El gaseador (parte 1 de 2)

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Estoy aburrido tumbado en el sofá, viajando sin destino por el ciberespacio de la telebasura.

Arto de putas y gilipollas, me pongo los pantalones y me dispongo a salir a la calle.

He decidido salir a tirarme pedos en las caras de los niños.

Tengo que escoger un sitio muy concurrido.

La puerta del sol o la plaza mayor. Creo que la plaza mayor está bien. Además, ahora que estamos en navidad, estará llena de puestos para idiotas y de gente tonta.

En esos estúpidos puestos, todos los años hay las mismas tonterías y todos los años las venden.

La gente quiere ser feliz y lo fuerzan gastando dinero.

Busco en la nevera algo con mucho gas.

Me quedan dos botes de cocacola que me bebo de golpe.

Me entran ganas de tirarme un pedo, pero me lo aguanto. Cuantos más me deje dentro, más fuerte será el que salga.

Me voy de mi casa en dirección al metro. Por el camino me compro un par de botes más. Sigo aguantándome los pedos y el estómago me va a reventar.

En el metro estoy a punto de soltarlo. Miro a alrededor para ver si hay algún niño. En la esquina opuesta hay uno con su madre. Está de pie porque en ese momento no hay asiento libre en el vagón.

Pienso en ponerme a su lado para cagarme en su cara, pero rápido abandono la idea ya que en el vagón de metro, si el pedo huele demasiado mal, la gente se puede enzarzar contra mí.

Pienso que mejor espero a llegar a la plaza mayor, que allí habrá muchas más caras de niños.

Llego allí y el sitio está abarrotado. Gente con carritos de bebé y niños cogidos de la mano por todas partes.

Los mismos niños que gritan en el cine jodiéndote la película.

Los mismos niños que lloran en los restaurantes jodiéndote la cena.

Los mismos niños que salen en la tele haciendo el gilipollas y que se creen esa mierda de los reyes magos y el ratoncito Pérez.

Me dispongo a visualizar objetivos.

¿Y en que me baso para ello?

Me baso en las pintas de idiotas que tienen los padres.

Cuanto más pinta de idiota, más gordo es el pedo para la cara de su hijo.

Suelo elegir a niños de unos diez años, que son los que normalmente están más a la altura de mi culo.

Los carritos también son una posibilidad, pero me tengo que agachar un poco y a veces se puede dar cuenta alguien de la rara maniobra.

Busco durante un rato. Hay muchísima gente. Tanta como gas en mi cuerpo.

Me llama la atención una familia de una madre gorda, un padre enano tripón y el hijo también gordo.


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