EL BUEN EDUCAR (la propia persona)

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                                            El BUEN EDUCAR (la propia persona)

 

 

            La buena educación no reside en hacer hijos perfectos ni cómo nos gustarían a nosotros que fueran. En cierta medida y en gran medida el buen entender de una educación supone aceptar en parte quien es la descendencia o supone ser, de otra manera generaríamos con el tiempo hijos tremendamente dependientes, inseguros e infelices. Y es que el entender supone también un ejercicio de empatía (ponerse en el lugar del otro) y cómo me dijo una amiga en una ocasión todos somos en parte hijos de nuestro tiempo y entenderlo así y comprenderlo aliviaría posibles problemas intergeneracionales. Y yo opino que nadie debería pretender que otros fuesen lo que alguien no pretendiera ser. Pues nunca habría de extenderse los propósitos de los padres más allá de las libertades del hijo, pudiendo ser inculcados, bien, pero no deberían ser impuestos, para poder a medida que va creciendo la persona el determinar cada vez más su propia vida y existencia. Porque crecer también implica pensar por uno, decidir, acertar o equivocarse y aceptar lo que ocurra y responsabilizarse la propia persona de lo que concierne a uno, lo que también ayudará a conocerse. Y así vaya formando sus señas de identidad.

Que el saber comprender, entender y querer entraña aceptar a la otra persona tal y como es y no querer modificarla. Que la perfección de alguien puede estar buscándose eternamente sobre alguien y que para nada obedece a un buen criterio de cómo educar.

Que de corregirse habría que corregirse cuanto menos mejor, lo necesario y cada vez menos, y en tal caso premiar aquello que se considera acertado, para que esta conducta se repita en el tiempo. De lo contrario siempre habrá motivo para estar encima de unos hijos que mientras se está constantemente encima de ellos, ni aprenden por cuenta propia, ni son ellos mismos, ni maduran. Cuando lo que hay que favorecer es la autenticidad y su propia naturaleza (que bastante de sabia suele ser) desde el respeto al libre albedrío y posibles apoyos para que esto se produzca.

Ya que un aprendizaje propio hace a la persona más segura, independiente, consecuente, libre y feliz, además de ser la forma de conducirse por la vida para poder encontrarse uno consigo mismo y la vida propia. Ya que el destino en la medida que uno lo decide y aprende a decidirse realmente le hace crecer y lo contraria lo impide, y si encima escogen mal por nosotros encima seremos el resultado de una serie de equivocaciones que no han sido ni nuestras, y de las que seguramente nadie querrá responsabilizarse. Porque cómo bien dicen, los éxitos tienen muchos padres y los fracasos son huérfanos. Permítase, por tanto, ser a cada uno el mismo en la mayor integridad posible y concederle de forma paulatina mayor libertad y de esta forma favoreceremos el desarrollo y plenitud de la persona. Es decir, el logro de la propia persona. Que vendría a ser, también, cómo entender, que cada río tiene que seguir su propio curso.

 

 

                                          


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