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Enviado el , clasificado en Intriga / suspense
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Últimamente no puedo dormir. Puedo notar debajo del colchón mi pistola. Sudores fríos recorren mi cuerpo cada noche. Los ojos me pesan como losas de hormigón. Ella no lo sabe, pero estamos en peligro. El techo blanco, testigo de mi amargura, parece que se viniera encima.

En ocasiones tartamudeo sin cesar y en otras me siento seguro, estable, como protegido.

Me levanto como cada mañana, me visto y recojo todo lo que necesito para salir de viaje. Una pequeña maleta me acompaña como de costumbre. Pasaporte, billetes de avión, llaves del coche, tarjeta de crédito. Todo listo.

Tengo preparado el desayuno. Una tostada y un trago de zumo de naranja recién exprimido, amortiguarán mi ansiedad, al menos por el momento. Beso a mi pequeño en la frente, que hace lo propio, embutido en una trona.

A ti, te estrecharé entre mis brazos, tan fuerte, como si fuera la última vez. Y antes de salir por la puerta, trabaré mis labios con los tuyos, como si una cremallera trazara el final de nuestros encuentros furtivos, y éste fuera el comienzo de una nueva aventura. La distancia últimamente los ha hecho tan desconocidos, que podrían confundirse y pensar desconcertados que éste es su primer acercamiento, poniendo en duda su fidelidad.

Solo espero que éste sea mi último destino obligado, y el tiempo que he perdido en la distancia lo recupere sin condición. Enterraré las ausencias en bellas estancias, en lugares perdidos y disfrutaremos de nuestra presencia apostando por la eternidad. Deseo ampliar la familia y vivir la normalidad que otros arrastran, necesito de la rutina más feroz para sentirme persona, desenterrar mis escrúpulos y ver a los demás sin creer en sospechas infundadas, sin intuir si desean acabar conmigo. Anhelo miradas extraviadas sin mas, gestos y conversaciones sin pretensiones, simplemente quiero respirar.

-Cariño, ¿por qué le das de desayunar al niño este tipo de cereales?, sabes que no le gustan.

-Pedro, tiene que acostumbrarse a comer de todo.

Cogeré la cuchara y la introduciré en el pequeño vol.

-Hugo mira, bbrrrrrrrrr, viene un avión y…. ummmm qué rico, qué bueno.- Pedro repitió la acción un par de veces o más por si éste le imitaba.

-¡Venga mi niño guapo!-Insistía con la boca llena.

-Uff no sé que me pasa, me siento un poco mareado.

Pedro terminó con su cabeza encima de la mesa.

Mientras las inocentes carcajadas del pequeño aún resonaban en la cocina…tras el cristal  de la ventana, al otro lado de la calle, algo deslumbró a Ester.

Después, el dedo pulgar de su mano derecha se encontraba levantado.

Últimamente no puedo dormir. Puedo notar debajo del colchón mi pistola. Sudores fríos recorren mi cuerpo cada noche. Los ojos me pesan como losas de hormigón. Ella no lo sabe, pero estamos en peligro. El techo blanco, testigo de mi amargura, parece que se viniera encima.

En ocasiones tartamudeo sin cesar y en otras me siento seguro, estable, como protegido.

Me levanto como cada mañana, me visto y recojo todo lo que necesito para salir de viaje. Una pequeña maleta me acompaña como de costumbre. Pasaporte, billetes de avión, llaves del coche, tarjeta de crédito. Todo listo.

Tengo preparado el desayuno. Una tostada y un trago de zumo de naranja recién exprimido, amortiguarán mi ansiedad, al menos por el momento. Beso a mi pequeño en la frente, que hace lo propio, embutido en una trona.

A ti, te estrecharé entre mis brazos, tan fuerte, como si fuera la última vez. Y antes de salir por la puerta, trabaré mis labios con los tuyos, como si una cremallera trazara el final de nuestros encuentros furtivos, y éste fuera el comienzo de una nueva aventura. La distancia últimamente los ha hecho tan desconocidos, que podrían confundirse y pensar desconcertados que éste es su primer acercamiento, poniendo en duda su fidelidad.

Solo espero que éste sea mi último destino obligado, y el tiempo que he perdido en la distancia lo recupere sin condición. Enterraré las ausencias en bellas estancias, en lugares perdidos y disfrutaremos de nuestra presencia apostando por la eternidad. Deseo ampliar la familia y vivir la normalidad que otros arrastran, necesito de la rutina más feroz para sentirme persona, desenterrar mis escrúpulos y ver a los demás sin creer en sospechas infundadas, sin intuir si desean acabar conmigo. Anhelo miradas extraviadas sin mas, gestos y conversaciones sin pretensiones, simplemente quiero respirar.

-Cariño, ¿por qué le das de desayunar al niño este tipo de cereales?, sabes que no le gustan.

-Pedro, tiene que acostumbrarse a comer de todo.

Cogeré la cuchara y la introduciré en el pequeño vol.

-Hugo mira, bbrrrrrrrrr, viene un avión y…. ummmm qué rico, qué bueno.- Pedro repitió la acción un par de veces o más por si éste le imitaba.

-¡Venga mi niño guapo!-Insistía con la boca llena.

-Uff no sé que me pasa, me siento un poco mareado.

Pedro terminó con su cabeza encima de la mesa.

Mientras las inocentes carcajadas del pequeño aún resonaban en la cocina…tras el cristal  de la ventana, al otro lado de la calle, algo deslumbró a Ester.

Después, el dedo pulgar de su mano derecha se encontraba levantado.


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