Me cambió la vida (parte XII)

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Nuevamente, unté mis manos y acaricié la parte de su trasero que había quedado al descubierto. Un poco de crema se había estacionado en el comienzo de la rayita, así que suavemente la saqué con la punta de un dedo.
En ese instante, percibí un leve temblor en su cuerpo, mientras oía cómo se le escapaba un sordo suspiro. Seguí con el masaje, pasando de la cintura a la parte de la cola alternativamente. Me envalentoné y, sin pedirle permiso,
comencé a diseminar crema directamente en sus glúteos, mientras se los acariciaba con movimientos circulares. - Esta parte también está muy expuesta, si no la cuidas, entonces sí que no podrás sentarte por un tiempo.

Cuando sintió mis manos, instintivamente contrajo los
músculos, pero, a medida que yo aumentaba la presión de las caricias, los fue aflojando. Tenía una piel muy suave y la carne firme propia de su juventud ayudada por las clases de baile y la gimnasia que hacía.
Al rato, dijo: - No te imaginas qué relajada me siento. Tenés unas manos maravillosas. Podés hacérmelo un poco en el cuello, que tengo una pequeña molestia?. Y levantó el torso, quedándose de rodillas frente a mí y tapando su busto con un brazo cruzado sobre el pecho, aunque yo no lo podía ver.

Al incorporarse tan rápidamente, no me dio tiempo a apartar mi cuerpo hacia atrás, así que casi su culo tocaba mi bulto. Me puse a acariciar su cuello y ella suspiraba, ahora sin ocultarlo. - Ay, que bueno, seguí así que me hace bien.

Y, de repente, se inclinó un poco hacia adelante, haciendo que su trasero se apoyara en mi paquete. Después, se enderezó y nuestras partes se separaron. Un instante después, volvió a hacer lo mismo, esta vez con mayor presión apretando mi pija contra mi ombligo.
Yo, ya sin disimulo, presioné mi asta hacia delante. Sentía cómo se acomodaba entre las dos montañas. Ella movía la cabeza de un lado hacia el otro y ese movimiento se transmitía a su trasero. Mientras yo le masajeaba
el cuello con mis manos, ella masajeaba mi pija con las nalgas.

- Me encanta como se sienten tus manos, Juan. Estoy en la gloria. -
- Y a mí me alegra que te guste- le contesté, mientras movía mi pelvis, como si estuviéramos cogiendo. Bajé las manos por sus hombros suavemente y las pasé por sus axilas, descendiendo por los costados de su cuerpo. Cuando estuve a la altura de sus pechos, las dirigí hacia ellos.
- El masaje tiene que ser completo.

Mercedes bajó el brazo con el que se cubría y pude abarcar sus tetas con ambas manos, mientras que ella imprimía mayor presión con su cola, entregándose sin retaceos a esas nuevas caricias. Pasé las palmas sobre sus pezones y noté como se ponían cada vez más duros. Los apreté con los dedos, lo que le produjo un hondo suspiro y una mayor presión contra mi falo.
Suavemente, la di vuelta y la acosté de espaldas. Las tetas se alzaban como dos volcanes y los pezones eran los cráteres a punto de estallar.
Ella cerró los ojos, entregándose a lo que imaginaba que vendría. Me acerqué a sus pies y, con las manos untadas, comencé a sobar sus dedos, uno por uno.
Luego, fui subiendo por las pantorrillas, hasta llegar a sus muslos, los que acaricié lentamente, como reconociendo cada palmo de su carne. Desde ahí podía ver la parte de la tanga que cubría su conchita totalmente mojada.
Estirando los brazos, la tomé por el elástico y la fui bajando hasta sacársela totalmente.
Volví a ocuparme de sus muslos, esta vez con los pulgares en la parte interior, subiendo y bajando las caricias.
Veía los rulos de su vello suave y poco tupido, que descendía tenuemente a cada lado de su vulva. Con mis dedos acaricié la pequeña mata de su pubis y fui bajando hasta hacerlos descansar al lado de sus labios verticales. Su vientre se contrajo y los pezones se agitaron. Comencé a pasar mis dedos muy delicadamente por esos labios carnosos tan humedecidos. Noté como contraía los dedos de los pies a cada movimiento de mis manos. Fue abriendo poco a poco las piernas como para facilitar mi tarea. Recorrí los labios superiores con un dedo, de un extremo a otro. Los labios de abrieron quedando mi dedo entre ellos, como si me lo fueran a devorar. Seguí moviendo el dedo lentamente en todo su recorrido, mientras el cuerpo de Mercedes se agitaba y
su boca se abría pasando la lengua por sus labios, tratando de vencer su sequedad. Más se le secaban los labios de la boca, más se le humedecían los de la vagina.
- Juan, me estás volviendo loca, me siento mareada. Qué me estás haciendo?.
- Querés que deje de hacerlo?- dije, mientras sacaba mi mano de su entrepierna.
- No. Sigue, sigue, por favor, que me gusta mucho
Volví a meter, esta vez dos dedos en su conchita, pero sólo a la altura de
sus labios, sin penetrarla. Y llegué hasta el clítoris. Le pasé la yema de los dedos suavemente sobre la punta y éste reaccionó irguiéndose. Mi sobrina dejó escapar un pequeño grito. Y se mordió los labios.
Tomé el pequeño botón con dos dedos y comencé a apretarlo y retorcerlo con mucha delicadeza. Mercedes se revolvía moviendo la cabeza para todos lados, mientras de su garganta salían incomprensibles sonidos guturales y movía las caderas elevando la pelvis con desesperación.
Mientras le acariciaba el clítoris, introduje un dedo de la otra mano en su interior y luego otro hasta topar con un obstáculo. Evidentemente, no había mentido. Era virgen. Su himen estaba intacto. Yo sabía que lo estaría por
poco tiempo. Aunque no era mi intención que fuese en ese momento. Quería disfrutar de su virginidad un poco más.
Comenzó a retorcerse más violentamente, mientras doblaba las rodillas y movía la pelvis subiendo las caderas, como queriendo que los dedos que sentía en su interior la penetraran hasta el fondo de su matriz. De pronto, empezó a jadear ruidosamente y gritó: - Me estoy yendo!!! Dios mío,
estoy acabando!!! Qué hermosa sensación. Creo que me voy a desmayar!!!
Acabo, ahora, sí!!! estoy acabando!!! Juan... Juan... Ahhhhhh!!!!
Y con unos violentos estertores, llegó al orgasmo. Luego, se quedó quieta, con los ojos cerrados. Como desmayada.
Yo me levanté de la posición en que estaba y me dejé caer en la pileta.
Necesitaba refrescarme. Aplacar mi cuerpo de la calentura que se había apoderado de él.

CONTINUARÁ........

Si alguna niña desea ser adoptada por mí como mi sobrina, escríbame a fjjcogh@yahoo.com.ar


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