a la razón humana. Otros, tal vez, visitando el baño por última vez antes de arremolinarse bajo las sábanas con esa mezcla de frío-calor tan agradable que sólo ofrecen las camas recién deshechas. Por lo tanto, con las cenas ya digiriéndose en sus estómagos, con el vaho del último alcohol flotando por sus salas de estar, no estaban dispuestos a soportar el rugido imprevisto de un balazo colándose por las rendijas de sus puertas.

 

Cuando Jacinto disparó a Narciso ya hacía rato que era de noche. No porque el primero esperara a que esta condición se diese, ni mucho menos, ni porque el segundo se retrasase en su regreso e hiciera imposible el homicidio a media tarde. Era de noche y era el momento. Pasa a veces que las cosas suceden de manera casual, así la mosca que se cuela en una habitación y molesta inesperadamente a un habitante lo ha hecho de casualidad, no se decidió precisamente por esa ventana. Así el tropezón involuntario en la piedra semiescondida de un montón de hojas secas que nos hace caer ha sido casual. Pues igualmente pasó de manera casual el disparo de Jacinto a Narciso. Y aún todos se preguntan los porqués y buscan ese motivo que no les cambiará las vidas ni les hará conciliar de manera mejor sus sueños; todos se taladran con las miradas unos a otros buscando algún atisbo de culpabilidad soslayada; la vecindad al completo (eran muy pocos y los dos perros no se cuentan) se hace piña y escruta y pone en duda las versiones oficiales y las versiones oficiales ya dicen “basta; déjennos tranquilos y sigan con sus vidas” y ellos notan que no pueden porque hay que saber qué ocurrió para que Jacinto disparara a Narciso cuando ya hacía rato que era de noche, qué ocurrió para que una flor matara a otra dentro de la misma maceta.


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