RAUL Y DIANA (Sexta parte)

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Recogieron la mesa y se sentaron frente a la tele mientras se seguían contando experiencias y saboreando un par de chatos del exquisito vino. Hacían zapping buscando algo entretenido. Se quedaron con el canal de Euro sport donde pasaban “imágenes de bote” de patinaje artístico, parejas, sobre hielo. Diana comentaba la carga erótica que tenían la mayoría de los movimientos y poses de la pareja. De pronto casi se le paró el corazón. No daba crédito a sus desencajados ojos: Raúl dio un salto y gritando como un poseso decía:-- Ya está! Era eso, solo eso y no lo tuvimos en cuenta…!-- Saltaba por toda la estancia ante los asustados ojos de la chica que no entendía nada. -- Bien, Bien, Muy bien.--  seguía diciendo camino del sofá donde cogió de las manos a su compañera la levantó en el aire de un abrazo y girando sobre si como si de un vals se tratase le explicó la razón de su “desmedido” gesto:-- Lo tengo, lo tengo. Ya sé por qué no funciona el autómata. Qué tontería, por qué no se me habrá ocurrido antes. Mañana en cuestión de una hora estará todo resuelto y podremos volver tranquilos a casa.--  Cuando al fin dejó de hablar como un crio y Diana tomó la palabra le espetó un:-- Casi me matas del susto gamberro! Por un momento he creído que te volvías loco. Joder que  angustia…, pero me alegro un montón…-- No pudieron seguir comentando las imágenes de los patinadores que mostraban un precioso y sensual ejercicio:  ella pone los pies en las semiflexionadas piernas de él quien sujetándola por los muslos le permite arquearse hacia atrás. Esto que hace que la entrepierna de la mujer quede tan cerca de la cara del compañero como para estampar en ella tantos besos como se quiera… Aunque las vieron los dos no hicieron comentarios. Sus mentes "volaron” a la ducha. Pero momentáneamente el trabajo había invadido la estancia… Le dio una sencilla explicación de lo que era y hacia el autómata. Diana parecía escucharle con atención pero su mente se había ido a otra parte…

Vaciaron la copa. En la botella quedaba vino para un par de copas más y Raúl se incorporó para rellenar los vasos (la botella se había quedado en la mesa alta) pero ella le dijo que no quería más. Lleno solo el suyo  y tomando un sorbo regresó al sofá. Diana le impidió sentarse lo puso frente a ella y sin más  se metió en la boca todo el flácido y pequeño pene. --Quiero sentirlo crecer en mi boca.-- le dijo y comenzó a “jugarlo” con la lengua: Giros, apretones, sensuales y delicados mordiscos, succiones…Comenzó a despertar, con esas sensaciones era difícil permanecer “dormido”. Creció y creció hasta hacer pequeña la estancia. Bastaron un par de minutos para que la “temperatura” subiera y subiera hasta hacer aflorar los libidinosos deseos de Raúl que se dejó hacer durante un buen rato antes de “buscar un descanso” para su miembro descendiendo a por la boca de Diana para saborear en un largo beso la lengua impregnada de sus propios jugos, Siguió con los pezones y demás piel de la teta hasta acabar sentado en el suelo donde, tras acercar a la orilla del sofá el culo de Diana, comenzó a lamer sin prisa los muslos el vientre, las ingles…terminando por saborear el húmedo clítoris, de nuevo los muslos, y sin orden ni concierto, en un continuo “ir y venir” hacia que Diana se estirase y se retorciese de placer. Terminó con sus dedos: anular y medio, entrando y saliendo de la vagina y la lengua saboreando el sexo de  una jadeante Diana invadida de placer.  Casi no podía aguantar más por lo que se incorporó en el sofá al tiempo que empujaba de los hombros a Raúl para que se echara sobre el suelo y “sentarse” con el pene introducido por completo en su vagina. Lo sentía en su interior cálido y firme apoyó las manos sobre los pectorales del hombre que había adoptado una actitud pasiva dejándola hacer…. El placer era inmenso, movía las caderas con  ritmo pausado, adelante, atrás totalmente concentrada en las sensaciones de su interior, gozando sin prisa. No quiso ni siquiera alguna caricia del compañero en los muslos o en las tetas. Ella lo hacía todo, como si se estuviera masturbando con un dildo, saboreando cada instante, cada movimiento, cada caricia interna…Adelante, atrás, círculos… poco a poco el ritmo aumentaba, la mirada viajaba del techo a los labios del amante, la respiración se agitaba, los movimientos parecían frenéticos, la temperatura la hacía sudar… Más y más,  hasta que un ahogado grito de placer escapó de su garganta acompañando la exquisita sensación de un orgasmo que la hacía temblar.

Raúl que en su pasividad era un simple observador, no había dejado de contemplar ese cuerpo excitante que gozaba de él, esos pezones erectos hasta reventar, ese rostro del que emanaba toda la lujuria del mundo, esas caderas rotundas, ese vientre sensual bailando sobre el suyo, el calor de los muslos en sus costados el de las manos arañando suavemente sus pectorales, el calor de la vagina en su pene… Eran demasiadas sensaciones para los sentidos, demasiadas caricias para los ojos y la piel por lo que inevitablemente, al son de Diana la excitación fue a más, a mucho más, Tanto que la visión del orgasmo de la chica no tardó más que unos segundos en hacer que los ojos se quedaran en blanco, la respiración se cortara y todo el cuerpo se tensara en una explosión de placer, acompañada de espasmos en un pene que arrojaba dentro de la chica la cálida secreción que acompaña a la viril culminación sexual.

Permanecieron durante un buen rato sin moverse, tal y como habían viajado al cielo del placer, recobrando poco a poco la calma en la respiración, mirándose con gesto de complicidad, de agradecimiento, de deleite, en silencio. Diana no se movería mientras el miembro de su amigo estuviera erecto. Tan solo se giró un poco para estirar el brazo y alcanzar el vaso y saborear el último sorbo de vino y, con la legua impregnada en el tinto, se inclinó para besar a Raúl y poner en su boca un poco de sabor del delicioso néctar.

Poco a poco, entre comentarios y sonrisas, llegó la flacidez. Se incorporaron se remojaron un poco en la ducha  y volvieron al sofá para contemplar juntos la TV.

Que haremos mañana? –Preguntó Diana –

Supongo que la solución que se me ocurrió funcionará. Pasaré por la fábrica y si todo va bien podremos emprender el viaje de regreso…

--Si pudiéramos quedarnos todo el fin de semana… - Le interrumpió jocosamente Diana – sería demasiado.--

--Acabaríamos exhaustos. No creo que pudiera con tanta “marcha” –  contestó un Raúl sonriente y picarón. -- Hablando en serio, se supone que estoy trabajando, la empresa mira los gastos y en mi casa,  a los hijos les gusta verme y la mujer prefiere que esté allí.--

--¿Qué le vas a decir a tu mujer?.—


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