De la esencia y forja de Edzhekil Komohvpa

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  Noches de erudición infantil,

Noche de vaga soledad.

Inútiles interrupciones,

Dormir y soñar.

¿Miedo? Tiranía y fatalidad.

Creyendo un mundo ordenado

Con tu inmutable amabilidad.

 

  En una noche transitoria

Nuevamente el reflejo de evocarte,

De sentirte.

De rozarte.  

 

  Creé todo lo que ves y aún más.

Me recreé. Me divinicé

Porque, al fin de cuentas,

Eso es lo que somos. Lo sé.

 

  Pero nunca pude destruir esos anhelos,

Esos deseos, esas virtudes humanas,

Esos sentimientos,

Esas complacencias macabras.

Por lo menos nunca permanentemente.

Por represión, quizásmente.

Clamé por un regazo,

Alguna guarida.

Hasta que me di cuenta

Que yo mismo la poseía,

O al menos eso quise comprender

(La prudencia

Que a veces uno puede llegar a tener

Nos deja perplejos.

Conformes.

A salvo).

Pero hasta una joven bestia nietzscheana

Tiene sus debilidades.

Las cuales, a mi pesar, las traigo.

 

  Protestas, lamentos y susurros.

“Ten cuidado con lo que haces”. 
Nunca encontré un hogar seguro,

Un lugar, un refugio

Lo suficientemente resistente que me abrace.

 

  Los traicioné a todos.

No respeté sus exigencias,

Sus perspectivas, sus esperanzas,

Sus anhelos. Sus clemencias.

 

  No sé si me importó alguna vez,

 Aunque siempre traté de que así fuera.

Recuerdos de una respetable niñez

Con el fuego que llevo dentro,

En cenizas los convertí.

 

  El corazón humano

Poco a poco lo voy perdiendo,

El día, los árboles,

El Sol, la hierba.

La luz, los deseos verdaderos.


  Entré a un laberinto sin salida.

La salida está dentro de mí.

Yo soy la partida,

Yo soy el Alpha y el Omega.

Yo soy el Creador,

El Preservador y la Destrucción.

Quiero salir, quiero salir. 


  De escribir dejo

Porque sin cigarrillos me quedé.

Voy a salir por eso...

 

  P.D.: Edzhekil Komohvpa se consideraba una débil bestia nietzscheana. Un enfermizo lobo enamoradizo. Una hermosa contradicción. Un peculiar espécimen repugnante con deleitable existencia, rozando lo sublime y la sinrazón. Se odiaba, se amaba, se maltrataba y acariciaba. Era un cúmulo pensante de pesimismo, esperanza y transición. 

  En muchos otros escritos ponía relieve en su transformación, causa (según él) de su entorno, de las personas que lo rodeaban. Tenía razón al pensar en su exquisitez como personaje. Hasta tuvo las agallas de inventar para sí una pseudo-filosofía con tres conceptos claves para la misma, a saber: La Persistencia, Dios y el Yo.

  Komohvpa creía que en esos tres entes se encontraba la vida misma. El Odio, el Amor; el Deseo, la Voluntad, la Acción. La Pasión. Conceptos claves todos para él, para su discernimiento (verán el por qué de su pensamiento). Edzhekil Komohvpa buscaba, así, convertirse en un dios; en dios. Derrocar, violentamente de un hondazo atestado de Voluntad, a Dios de su trono. Destronar y ocupar su lugar.

  Se dice que escribió un tratado sobre esto (La Persistencia, Dios y el Yo). Pero muy poco ha sobrevivido hoy. Contadas páginas llenas de corrosión solo queda de aquel ensayo. Como lo intentó dilucidar en unos de sus tantos escritos que, a esta “supuesta” ideología suya, interpelaba:

 

  “La Persistencia, Dios y el Yo.

Desperfeccionar a dios.

Mi empiria: mi herramienta;

La Persistencia.

El Yo como base de lenguaje humano.

La tragedia como oportunidad.

La vida es un suspiro de lo eterno,

Pura cortesía todo lo demás.”


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