Me cambió la vida (Sexta parte)

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Para corroborarlo, levanté la falda de su vestido hasta la cintura dejando al aire los dos cachetes. Llevaba una tanga diminuta que desaparecía en la profundidad de la hendidura entre sus nalgas que parecían danzar con cada peldaño que subíamos. Pellizqué sus carnes y noté su consistencia. No había ni pizca de grasa ni celulitis. Era una piel muy suave. Y, casi sin proponérmelo, pensé en que debía compararlo con el trasero de mi sobrina usando con ella el mismo método. Ya encontraría la oportunidad. Ya he dicho que soy un tipo muy paciente.
Al sentir Olga mis manos en sus glúteos, me miró con una sonrisa llena de lascivia y me dijo: - Espera a que estemos en la cama, ahí lo vas a poder disfrutar mejor . Y apuramos el paso, ingresando a mi cuarto.
Las paredes de atrás y de los costados de la cama están ocupadas por grandes espejos, lo que, según la posición en que uno está ubicado, multiplican las imágenes al infinito.

Traspuesta la puerta encendí unos spots estratégicamente  colocados cuyos haces de luces blancas iluminan la cama.
No habíamos llegado a la cama y ya le había abierto el cierre de atrás del vestido y éste quedó tirado en el medio de la alfombra del cuarto.

Se detuvo a los pies de la cama y se dio vuelta hacia mí. La parte delante de su tanga no era mucho más ancha que la posterior. No se veía ni un solo vello a los costados, por lo que descubrí que tenía el pubis completamente depilado. El corpiño apenas podía ocultar los pezones, mostrando dos
inmensas pelotas de carne. Ahí no había nada artificial. A cada mínimo movimiento de sus brazos la parte superior de las tetas se balanceaba rítmicamente. Al llegar a su lado, me abrazó con fuerza, clavando esas dos columnas en mi pecho, mientras me ofrecía su boca entreabierta. Nuestros labios se unieron mientras las lenguas se acariciaban sin cesar. Tomó mi lengua con sus labios y comenzó a succionarla haciéndola entrar y salir de su boca en movimientos similares a una cogida, como si mi lengua fuera una pija y su boca una concha, al tiempo que me sacaba la camisa. Luego fue
bajando con su lengua por mi cuello, bajó a mis tetillas, las que succionó alternativamente, cosa que acrecentó al máximo mi excitación. Siguió descendiendo, lamiendo mi cuerpo. Desabrochó y bajó mi pantalón junto con el bóxer de los cuales terminé de despojarme levantando uno por uno los pies.
Mi verga estaba dura y enhiesta como el palo mayor de una fragata. Olga ya estaba arrodillada como si rindiera culto a mi masculinidad. El glande, rojo e hinchado en su plenitud, estaba justo a la altura de sus ojos. Comenzó a lamerme suavemente el tronco de abajo hacia arriba. Llegaba a la cabeza y, tras pasarle la lengua a su abertura, volvía a bajar hasta llegar a los testículos, los que tomaba entre sus labios mientras los lengüeteaba en forma circular. Era una sensación indescriptible. Era una obra de arte y su boca el artista más eximio. Al volver a subir hasta el glande, abrió la boca y lo introdujo en su interior mordisqueándolo delicadamente.

Yo, mientras tanto, había desabrochado su corpiño y apretaba sus grandes pechos y pellizcaba sus pezones que se endurecían e iban creciendo en forma pasmosa, hasta alcanzar el grosor de un dedo meñique. Eso yo lo percibía sólo al tacto ya que en la posición que nos encontrábamos no podía verlo con claridad. Sólo veía los inmensos globos sobresalir a ambos lados del brazo y la mano con que tenía asida mi pija.
En un momento me tomó con ambas manos de las nalgas y con un firme empujón hizo desaparecer todo mi pedazo dentro de su boca, mientras movía la cabeza de izquierda a derecha y de arriba abajo. Eso fue el súmmum del placer.
- Olga, estoy por acabar. Le dije.
Ella, como si no hubiera escuchado, comenzó a sacar y meter mi miembro en su boca con mayor velocidad. Sentí el temblor que preludia la eyaculación.
- No aguanto más... me estoy yendo!!!
Olga sacó mi pija de su boca, pero no se apartó, ni cerró la boca, mientras con una mano me pajeaba y dirigía la cabeza de mi pija en dirección a su lengua que ya tenía afuera esperando mi regalo, y con la otra masajeaba mis huevos.

Fue tal la potencia de la acabada, que mi pedazo dio un brinco
ascendente, a pesar del esfuerzo que Olga hacía por mantenerlo quieto. El primer chorro de esperma, entonces, pegó en el cabello que caía sobre su frente, en un ojo y la nariz. Los siguientes sí tuvieron el destino que ella había previsto. Unos entraron hasta su garganta y otros se estacionaron en
su lengua, los que iba tragando con gran deleite.
Cuando, por fin, terminó de salir toda la leche, pasó la lengua
juguetonamente por los restos que quedaron en el glande y, retirándose lentamente hacia atrás, lengua y pija quedaban unidas por un hilo de semen que se iba afinando cuanto más se alejaba, mirándome con gesto divertido, como si quisiera mostrarme el botín que había logrado.
Después volvió a engullir mi ya casi fláccida herramienta para chuparla hasta dejarla totalmente limpia.
Yo me dejé caer de espaldas sobre el lecho, tratando de recuperar un poco de energía. Esa chupada de pija había sido hecha con tal perfección que la cantidad de semen que había despedido superó con creces a lo que estaba habituado. Y mi organismo seguramente tardaría en restaurarse.
El problema, ahora, era que Olga todavía no había recibido lo suyo y lógicamente estaría ansiosa por cobrarse la deuda.
Si bien podría recurrir a ciertos métodos para paliar en parte ese apetito insatisfecho, debía tener en cuenta que esa era nuestra primera encamada y ya se sabe que la primera impresión es la que cuenta y de ella depende que haya en el futuro otras oportunidades.

CONTINUARÁ........

Si alguna niña desea ser adoptada por mí como mi sobrina, escríbame a fjjcogh@yahoo.com.ar

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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