EN LA BARRA DEL BAR

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Después de terminar nuestra primera copa, Lucas y yo decidimos ir a otro bar.

Debido a que la noche aún era joven, éramos los únicos que ocupábamos la barra del bar al que decidimos acceder, poco iluminado y al parecer recién remodelado y de muy buen gusto. Tras servirnos un par de copas, el camarero, se fue a la terraza del bar a conversar con alguien que le había saludado justo cuando nosotros entrábamos. Fue entonces cuando Lucas decidió decirme lo que hace una hora venían diciéndome sus ojos; que le gustaban mis piernas y lo bien que mi diminuta falda permitía lucirlas, que deseaba quitármela y poder descubrir y sentir lo que se escondía debajo de ella.

Se acercó y me besó introduciendo su lengua en mi boca, y yo como respuesta empecé a comérsela como si de su polla se tratara. Poco a poco fui notando el bulto de su pene cerca de mi cuerpo mientras el se acercaba más a mi agarrándome del culo y dando suaves pellizcos con ambas manos. Me senté en el banco que estaba detrás de mi creyendo para mis adentros que el deseo conspiraba a nuestro favor puesto que la altura del banco era perfecta para unir con mayor facilidad nuestros sexos.

Lucas estaba de espalda a la puerta de entrada y a través de los cristales yo podía ver si alguien iba a entrar, con la suerte de que de fuera hacia dentro no se veía nada. Era el momento perfecto de correr el riesgo y dar la oportunidad a mi coñito caliente y húmedo de conocer la polla de Lucas. Separé las piernas mientras Lucas las acariciaba buscando deseoso la entrada al lugar apetecido, separó mi tanga y tembló de deseo al comprobar que yo estaba tan cachonda como él, entonces se apresuró a bajar su bragueta y sacar su polla de tamaño normal pero bastante gordita y rosada mmmmmm...

La agarró con su mano derecha y la guió hasta mi coño introduciéndola despacio, nos abrazamos y nos besamos olvidando por completo la entrada del bar mientras continuaba metiendo y sacando suavemente su polla de mi coño. Minutos después y hundidos en medio del placer volví la vista a la entrada, luego miré hacia el interior del bar y vi una cámara. Agaché mi cabeza entre su cuello llenándole de besos y sin poder evitarlo, la rapidez de sus movimientos aumentaron, mi coño empezó a dar palpitos de gozo mientras sentía como su leche salía de mi coño por los lados.

Empezamos con buen pie aquella noche larga e inolvidable, gracias a que el camarero nos dio el tiempo y la privacidad que necesitábamos.


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