El trágico final de Samuel (parte 3 de 6)

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En cuanto llegaron a la casa, aparcaron en la puerta y Samuel estaba loco por salir
corriendo a buscar a sus amigos. Su madre le dijo que tuviera paciencia, que cuando
metieran todo el equipaje a la casa, le prepararía el almuerzo y podría ir a dar una
vuelta.
En la casa de la ciudad, cuando hacían el equipaje, le había prometido a su madre que,
ya en el pueblo, les ayudaría a deshacerlo. Pero, tenía tanta prisa por salir, que se le
olvidó la promesa que había hecho, y en cuanto su madre le preparó un bocadillo, lo
cogió, y pegándole un gran mordisco, salió corriendo por la puerta, diciendo adiós con
un grito a su abuela y su padre, que estaban en el coche cogiendo lo que quedaba de
equipaje para meterlo dentro.
Se dirigió a la plaza del pueblo, que estaba a unos minutos de su casa, para ver si había
algún amigo allí. No sabía si habían llegado ya o no.
Cuando llegó a la plaza no parecía haber nadie. Estaba desierta y comenzó a mover la
cabeza de un lado a otro, rastreando la zona para ver si veía a alguien de su interés.
En uno de los bancos, en la puerta de la taberna, había gente mayor, con sus cigarros en
la boca y sus carraspeos continuos. Señoras iban y venían con bolsas de la compra, que
salían de la tienda de ultramarinos, que también estaba en la plaza. Después de unas
cuantas señoras, salió su amigo Jaime, cogido de la mano de su madre. Cuando vio a
Samuel soltó rápidamente a su madre y corrió hacia él. Tal vez le daba vergüenza que
sus amigos le vieran cogido de la mano de su madre, como si fuese un niño pequeño,
aunque, seguramente, todos hacían lo mismo.
Cuando llegó a Samuel le dio un gran abrazo, ya que no se veían desde el verano
pasado.
Jaime, gritando, le dijo a su madre que se quedaba con Samuel. Ella le respondió que
vale, pero que regresara a la casa a la hora de comer, para la que faltarían unas tres
horas.
Los dos se fueron hacía la casa de Carlos, contándose anécdotas del colegio y de sus
amigos de la ciudad. Si les gustaba alguna chica y si habían besado a alguna.
Llegaron a casa de Carlos y llamaron a la puerta. Salió el abuelo de este, que vivía allí
todo el año, y les dijo que Carlos aún no había llegado. Que, seguramente, llegaría por
la tarde. Entonces se marcharon en dirección a la casa de Erika, que era la amiga que
faltaba para cerrar el grupo. Había muchos más niños en el pueblo, pero ellos cuatro
habían congeniado muy bien, y siempre iban juntos de un lado a otro, aunque, a veces,
se juntaban con los demás en la plaza o en el campo de fútbol, que estaba a las afueras
del pueblo.
Erika si había llegado y antes de que les diese tiempo para tocar su puerta, ésta salió
corriendo para reunirse con ellos, con las dos trenzas rubias que la caracterizaban.
Se dieron un abrazo conjunto y Erika le dio un beso a cada uno en la mejilla y se fueron
agarrados, dando saltos de alegría.
Lo primero que hicieron fue ir a la tienda de golosinas que había en una de las calles
colindantes a la plaza, ya que Erika tenía unas monedas y quería invitar a sus dos
amigos. Todos sabían que no deberían, ya que faltaba poco para la hora de comer, y
Samuel se había terminado hacía poco el almuerzo, en la plaza, poco antes de ver a
Jaime.


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